Óscar Castro, hijo de Quini: "Sigue presente en nuestras vidas"

"Pasé momentos ‘jodidos’. Fue un shock muy grande", revela el hijo menor de la leyenda del Sporting

Óscar Castro, hijo de Quini.

Óscar Castro, hijo de Quini. / LNE

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

Hoy, el Sporting, el Fútbol Club Barcelona, la Selección, el fútbol nacional, el mundial, el deporte en general recuerda que hace justo seis años perdió a uno de sus mayores referentes de una forma tan dura como injusta. De repente. Para Óscar Castro aquella noticia supuso mucho más que la pérdida del mito: Gijón perdía a un ídolo, es cierto, pero él se quedaba sin su padre. Sin su amigo. Sin su soporte. Sin su compañero de confidencias. En cierto modo, sin red. Aquella noticia, como admite ahora, le llevó al límite. El duelo dio paso al silencio. Y luego llegó lo peor: el vacío. Un vacío que, como cuenta, fue difícil de soportar.

El hijo menor de Quini –el cuarto de los cuatro hermanos Castro– se abre en canal ahora con LA NUEVA ESPAÑA. "Yo pasé momentos ‘jodidos’. Lo pasé mal", asume. "Tengo el día y la hora grabados. Siempre me viene a la cabeza y más por estas fechas", explica sobre aquella fatídica fecha que dice por lo ‘bajini’, como sin querer recordar: "27 de febrero". "Es que yo nunca había tenido una pérdida tan directa. Me habían faltado un abuelo, una abuela... Cuando eres pequeño piensas que tus padres son superhéroes, que son inmortales. Piensas ‘nunca me van a faltar’. Fue un shock muy grande, la verdad. Con el paso de los años uno se da cuenta que nadie es indestructible".

Óscar perdió a su mayor soporte con 33 años. Su hija, Lola, se quedó de forma repentina sin su abuelo cuando apenas pudo celebrar con él cinco navidades, demasiado pronto. Ahora Óscar tiene 39, vive cada día con el recuerdo sobre sus espaldas, y su pequeña ya suma 11, se le hace mayor poco a poco. "Uno siempre piensa que quizás podía haber aprovechado algún momento más. O hacer alguna cosa más con él", recalca.

"Mi padre era todo, todo, para mí: hablaba siempre con el después de los partidos. Acababa un partido del Sporting y lo primero que hacía era llamarlo para preguntar su opinión. Se echa de menos todo. Se echa de menos ir a casa y no verlo. Ver que tus hijos crecen, y que él no está", añade.

–¿Cómo se cubre ese vacío?

"¿Ese vacío? No se puede cubrir de ninguna manera. Pero en cierto modo él siempre está presente en nuestras vidas, aunque no esté entre nosotros. A mi hija y a mis sobrinos les inculcamos lo que era él para la ciudad y para el Sporting. A veces alguien nos para y habla, y yo le digo a Lola: ‘Cariño, era un amigo de ‘güelito’. Mi hija siempre va a El Molinón con la camiseta de Quini con el número 9. Y cuando le preguntan ¿quién era el mejor? Ella siempre dice: ‘mi abuelo’", ríe.

Óscar ha heredado el sportinguismo de su padre. Un sentimiento que lleva en los genes, que no depende de nada, porque es puro: no va de propietarios, ni de categorías, ni tampoco de resultados. Cuenta, divertido, una anécdota que resume qué significado tiene Quini en su vida; que confirma que el Brujo es eterno. "Mire le voy a contar una cosa que sucedió en el último derbi en El Molinón...", comienza a contar con algo de timidez. "Estaba viendo el partido en casa. Y cuando sucede el posible penalti –el de Varane sobre Paulino–, y el árbitro lo está revisando... me fui de casa. Me dice la ‘muyer’: ‘¿Dónde vas?’ Salí, me puse a rezar, y dije ‘Papá, si estás ahí, que ganemos este partido....’. Dicho y hecho.

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