El Sporting elige creer: victoria y una vida más para jugársela en Elda (1-0)

Un tanto de Campuzano en el minuto 84 da un sufrido triunfo a los rojiblancos ante el Eibar y permite optar a la promoción en la última jornada de Liga

Ángel Cabranes

Ángel Cabranes

Ser del Sporting es sufrir hasta el final, saber esperar y mantener la fe. Hacer todo eso una y otra vez. Cuando las esperanzas de la promoción parecían esfumarse, cuando el final de una temporada de ilusión parecía escribirse en El Molinón a falta de una jornada para el final de Liga, el equipo decidió creer. Lo hizo primero una afición que puso al escenario la importancia de lo que estaba en juego, en las calles de Gijón y en el campo. Para lo demás hubo que esperar hasta el minuto 84, con el resto de rivales haciendo los deberes y dejando a los gijoneses sin opciones ya de promoción. Solo valía ganar y fue el momento en el que Diego Sánchez buscó la cabeza de Otero, el colombiano peinó al centro del área y Campuzano empujó a la red. Un gol. Una vida más. Todo se decidirá para el Sporting en Elda.

Sporting
alt text
1 0
Eibar
alt text

1-0, min. 84: Campuzano

Alineación Sporting

Yáñez (2);
Guille (2), Insua (2), Diego Sánchez (2), José Ángel (2);
Hassan (1), Rivera (1), Róber Pier (1), Gaspar (2);
Mario González (1), Otero (2).

CAMBIOS

Djuka (2) por Mario González, min. 57; Fran Villalba (2) por Hassan, min. 57; Nacho Martín (2) por Christian Rivera, min. 67; Queipo (1) por Gaspar, min. 78 y Campuzano (3) por Róber Pier, min. 78.

Alineación Eibar

Luca Zidane (2);
Róber Correa (2), Berrocal (1), Arbilla (2), Cristian (1);
Nolaskoain (1), Matheus (1);
Aketxe (1), Mario Soriano (1), Corpas (1);
Stoichkov (2).

CAMBIOS

Cambios: Ríos Reina (1) por Cristian, min. 71; Quique (1) por Róber Correa, min. 78; Iker Aldai (1) por Mario Soriano, min. 78 y Sergio León (s.c.) por Matheus, min. 85.


Moreno Aragón (C. Madrileño). Amonestó a los rojiblancos Insua yVIllalba y a los visitantes MarioSoriano y Arbilla.

El Molinón Enrique Castro Quini: 24.816 espectadores, según datos oficiales

Era el partido que cualquier sportinguista desearía jugar. La afición, entregada de Pelayo, a El Molinón. Miles de aficionados en la calle. El campo, con casi 25.000 almas. Decibelios de Primera División. La ilusión de un sentimiento en cada camiseta, en cada rincón. Como siempre, como nunca se vio en Gijón en los últimos años. Lo sintió el Eibar de inicio. Joseba Etxeberría, entrenador visitante, movía los brazos de arriba abajo para pedir calma a los suyos en los primeros balones. El ida y vuelta que tan bien parecía venirle al Sporting duró poco. Luca Zidane, portero a quien los genes le piden algo más que ajustarse los guantes, enfrió el ímpetu local ejerciendo de hombre libre. Recortes, golpeo con las dos piernas y ni un balón rifado. Poco a poco, los armeros fueron domando el partido ante un Sporting sin brillo, aparentemente cansado por momentos, pero peligroso cuando tocaba transitar.

Después de un primer cuarto de hora de alternativas, con Mario González a punto de cazar de cabeza un buen centro de José Ángel y Arbilla respondiendo con un balón peinado que se paseó por área pequeña, los armeros empezaron a llevar la voz cantante. Hizo correr el Eibar a un Sporting que tuvo en Guille Rosas y Gaspar los dos futbolistas que mejor entendieron lo que demandaba el partido. Cada uno, en su faceta. El primero dejó una entrada a Cristian de las que levantan a una grada entera por confianza, fuerza y amor propio. