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El seleccionador nacional, el asturiano Luis Enrique, concede una entrevista exclusiva a LA NUEVA ESPAÑA

Luis Enrique: “Si el Sporting me hubiera llamado cuando saqué el título vengo de rodillas”

"Manjarín y yo nos hicimos un sitio en el primer equipo porque éramos unos guerreros"

Luis Enrique, con una camiseta y una bufanda del Sporting, en su casa de Castelldefels. LEM

Aunque viva a mil kilómetros de Gijón, la sombra de El Molinón siempre está presente en la vida de Luis Enrique porque fue el campo de sus sueños y ahora es el de sus esperanzas, las de un Sporting que vuelve a ilusionar. Luis Enrique Martínez García (Gijón, 8 de mayo de 1970) está en la cumbre de su carrera como seleccionador nacional, pero en conversación con LA NUEVA ESPAÑA reconoce que le hubiese gustado recibir una llamada desde Mareo cuando empezó su carrera como entrenador. Lo dice sin acritud porque, aunque lo descartaron en su etapa de infantil y solo jugó una temporada en el primer equipo, se define como sportinguista hasta la médula. Aquí hace un exhaustivo repaso a sus idas y venidas en clave rojiblanca.

Las primeras patadas

“Vivíamos en Pumarín, en Prolongación de Guipúzcoa, número 14, 5º B. Enfrente de mi casa había una plazoleta que era el punto de encuentro para jugar al fútbol, para correr, para lo que fuera. Para mí representaba una cosa grandísima, en la que jugábamos muchísimos niños. Cuando la visité hace unos años, ya de mayor, me di cuenta de cómo se distorsiona la realidad porque es muy pequeña. Como guaje me parecía El Molinón, jugábamos varios partidos un montón de niños y entrábamos todos. Guardo muy buenos recuerdos. Fue una época maravillosa”.

“Las primeras patadas la di con 7 o 8 años, cuando te dejan bajar a la calle, hasta que te grita tu madre desde la ventana para que subas para casa, después de 16 horas seguidas jugando al fútbol”.

El Pitu, siempre cerca

“En Pumarín, dos calles más allá, vivía Abelardo. Pero no coincidíamos en la plazoleta porque él jugaba en su calle. Nos encontramos en el Elisburu. Me apunté al equipo del colegio, hicieron una prueba multitudinaria y me cogieron”.

“Después de un año en el Elisburu, me llamó Brito para el Xeitosa, el sitio ideal para jugar a fútbol sala. En el Elisburu me entrenó Marino, una persona maravillosa, que no me puso ningún problema para irme. Me hacía mucha ilusión jugar con el Pitu y en el Xeitosa, que era el mejor equipo de Asturias”.

Luis Enrique

Las enseñanzas de Brito

“El primer entrenador al que tengo que agradecer cosas es a Brito. Nos cansamos de mejorar la técnica individual. Brito es una persona superexigente, que sabe educar y te enseña lo que son los valores importantes. Después jugó mi hermano y otros amigos. Brito siempre fue un referente para nosotros”.

Todos al Sporting

“En el fútbol sala jugábamos de todo. El Pitu era más delantero que otra cosa. Bueno, no sé si era delantero, pero marcaba muchos goles. Era un crack total, muy completo. Salvo Ovidio, que jugaba en el Cancienes y después estuvo en el Sporting, no he visto a nadie jugar al fútbol sala como Abelardo”.

“Quedamos campeones de Asturias y le metimos un meneo al Sporting que no se lo creían. Y en aquella época los del Sporting eran los dioses. Ganamos en casa 7-0 y en Mareo los volvimos a ganar. Ahí ya nos cogieron a todos, incluso a los suplentes”.

Descubrir El Molinón

“Como el Xeitosa era un equipo filial podíamos ver los partidos del Sporting. Así es como fui la primera vez a El Molinón, gracias al pase que nos daban. En mi casa no había dinero para ir al fútbol. Futboleros salimos mi hermano y yo, los demás ni papa. No sé de dónde salió nuestra vena. Yo era sportinguista a muerte, pero cuando jugaba con el Xeitosa me apetecía ganarlos y ganarlos bien”.

