Dani Queipo. Futbolista del Sporting

Queipo, la batalla mental que venció en enero y una meta: "Creemos cien por cien en poder conseguir el objetivo"

"La presión en El Molinón se siente bastante, un canterano se autoexige más y a veces eso te puede llegar a bloquear"

Dani Queipo, en Mareo.

Dani Queipo, en Mareo. / Juan Plaza

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

En poco menos de quince días pasó de irse de El Molinón en medio de una sonora bronca a ser aclamado en el mismo escenario al hacer el gol de la tranquilidad ante el Andorra. Dani Queipo Menéndez (La Fresneda, Siero, 2002) vive con naturalidad la montaña rusa del fútbol. En su encuentro en Mareo con LA NUEVA ESPAÑA, el jugador del Sporting tampoco esconde el peaje a pagar en algunas ocasiones, las batallas internas de un deporte que pone a prueba la fortaleza mental. "Después de Navidad realicé unas sesiones para ser consciente de que valía para el primer equipo del Sporting. Se te pasan por la cabeza muchas cosas. Eres joven y tienes dudas", confiesa sobre su consulta a especialistas en salud mental. Reforzado en todos los sentidos, afronta las tres últimas jornadas convencido "al cien por cien" de que el equipo logrará el objetivo.

–Si echa la vista atrás, ¿esperaba verse consolidado en el equipo y luchando por un ascenso con el Sporting?

–Una vez que llegas y eres consciente de que formas parte del primer equipo, sueñas con alcanzar lo más grande. Por suerte este año estamos peleando por ello. Si no lo visualizas, al final no sucede.

–Comentaba Miguel Ángel Ramírez tras el partido ante el Andorra que a usted no le han afectado ni la presión ni los malos momentos.

–Aunque dijese que los malos momentos no se sufren… evidentemente se sufren. De todas formas, creo que este año he madurado mucho en ese sentido. He aprendido a lidiar y poder ganar esa batalla mental. Poder sobreponerme de mejor manera que si me hubiera pillado de recién llegado.

–¿Cómo pasó la noche tras el partido ante el Villarreal B en el que hubo tanto runrún en el estadio?

–A ver… Que te silben en El Molinón en el cambio no le hace gracia a nadie. Y más siendo de casa. Bueno, entiendo que no era una cosa personal. Me hubiesen pitado a mí como hubieran pitado a otro. Hay que darle la importancia que tenía, la justa. El siguiente día, a llegar al entrenamiento y a "comerme el prau". Así se vio el siguiente partido, ante el Espanyol; salí, tuve energía, se me vio buen partido. Todo a pesar de haber venido de esa situación. Por así decirlo, hasta ese momento todo me había venido a favor. Puede chocar, pero creo que esa madurez de la que hablaba me ha ayudado.

–¿Le da muchas vueltas a la cabeza? ¿Llega a pensar "igual no doy el nivel"?

–No eres dueño de tus pensamientos. Tienes pensamientos incontrolables. Depende de ti con qué quedarte y a qué hacerle caso.

–¿Cómo lo gestiona?

–Tuve momentos difíciles esta temporada. Sobre todo cuando entraba en el equipo, parecía que iba bien, empezaba a tener continuidad y llegaba una lesión. A base de tiempo, hablando con mucha gente, expresarlo…

–¿Le cuesta abrirse a su entorno?

–Bueno, como nunca lo necesité… Cuando llegan los malos momentos, lo mejor es soltarlo. Compartirlo con gente cercana o con profesionales. Lo que haga falta. Nunca necesité ese apoyo y ahora sí que me costó en cierta parte. De todas formas, no se me caen los anillos por cambiar ese comportamiento, vaya.

–¿Ha necesitado el apoyo de un coach o psicólogo?

–A mitad de temporada, después de Navidad, sí que contacté, realicé una serie de sesiones para ser consciente de que valía para el primer equipo del Sporting. Muchas veces se te pasan por la cabeza muchas cosas. Uno es joven y tiene dudas.

–Aunque le refuerce su entrenador.

–Si es que muchas veces son pensamientos de mier... que tienes en la cabeza, más que una realidad. Pero como no eres dueño de tus pensamientos, alguno se te cuela por ahí y eso sí que me ayudó, el tener esas sesiones.

–¿Ha hecho "reset"?

–Sí, creo que sí. No digo que esté por encima de todo, pero sí mucho más tranquilo, mucho más sereno.

–La sociedad valora al futbolista como un afortunado. Usted que ha quemado etapas tan rápido ¿también siente todo lo que se pierde?

–No creo que me haya perdido nada. Me siento un afortunado en ese sentido. Lo que pueda perder, años de juventud en cuanto a salir de fiesta, eso no me da… Estoy viviendo cosas que cualquier persona de mi edad pagaría por vivir. Estoy viviendo lo que soñé desde pequeño.

–¿Es capaz de dejar al margen el fútbol cuando llega a casa?

–Sí. Es una de las cosas que más les reclamo a mis padres. Cuando llego a casa, me preguntan por el día. Lo normal. Al final el fútbol es como un trabajo. Cuando llego a casa me apetece desconectar, no quiero saber nada del fútbol hasta el siguiente día.

–¿No ve partidos?

–Muy poco. Era mucho más futbolero antes, de pequeño. Creo que lo quemé tanto que ahora, como me toca vivirlo desde dentro, más profesionalmente, pues…

–¿El fútbol es para usted un hobby o un trabajo?

