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Manuel Vega-Arango Alvaré Memorias / 1 | Expresidente del Sporting

El repaso de Vega-Arango a la historia del Sporting: “Cuando regresé al Sporting estaba como el ‘Titanic’ ”

“Fui a negociar con Javier Solana el tema de las quinielas y me dijo: ‘No te metas en problemas que tú tiras con salvas y yo con fuego real’; no le gustó lo que le dije, ordenó quitarme del medio y lo dejé”

Manuel Vega-Arango Alvaré, expresidente del Sporting Ángel González

“Hablo muy poco de mí, nada de los demás y mucho de las cosas”. Así se presenta Manuel Vega-Arango Alvaré (Luanco, 17 de agosto de 1938) en cuanto el periodista aprieta el botón rojo de la grabadora. Lo hace desde una silla desde la que domina todo el Club de Tenis de Gijón, uno de sus lugares favoritos de la ciudad en la que ha desarrollado lo bueno y lo malo de una vida que suma 83 años.

Presidente del mejor Sporting (1977-1986) y del que estuvo a punto de desaparecer (2002-2013), la historia del club rojiblanco no se puede entender sin la figura del que empezó en el club de jugador como Alvaré (1956-62) y acabó siendo conocido como “don Manuel” en Mareo y en el fútbol español. Tipo con el ego deportivo cubierto, como él mismo subraya, fue el primer presidente de la Liga de Fútbol Profesional (1983-84), presidente de la Federación Asturiana (1988-94), además de consejero delegado del Sporting (1997-2002). Toda una vida ligada al balón en la que tuvo tiempo para tener nueve hijos y ahora disfrutar de sus trece nietos.

El nacimiento y la orfandad. “Mi familia veraneaba en Luanco. Y el evento ocurrió allí en agosto. Quedé huérfano a los dos meses y medio. Mi madre murió de un cáncer de pecho. Tenía unos tíos –él era el hermano de mi madre– que no tenían hijos, se encariñaron conmigo y me llevaron cuando tenía tres meses. Vivían en Gijón. Era una familia acomodada, una familia de la que me siento muy orgulloso. Me inculcaron valores y lo que es la vida. Fueron mis padres. Mi apellido era Alvaré Herrero, y de inmediato me lo cambiaron a Vega-Arango Alvaré. Con mi padre biológico tuve muy buena relación. Era una gran persona. Era juez en Avilés”.

Aquel Gijón de los 50. “Era una vida muy diferente a la de ahora, muy familiar. Teníamos un respeto muy grande por nuestros padres, que eran los que nos marcaban el camino. Había que cumplir con el horario de llegar a casa, con los estudios… En ese sentido hemos perdido algo de fuerza”.

Los estudios. “Empecé en los Jesuitas con seis años. Estaban reconstruyendo el colegio del Simancas, que había quedado destrozado en la Guerra Civil e íbamos a un edificio que tenían en la calle Cabrales. Formábamos en la calle y subíamos a las clases de la Inmaculada. Mi padre era muy exigente, como yo ahora con mis nietos. Quería que me formara bien. Me decía: “Una persona sin cultura y sin estudios no es nada”. Luego me fui a los maristas de Murcia. Era un colegio que tenía muchísima fama en España. Estaban en el paseo del Malecón. Allí estuve desde el tercer curso al preuniversitario. Y me vino muy bien. Mejoré mucho. No era un colegio para niños rebeldes porque nunca fui rebelde en ningún sentido. Luego estudié Derecho. Primero con Don Fermín García Bernardo, que preparaba muy bien a sus alumnos, y luego ya los dos últimos años los hice en Oviedo. En aquellos años se fundó el Universitario, un equipo de fútbol capitaneado por Manolo García. Y allí jugué siendo estudiante”.

El fútbol como juvenil. “Mi primer contacto con el fútbol fue con el juvenil del Sporting. En aquellos tiempos (1953) no había filiales, ni equipos cadetes, ni nada de eso. Era el Real Sporting y nada más. Y entonces a Luis Menéndez, que fue nuestro primer entrenador en juveniles, le dijeron que montara un equipo, que de aquella comprendía desde los 15 a los 18 años. Fueron por todos los colegios de Asturias buscando jugadores. Hicieron unas pruebas y tuve la suerte de ser uno de los elegidos. A los 18 pasé al primer equipo. Era delantero”.