“Era una gozada ir a El Molinón cada dos semanas, un premio impagable. La primera vez fue en un partido contra el Cádiz. Cuando entré por el vomitorio y vi aquello tan grande, tan verde, perfecto, me quedé impactado. Quién me iba a decir que iba a poder pisarlo y disfrutar de estadios de ese tipo. No lo olvidaré nunca”.

Luis Enrique

Un salto muy grande

“Entré en el Sporting en alevines, con Uribe de entrenador. Mi problema es que venía del fútbol sala, donde jugaba siempre y destacaba, pero cuando me metieron en fútbol campo, con lo delgadín y pequeño que era, pasé a no jugar casi nunca. Con Uribe poco, con Joaquín menos, en infantiles con Ramón menos todavía. Fui jugando de poco a nada y me mantuve allí por la ilusión que tenía por ir a entrenar, por estar en el Sporting, por tener la credencial de jugador, con la que entraba a El Molinón. Aquello tenía un valor muy grande. Para los que somos de Gijón, el Sporting significaba el sueño”.

Inimaginable

“Pero vamos, yo en aquel momento no tenía ninguna aspiración de ser futbolista. Jugaba al fútbol porque me lo pasaba muy bien y estar en el Sporting era lo máximo”.

“Entiendo que no me pusieran los entrenadores porque le pegaba al balón y no lo llegaba a diez metros, no tenía fuerza. Me aguantaron tres años, pero el último le dije a mi padre que me acompañase para que me dejaran ir a La Braña porque tenía amigos que jugaban allí. Pero me dijeron que no, que querían mantener a los que habíamos empezado desde abajo. Eso fue al inicio del tercer año, pero al acabar la temporada me dijeron que me podía ir, que no había problema”.

Primer paraíso azulgrana

“Me fui más contento que un ocho a La Braña, que fue para mí el paraíso porque era un club de barrio, modesto y que, encima jugaba de azulgrana, con lo que ya todo era perfecto. Mi hermano y yo somos muy culés. En Gijón la gente es del Sporting primero, pero después la mayoría es del Barça”.

“El último año de infantil y el primero de juvenil, con el Pitu, fueron maravillosos. Disfrutamos como enanos”.

“En mi segundo año de juvenil, Ismael me sube para jugar con los grandes. Yo los miraba y decía: aquí hay nivel, no sé qué hace este tío subiéndome con ellos. Ahí fue cuando se marchó el Pitu al Estudiantes, en Primera Juvenil, porque no le subían con el primer equipo. La mayoría eran de tercer año, yo era uno de los pocos de segundo. Jugué todos los partidos, empecé a marcar goles, destaqué y me llamaron a la selección asturiana. Ismael fue la primera persona que me dijo que iba a jugar al fútbol. Y yo le contesté: ‘¿Llegaré a Tercera’ Ya medía 1,78, pero me veía endeble y tampoco destacaba por fuerza, por habilidad, ni por nada”.

“En casa nunca tuve presión de ningún tipo por jugar. Mi padre, que era el que iba a verme, me animaba jugara o no jugara”.

El asturiano, con el Barcelona

Casi del Oviedo

“En el tercer año de juvenil éramos un equipo muy flojo y habíamos subido a Liga Nacional. Ismael me dice que el Sporting me quiere para el juvenil, pero yo le contesté que había ido a La Braña en infantiles y que hasta que no acabase de juvenil, no salía. A Ismael le encantó que me quedase y salvamos la categoría”.

“Yo soy sportinguista a muerte. Iba a El Molinón con la bandera que me hizo mi madre. Me pinchas y sale sangre rojiblanca. Pero claro, tonto no soy. Después de tres años en el Sporting en los que no jugué nada, cuando me quieren fichar para el Sporting Atlético lo único que les pido es que me aseguren que me voy a quedar porque en pretemporada éramos cincuenta y pico. Pero me dijeron que no, que como los demás”.

“Solo tengo buenas palabras para los dirigentes del Oviedo. Vicente, que era el entrenador del Vetusta, vino a mi casa varias veces junto a Pichito. Y yo no sabía ya qué decirles. Encima estaba Miera como entrenador del primer equipo y me garantizaban entrenar con él. Por eso me supo mal después dar la vuelta. Firmé un precontrato y me pagaron unos meses de adelanto que devolví, por supuesto”.

“Yo avisé al Sporting de que el Oviedo me estaba apretando. Empezó a salir en la prensa que cómo era posible que se escapara un jugador que está en un filial”.

“Cuando firmé por el Oviedo, un día me llamó el seleccionador asturiano de juveniles, Tino Argumosa, y me dijo que el Sporting me quería fichar y que se podía cambiar el contrato con el Oviedo, que era ilegal. Entonces me subieron a Mareo y nos reunimos con el presidente, Ramón Muñoz. Me dieron el doble de lo que iban a cobrar los demás del Sporting Atlético, sin pedirlo. Me acuerdo del cachondeo con el Pitu cuando íbamos a cobrar. Y me garantizaron que me quedaba en la plantilla”.

De cuarto del filial al primer equipo

“Empecé la temporada siendo suplente. Era el cuarto delantero, por detrás de Manjarín, Cima y Rubén Uría. Empecé a jugar al final de la primera vuelta y acabé siendo titular y máximo goleador. A partir de ahí fue el paraíso: ascendimos y el Pitu, Manjarín y yo subimos al primer equipo”.

“En mi debut, frente al Málaga en El Molinón, yo estaba nervioso no, lo siguiente. Y me pasó una cosa que no he vuelto a ver en el fútbol. Aranguren me mandó calentar dentro del vestuario. No sé las vueltas que di, pero como si fuera un toro Miura. Igual fue para que no me subiera a la valla con los ultras”.

“En el primer tiempo, en el banquillo, se me movía un músculo y le pregunté al doctor. Me dijo que era un nervio periférico. ‘Pues empezamos bien’, pensé”.

“Me acuerdo que hice una chilena que paró Jaro, que luego fue compañero mío en el Madrid. Para mí no era un sueño, era algo inalcanzable. Volver al filial no fue una decepción porque me lo pasé muy bien”.

“El día de mi debut mis padres no estaban en el campo. Nunca hemos sido socios por un tema económico. El dinero daba para lo que daba. Por eso tengo guardada la credencial del Sporting, que es superchula”.

El Bernabéu, por si acaso

“En la siguiente temporada el primer partido es en el Bernabéu y nos convocan a unos cuantos del filial porque había muchas bajas. Aquel Madrid daba miedo. Era el de la Quinta del Buitre. Al Pitu lo pusieron de medio izquierda marcando a Míchel, que era un Boeing 747. Yo estaba en el banquillo y prefería que no me sacaran. Eso sí, en el descanso salimos a pelotear por si no tenía otra ocasión de pisar el Bernabéu. Un año y medio después fiché por el Madrid”.

“Para mí aquello era algo lejano a mis posibilidades. Ya notas un nivel diferente cuando subes a entrenar con el primer equipo, es otro ritmo. Lo bueno es que te adaptas muy rápido. Cuando pasan dos meses ya estás adaptado”.

El primer gol

“Marqué mi primer gol con el Sporting el 2 de septiembre del 90. Soy un desastre para las fechas, pero lo sé porque ese día nació mi primera sobrina. El Sporting entonces no se caracterizaba por ganar fuera de casa. Tengo la teoría de que Manjarín y yo nos hicimos un sitio porque éramos guerreros. No teníamos nada que perder y, si nos daban, seguíamos. En esa época, los árbitros permitían más a los equipos de casa. En El Molinón no se atrevían a cascarte tanto. Nos hicimos con el puesto por la ambición que teníamos. El gol fue una jugada de Manjarín por la banda izquierda, centró atrás y yo con el interior se la cambié al portero. Empatamos en el campo del Betis en la primera jornada, nada menos. Un punto y un positivo”.

Luis Enrique, de entrenador con el Celta

A la UEFA con Ciriaco

“García Cuervo empezó a darme minutos y cada vez que salía marcaba. Después llegó Ciriaco, con el que no coincidí en el juvenil porque me fui a La Braña, pero fue una maravilla. Guardo un gran recuerdo de Ciriaco porque era un entrenador muy cercano, muy cariñoso, exigente, le gustaba el buen fútbol. Un poco lo que era como jugador, temperamental y con calidad. Cogió el equipo con cinco negativos, creo, en una situación delicada y nos metimos en UEFA”.

“Al último partido, a Valencia, fuimos con bajas. De portero estaba Isidro, que hizo un final de temporada espléndido. En uno de los contragolpes, pase de Luhovy y gol mío, con la izquierda, rasita. Una alegría de la repera, pero yo ya no lo pude disfrutar”.

