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Un malagueño se tatúa El Molinón: Sportinguismo a flor de piel

El andaluz Antonio Galdeano, de origen asturiano, se tatúa el estadio gijonés: “El ascenso en el Villamarín fue el mejor día de mi vida”

Galdeano posa con el tatuaje recién realizado. Ángel González

Hay quien vive el sportinguismo a flor de piel. Lo extraño es hacerlo a casi mil kilómetros de distancia, el espacio que separa Gijón de Málaga, de donde es oriundo Antonio Galdeano Bernardo. Este malagueño de ascendencia asturiana se confiesa “sportinguista desde la cuna”. Una condición de la que ahora puede presumir más que nunca: ayer, aprovechando su visita a la villa de Jovellanos para seguir el Sporting-Málaga del domingo, se tatuó el estadio de El Molinón en su brazo izquierdo. “Quería tatuarme un icono, algo que demostrara ese sentimiento sportinguista y asturiano, y además hacerlo en Gijón”, explica el joven andaluz: “El Molinón engloba gran parte de este sentimiento”. Junto al estadio gijonés, otro detalle: la firma de su prima, María Yenes, que fuera capitana del Sporting Femenino. “Para mí es un orgullo decir que mi prima jugó en El Molinón, quiero tenerlo ahí para siempre”, remarca.

Galdeano, segundo por la izquierda, con amigos malaguistas, béticos y sportinguistas, en el estadio.

La pasión por el Sporting le nace a Galdeano de su madre, gijonesa, y su familia. “Al nacer, ya me trajo a bautizarme a Gijón”, rememora. Sus primeros recuerdos en rojiblanco: su tío entonando cánticos sportinguistas y ver a sus primos con las camisetas del club. “No voy a decir que el Sporting lo es todo para mí, pero casi”, explicita, “es un símbolo de mi familia, esa unión, esa tradición y ese sentimiento”. Por eso, asegura que “no puedo explicar lo que siento cuando veo al Sporting jugar”. En Málaga, no pasa desapercibida esta circunstancia: “A la gente le extraña, pero me hace sentir especial”. Desde allí sigue los partidos de su Sporting. “El gol de De las Cuevas en el Bernabéu lo canté como si estuviera en Gijón”, recuerda. En su armario, aquella camiseta, la del centenario, otra de Bernardo y Barral. Pero en su casa también tienen tintes rojiblancos pantalones, chaquetas, balones, el ambientador del coche y hasta un cojín de Manolo Preciado.

El partido del domingo fue especial para él. Fue el primero que vivió en El Molinón con sus amigos de Málaga de toda la vida. “Me emocioné bastante por vivirlo con ellos”, incide, “era algo que quería hacer en mi vida y por fin cumplí”. Aunque durante el encuentro “lo pasé muy mal, porque fue un partido muy intenso, incluso nos picamos entre nosotros, pero siempre con respeto”. Todo para lograr una sufrida victoria final que “disfruté como un niño”.

Sin embargo, no es su mejor recuerdo como rojiblanco. Ese lo vivió en Sevilla, con uno de los amigos que le acompañó el domingo, bético. “Hasta que sea padre, el ascenso del Villamarín es el mejor día de mi vida”, descerraja Galdeano. “Con el gol del Lugo pensé que me caía de la grada”, sentencia demostrando un sportinguismo que ya tiene marcado en su piel.

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