El fútbol como amateur. “Estuve en el primer equipo desde los 18 hasta los 24 o 25 años, hasta que me casé. Jugué en Primera y en Segunda. Al principio me costó trabajo jugar, pero cuando lo dejé lo hacía habitualmente. Aunque el fútbol ha cambiado mucho, el jugador antes también se cuidaba. Eran profesionales. Había más amor a los clubes y a los colores. Ahora imperan otras situaciones”.

Prohibido cobrar. “Que me pregunten cuánto fue mi primer sueldo como futbolista me da la risa. Nunca cobré ni una peseta del Sporting. Fui amateur al cien por cien. En el Sporting jugué siempre gratis. Mi padre no quería que cobrara. “No te falta nada”, me decía. Si me hubiera empeñado habría cobrado, pero yo tampoco quería. El Zaragoza y el Atlético de Madrid me quisieron fichar, pero el Sporting era mi club”.

Vega-Arango, Quini y Vicente Miera en la entrega al delantero del Sporting de uno de sus trofeos "Pichichi"

Los negocios. “No desarrollé la carrera de Derecho porque entré en los negocios familiares. Cuando me casé mi padre me dijo que me tenía que meter ahí, que tenía que pensar en el futuro. Y el fútbol con los negocios no cuadraba porque había entrenamientos, viajes… A medias no podía estar. Teníamos muchísimos negocios en diversos sectores. Nos iba muy bien. Ya en la etapa de presidente por el Sporting abandoné mucho mis negocios. También ayudé al club con dinero. Cuando no había (dinero en el Sporting) ya sabían a qué cuenta corriente tenían que mandar lo que correspondiera. Pero yo estaba en el fútbol porque era un sportinguista nato. El fútbol me costó muchos disgustos, pero me encantaba”.

El fútbol como directivo. Ángel Viejo Feliú decidió dejar la presidencia del Sporting. Yo era muy amigo de la familia. Intenté convencerle para que siguiera. También mi padre. Lo conocía porque en las construcciones que tenía le encargaba la obra de saneamiento a Feliú. Y fue cuando Feliú me dijo: ‘¿Por qué no te presentas tú?’. Dije que no, que no quería meterme en líos. Pero la cosa se fue enredando, se corrió la voz en la calle y me acabé presentando. Solo me presenté yo. Estuve diez años. Lo bueno y lo malo ahí está”.

La construcción de Mareo. “Feliú fue el que tuvo la idea de Mareo. Compraron unos terrenos con parte del traspaso de Churruca (24 millones para el solar de los 52 de la venta) e hicieron el proyecto, pero a la hora de empezar la obra Ángel dice que se va por motivos familiares y de trabajo. Así que nos encontramos con ese pancho nada más llegar, una obra sin comenzar que tenía un presupuesto de 425 millones de pesetas. En la primera junta directiva que tuvimos recuerdo que Florentino Fernández, el tesorero, nos advirtió de que ni había dinero para acabar la temporada y ni mucho menos para levantar Mareo. Le dije que tranquilo, que lo íbamos a hacer. Fuimos a Lezama, que estaba de moda, para copiarles. Ampliamos la idea. Se hizo y se inauguró. Era muy amigo de Pablo Porta, gran presidente de la Federación. Me vio preocupado con el tema de Mareo y me preguntó por la obra. “Pablo, no sé dónde nos metimos”, le reconocí. Y nos dio una subvención de 45 millones. El resto lo logramos yendo a los bancos, avalando… Me ayudaron mucho Juan Nespral y Rafael Murillo, y también el resto de los directivos. Eran todos muy buenos. También nos ayudó mucho José Manuel. Cuando se lesionó quiso ser segundo entrenador, pero me negué. Le pusimos a estudiar temas de economía y algo de inglés y se convirtió en gerente sustituyendo a Jesús Barrio. Hizo una labor impresionante”.

La época dorada. “Casi que no quiero ni hablar de ella porque hay gente de sobra que puede contar cómo fueron aquellos años. Si llega a ser en estos tiempos, el Sporting hubiera jugado cinco veces la Liga de Campeones. Sin olvidar el subcampeonato de Liga, las dos finales de Copa, de cómo nos invitaban a todos los torneos más importantes: el Carranza, el de Pamplona… Fueron años maravillosos que ojalá se repitan para dar al club, a Gijón y Asturias esa calidad deportiva que se merece. Aunque no va a ser fácil”.

Los títulos que no llegaron. “¿Faltó suerte para ganar un título? No lo sé, son imponderables. Se pudo ser campeón en aquel partido vital contra el Real Madrid que perdimos 0-1 en El Molinón después de haber empatado la jornada anterior en Salamanca, donde amonestaron a Ferrero y a Doria, lo que acarreaba sanción para ambos. Coincidió (sonríe) que al domingo siguiente jugábamos con el Madrid”.