De blanco

“El Sporting estaba en una situación económica delicada y se sabía que el Madrid iba a pagar la cláusula, que era de 250 millones de pesetas. No hubo ni posibilidad de negociar. En otra situación, si el Sporting me lo hubiera propuesto, habría seguido. Para mí significó abandonar mi equipo de toda la vida, consciente de la oportunidad que se me presentaba”.

“También se interesó el Barça, pero no fue solo la oferta económica, sino el seguimiento, las reuniones. Cuando eres profesional miras lo que es mejor para ti y para tu familia”.

“Me costó marcharme de Gijón. Era muy joven, inmaduro, te vas a una ciudad enorme. Cada vez que veía una matrícula de Asturias, me entraban ganas de estar en mi tierra. Pero aquello me curtió, me sirvió para mejorar. En Madrid me encontré con un club enorme, pero con muy buena gente. Me trataron muy bien, no tengo ninguna queja, disfruté del vestuario, gente de un nivel que solo había visto por la televisión”.

Gijonés y sportinguista

“Solo jugué año y medio, pero únicamente tengo palabras de cariño hacia la afición del Sporting. Me podrán achacar lo que quieran, pero nunca que no soy gijonés y sportinguista”.

“Quiero destacar el gran ambiente que había en la primera plantilla del Sporting. En aquella época solo se permitían dos extranjeros y eso se nota. Veo ahora el Athletic y eso era el Sporting en mi época”.

“No sé cuál es el modelo adecuado en estos tiempos, pero el Sporting es un club de cantera y ha destacado por unos valores que para mí siguen vigentes. Hay que seguir invirtiendo en el fútbol de base. En Asturias salen futbolistas, y si no salen se cogen de las comunidades limítrofes. Es una buena opción, más que nada porque la otra es inviable. A todo el mundo se le llena la boca con los de casa, pero yo he visto casos en los que son más exigidos que los de fuera. Al final el aficionado lo que quiere es rendimiento, quiere ver a su equipo ganar. Prefieren ganar aunque sea con once de fuera, lo que me parece lógico, pero la esencia de un club como el Sporting debería de pasar por Mareo. Pero ojo, si fuera fácil lo habrían hecho todos”.

Objetivo, el play-off

“Estoy pendiente siempre del Sporting, pero no en profundidad porque hago un seguimiento de más de 60 jugadores y me coincide con los horarios de los partidos que tengo que ver”.

“La Segunda División es muy compleja y muy igualada. El Sporting lleva toda la temporada arriba. Quizá los dos primeros puestos van a estar muy difíciles, viendo los tres que están arriba, pero puede luchar por el play-off hasta el final y si lo juega es una lotería. El hecho de tener al máximo goleador ya implica que hay posibilidades”.

Caballo ganador

“No descarto entrenar algún día al Sporting. No es un reproche, pero cuando saqué el título de entrenador, si el Sporting me hubiera llamado habría venido de rodillas. Pero solo me llamó la Federación española para la sub-21 y el Barça para el B. En aquel momento nadie se acordó de mí en Gijón. No pasa nada, estarían esperando a que tuviera más experiencia. Pero luego mi carrera, por circunstancias, ha ido por otro lado. No creo que nadie me pueda reprochar nada”.

“Apostar a caballo ganador cuando el caballo ya ha ganado no tiene mucha gracia. Yo soy sportinguista, pero zoquete no”.

“Estoy eternamente agradecido al Barça. Estuve ocho años y llegué a ser capitán y un jugador muy querido y, además, es el primer club que me da la oportunidad como entrenador. Y no es tan fácil dársela a alguien que no sabes si tiene nivel o no. En el curso de entrenador, que hice con Guardiola y Abelardo, los compañeros me decían que iba a tener ofertas. Pero ser buen jugador no significa ser buen entrenador”.

“Ojajá pueda dirigir un partido de la selección en El Molinón. Yo lo veo cada vez que voy de vacaciones y es un estadio emblemático y, como sportinguista, me trae muy buenos recuerdos. Disfruté de una infancia y una juventud maravillosas en Gijón. Viví a la sombra de El Molinón, andando hasta Pumarín, ida y vuelta, con la ilusión de ver al Sporting”.

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