–Las dos. Sin duda. En el momento que se profesionalizó todo un poco más en mi vida, pues dejas de hacer cosas como ir a jugar con los amigos, esa parte más lúdica se puede diluir en favor de lo más serio.

–El Molinón ¿lo sufre o lo disfruta?

–Tiene de todo. Se siente la presión bastante. Y como canterano, al ser de la casa, uno se autoexige más de la cuenta para hacerlo bien. Muchas veces eso es lo que, pienso, te puede llegar a bloquear. Eso es lo que puede hacer que no rindas como sabes.

–Hay jugadores que han dado su mejor versión fuera de ese entorno. ¿Puede llegar a anular esa presión?

–La afición es muy intensa, pero no creo que sea así. El Sporting es un club muy grande y tiene la presión que tiene que tener. La gente deposita en nosotros sus esperanzas y su ilusión, debemos representar de la mejor manera a este club y saber lo que llevamos en la camiseta.

–¿Cómo desconecta de las redes sociales?

–No las tengo tan enfocadas al mundo del fútbol, así que… Si estuviera pendiente de ello no viviría. No por lo negativo, aunque fueran cosas buenas. Mis amigos me pasan cosas y les digo que prefiero no saber ni lo bueno ni lo malo. Intento abstraerme.

–¿Qué inquietudes tiene al margen del fútbol?

–Los exámenes de la convocatoria de mayo de ADE (Administración y Dirección de Empresas).

–Le preocupa qué pasará en su vida más allá del fútbol.

–Está claro, pero una vez que empiezas una carrera… En mi caso tengo ya casi tres cuartos de la carrera terminada. Entiendo a la gente que lo deja cuando se dedica al fútbol, pero para mí tener esa parte para tener los pies en el suelo viene bien. Por esa parte, para desconectar, viene bien.

–¿Ha tenido la tentación de crecerse, de sentirse más importante por ser futbolista?

–No. No creo. Pienso que no ¿eh? Si alguien opina diferente, no me hago responsable. No creo que haya tenido nunca comportamientos fuera de lugar ni aires de grandeza. Ni ahora que podría decirse que podría hacerlo, que tampoco, ni nunca.

–¿Se siente lejos del prototipo de futbolista?

–A veces me lo dicen. Me repudia bastante el comentario típico de que "ah, mira, este es futbolista". Y ya por eso pueden juzgarte de una manera. La mayoría de los futbolistas son personas totalmente normales.

–¿A pesar de ser jóvenes y con altos salarios piensa que le preocupan las mismas cosas que los demás?

–Cierto tipo de preocupaciones se pueden llegar a reducir. No sé qué decirle. En todo caso, preocupaciones de la vida diaria, de rutina, de la familia, son las mismas. Somos unos privilegiados, pero no por eso eres mejor ni vas a ser más que nadie.

–Volvió a marcar la pasada jornada. ¿Su fútbol crece cuando está más cerca del área?

–Me encuentro cómodo ante la posibilidad de finalizar en el área. Roque Mesa me dice muchas veces que tengo que acabar más jugadas, que peco de darle vueltas a la jugada. En la banda, sobre todo por la derecha, estoy un poco más cohibido. Por la izquierda estoy un poco más cómodo. A mí me gusta terminar dentro, acabar cerca de la portería.

–¿En la cantera siempre jugó en banda?

–Siempre jugué por la izquierda. La temporada que más destaqué en el filial y doy el salto al primer equipo es cuando acabé jugando como segunda punta. Esa libertad de no estar atado a una posición me hacía sentir muy cómodo. Es por eso que estuvimos cerca de conseguir el ascenso ese año (en el filial).

–Lleva tres goles, los mismos que el año pasado. ¿El objetivo ahora es el ascenso o hay algún otro personal?

–El objetivo ahora, tanto colectivo como individual, es conseguir el ascenso. Hay que sacar los tres puntos en el partido que nos viene y en los que nos quedan.

–¿Cómo está el ánimo en el vestuario? ¿Hay confianza?

–Mucha. Los entrenamientos los llevamos además con mucha alegría y con mucha exigencia también. Vamos a llegar a los últimos partidos con las fuerzas y los ánimos muy altos.

–¿Cree a ciegas en conseguirlo?

–Cien por cien. Si no lo hacemos nosotros, no lo va a hacer nadie.

–Acaban los entrenamientos tan exigidos como en un partido.

–Sobre todo en los del inicio de la semana, pero no es como un partido. No por la carga física, sino por la exigencia mental. El estar jugándote cosas, con esa presión, pues te hace cansarte de más, aunque no recorras tantos kilómetros.

–¿Pesa salir al estadio alguna vez?

–Sí, claro. Te puede pasar que se te agarrote todo y que no puedas ni echar un sprint. Lo del miedo escénico existe. La cabeza lo es todo y en el momento que llegan las dudas… Cuando pierdes la continuidad, pues, la confianza lo es todo para el futbolista y lo notas una barbaridad.

–Se le ha puesto el cartel de "jugador número 12". Usted no se conforma con eso, ¿no?

–No. Estoy contento de que el míster pueda contar conmigo como "jugador número 12", por así decirlo, pero todo el mundo quiere jugar más y ser titular. Eso siempre.

–¿Qué compañero le ha impactado más en el primer equipo?

–Cote es una pasada. El pie que tiene con el balón pocos lo tienen. Pedro Díaz tiene una calidad y un despliegue físico tremendo. Gaspar te mete goles en los entrenamientos de todos los colores. Le podría decir mil.

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