Las claves del éxito y Quini. “Estuvimos arriba muchos años sin un gran poderío económico. Había buenos jugadores, la mayoría de la cantera. Cuando Quini se marchó a Barcelona creyeron que se hundía el mundo. Era un gran jugador, un goleador nato, que con los salarios de hoy en día se hubiera hinchado. Cuando se fue me decían: “Ya se acabó el Sporting”. Y el Sporting siguió triunfante. Había algo más. De vez en cuando viene bien recordarlo porque la gente pierde la memoria. Tuve pocos y muy buenos entrenadores. Luego ya en la siguiente época fue muy diferente. Únicamente hubo tres entrenadores: Miera, Novoa y Boskov. Hicieron una gran labor. A Boskov la gente no lo quería por quedar octavos. Estaban acostumbrados a quedar segundos y terceros”.

La política. “Dejé el Sporting porque me ofrecieron entrar en política (Alianza Popular, a la que nunca cita, a través de Francisco Álvarez-Cascos, al que tampoco menciona). Me equivoqué total y absolutamente. Hubiera podido seguir sin ningún problema en el Sporting porque no tenía ni oposición. Estaba muy bien relacionado, tenía muchos contactos y vieron en mí una baza importante para las elecciones de 1986 al Senado. Se portaron muy mal conmigo. Me engañaron de mala manera. No cumplieron nada. No solo me prometieron que iba a ser senador, si no que iba a ser portavoz para temas del deporte en el Senado por ese partido (AP). Y nada se cumplió. Pero así es la política. Sí que hay políticos buenos, pero otros muchos van a vivir y a medrar. Nada más”.

El primer presidente de LaLiga. “En algunos momentos fui sumamente estúpido. Defendí a los clubes, pero ellos no me defendieron. Fui votado como presidente por todos los clubes de Primera y de Segunda salvo uno, el Sporting. No me parecía correcto votarme a mí mismo. De aquella el Estado daba a los clubes el 1% de las Quinielas. Fui a ver al ministro de Cultura y Deportes, Javier Solana, que me lo había presentado Pedro de Silva. Le dije: “Ministro, tenemos que hablar del tema de las quinielas: ponemos los payasos, los animales, la carpa… Lo ponemos todo y sólo nos dais el uno por ciento. El resto no sé con quién lo repartirás”. Tengo grabado lo que Solana me contestó: “Manolo, no te metas en problemas que tú tiras con salvas y yo tiro con fuego real. ¡Olvídate del tema!”. No le gustó y ordenó quitarme del medio. Empezaron a rascar por detrás y a moverme la silla. Era el año 1983 y el PSOE tenía todo el poder. Estaba defendiendo al fútbol, pero el fútbol no me defendió y se quedó quieto. Así que opté por dejarlo”.

Manuel Vega-Arango con José Luis García y el "Oscar" por "Volver a empezar"

El paso por el fútbol modesto. “Luego me piden presidir la Federación Asturiana. Es el otro fútbol, un fútbol muy sacrificado, en el que hay muy poco dinero. En el fútbol modesto están realmente a los que sí les gusta este deporte y se mueren por él. Cada vez está más oscurecido por el fútbol profesional. Pero están aguantando, cosa que me alegra mucho”.

El regreso al Sporting y el desastre del 98. “Me llamó Pepe Fernández cuando se marchó de la presidencia (año 1997). Lo conocía de hacía bastante tiempo porque habíamos jugado juntos un año en el Sporting. Y a su padre, don José, le tenía un gran cariño. Era un gran tipo, una gran persona. Fui a casa de Pepe con Luis Mitre, un gran amigo mío, y me planteó la situación. Era un momento delicadísimo y había mucha gente que no quería entrar en el Sporting. Muchos me recomendaron que no me metiera ahí. Me decían: “¡Estás loco, estás loco!”. El equipo tenía tres puntos (hizo 13 en toda la temporada y descendió a Segunda) y no había un duro. Pero es en los malos momentos cuando se ven a las buenas personas. Primero estuve de consejero delegado y acabé de presidente cuando un día, de repente, Juan Pérez Arango desapareció. ¿Si se hicieron muchas locuras? No voy a acusar a nadie. Cada uno con su conciencia y con su forma de ver la vida. Hubo traidores y gente que no se comportó como debía. Fuimos a salvar al Sporting cuando estaba hundido a diez mil metros de profundidad. No llegamos cuando ya había pasado el oleaje y ya se veía salir el periscopio. Así es muy fácil venir. No digo más”.

Salvando al “Titanic” y la venta de David Villa al Zaragoza. “Encontré al Sporting como al ‘Titanic’”. Ahí fue donde se vieron a los buenos sportinguistas y a los que quieren al club. No había nada. Se vendieron las marcas, Mareo... Los jugadores llegaron a negarse a jugar por los impagos. Vendimos a Villa, pero por poco se nos estropea la operación a última hora porque se metió gente por el medio. Como el Sporting estaba muerto pretendían que acabara en Segunda B para sacar más barato al jugador. Tuve que convencer a Solans (presidente del Zaragoza) para que cumpliera con la palabra dada. Si me entrego y las cosas se hacen como pretendían otras personas, Villa se hubiera ido gratis”.

Alfredo García Amado y los cortes de luz. “Alfredo fue un gran director general. Y ayudó mucho a sacar adelante el club. A mí, como a Alfredo, me atacaron por tierra, mar y aire. También las llevé. Pero había que callar, no rendirse y sacar adelante al club. Que era lo importante y es lo que se consiguió. Ahora hay dinero, pero cuando yo era el presidente no había nada. Estábamos un día sí y otro también en el juzgado dando la cara por el Sporting. Y no digo las veces que nos cortaron la luz porque igual alguno se cae de espaldas. Cada vez que veía entrar por la puerta de Mareo aquella furgoneta gris de HC se me venía el mundo encima. Cuando nos cortaban la luz se paraba el club. Pero me las arreglaba para que al día siguiente la dieran otra vez. Y lo hice más de una, más de dos, más de tres y más de cuatro veces. Fue una época durísima. Pero tuvo más mérito esta segunda etapa en el Sporting que la primera”.

El concurso de acreedores, el ERE, las huelgas… “Fue durísimo. Un concurso de acreedores es durísimo. Las puertas se te cierran totalmente. ¿Y el ERE? Tuve que mandar para su casa a gente que yo había metido en el club en mi primera etapa, decirles cara a cara que se tenían que ir. Fue tremendo, con paros de jugadores y trabajadores. Tenía que tomar pastillas para dormir. Pero la relación con los administradores concursales, Celestino Suárez Viñuela y Antonio González Busto, fue excelente. Ayudaron mucho al club a salir adelante. Formamos un gran equipo. Entendieron rápidamente cómo funcionaba el fútbol. Insisto, aunque hubo una primera etapa de presidente en la que todo fue brillante y hubo muchas flores, considero que fue mucho más meritoria la segunda con todos los problemas que tuvimos”.

Las obras de El Molinón. “Hubo dos reformas de El Molinón. Una fue para el Mundial 82 y otra que culminó en el 2011. Cuando no había ni un duro (por la crisis del ladrillo) y los ayuntamientos ni querían ni podían, convencí a la alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, que se portó maravillosamente bien. Me decía: “Manolo, si no tengo dinero para nadie, ¿cómo lo voy a tener para el campo de fútbol?” Había que hacer la obra porque el campo estaba muy mal, un día podía caerse. ¡Otra casualidad! Dos reformas del campo, y las dos con Manuel Vega-Arango de presidente”.

La salida del club tras dieciséis años junto a la familia Fernández. “¿Si me sorprendió mi salida del Sporting? A mí ya no me sorprende nada. Todos te quieren mucho, pero por el interés. En términos generales, es un mundo de desagradecidos. Nadie se acuerda de lo que hiciste, pasan. Me fui. No voy a decir cómo, ni por qué. Y sí, me habían prometido ser presidente de honor. Fue algo ‘vox populi’. Estaba encantado con esa posibilidad porque para mí era un premio que me daba el club donde nací, donde me crié, donde jugué, donde fui presidente… El Sporting es como mi familia, mi vida: le quiero. ¿Y se ha cumplido? Lo triste es que además de todo esto hubo un accionista que preguntó por el tema en una junta general. La mesa contestó que había rehusado el ofrecimiento. ¿Si lo rechacé? ¿Usted qué cree? No voy a hacer más comentarios al respecto”.

El modus vivendi al margen del fútbol. “Seguí trabajando en mis cosas. En el Sporting nunca cobré. Los presidentes no podían cobrar, lo tenían prohibido, hasta que llegó este señor (se refiere a Javier Fernández) e hizo una junta de accionistas para poder hacerlo. Ojo, que me parece muy bien”.

El matrimonio con Cuca Alonso. “Me caso y me meto en los negocios familiares. Fue una maravilla. Cuatro años de noviazgo y nueve hijos. Es lo mejor que me pudo dar la vida. No puedo decir nada malo. Luego en la vida hay cosas que ruedan como ruedan, pero son asuntos personalísimos. Cuca era una gran mujer, una gran madre. Tras la separación nos llevamos fenomenalmente. El día de Navidad y la Nochevieja los pasábamos todos juntos”.

La leyenda de dandi, bon vivant… “Quien me conoce sabe cómo soy y que la mayoría de las cosas malas que se dicen de mí no son ciertas. Me pusieron una etiqueta falsa, me crearon una leyenda negra que no es así. Desde que me separé viví solo o con alguno de mis hijos”.

La pelea con José María García. “Era un tipo con mucho poder. En un programa en la previa de la primera final de la Copa que jugamos me levanté en directo y me fui porque se metió de mala manera con Pablo Porta. Le insultó y le faltó al respeto. Le dije: ‘Vine aquí encantado de la vida y agradecido. Habla de fútbol, habla de mí… Pero delante de mí no digas esas cosas de un gran amigo como es ‘don Pablo’. No me hizo ni ‘punto’ caso. Siguió, así que me levanté y me fui. Desde ese momento me empezó a perseguir de una forma brutal, brutal. Lo peor que puede tener el periodismo es el ensañamiento. Me dio a muerte. No respetó ni a mi mujer ni a mis hijos. Se metía con mis negocios, con mis cosas… Fue tremendo. Me hizo mucho daño. Me llegó a poner espías en el Mindanao, que era el hotel en el que dormíamos cuando íbamos a Madrid. Pero no me pilló en ninguna porque yo era muy limpio. Había gente muy mala que decía que si yo era así, que si era andando, que si tenía, que si no tenía, que si andaba… Y de eso nada. Lo que es posible es que cuando uno está separado pueda tener una pareja, digo yo, ¿o no se puede? Eso no es ser un malvado. Respeté a mi mujer siempre, siempre. Ahora cuando nos encontramos (se refiere a José María García) es una relación de hola y adiós”.

El cabreo de Santiago Bernabéu. “Bernabéu me quería mucho. Pero en un partido en el Bernabéu en el que empezamos ganando 0-2 se marchó en el descanso. ‘Manuel, me voy. No puedo ver perder a mi equipo en su campo con el Sporting’. Y se marchó. El partido acabó 3-2. El árbitro, un balear (se refiere a Borrás del Barrio), nos metió un embarcazo terrible. También tuve muy buena relación con Mendoza, con Lorenzo Sanz, con Calderón, con Florentino… Fui muy amigo de Joan Gaspart. Siempre que iba a Barcelona cenaba en su casa. Me llevaba fenomenal con José Luis Orbegozo, presidente de la Real Sociedad. Aquí ganaron una Liga. Siempre que venía íbamos a cenar con Cuca y su mujer a Prendes”.

“Non podo” y los 100 millones de pesetas. “Quini se fue y llegó “Non podo” (se refiere al portugués Gomes). Lo compramos por 30 millones de pesetas y lo vendimos por 42. Al principio tuvo mala suerte con las lesiones. Yo quería que se quedara, pero él no. Decidió irse cuando no fue titular en la final de Copa, que además la televisaban para Portugal. ‘Presi, no me quedo ni por 100 millones’, me dijo. No fui capaz de convencerlo. Regresó al Oporto y ganó dos ‘Botas de Oro’. ¡Y decían que era malo! Fue una pena que no siguiera. Era un gran jugador”.  

La muerte de Cuca y sus nueve hijos. “Son lo mejor que me han pasado. Se preocupan por mí, nos vemos asiduamente, hablo regularmente con los que viven fuera… Es una familia a la que la muerte de su madre (Cuca Alonso, colaboradora de LA NUEVA ESPAÑA, falleció el 1 de diciembre de 2020) le ha producido una tristeza y un dolor tremendo. Pero la vida es así. Otro día me iré yo”.

Su filosofía vital. “Aunque no lo parezca, siempre leí muchísimo, sobre todo biografías, y el Quijote dos veces. Y siempre he intentado aplicar uno de los consejos que le daba el Quijote a Sancho: ‘Haz el bien a todo el mundo siempre, y no hagas el mal a nadie’. Y siempre procuro llevarlo a efecto, siempre”. 

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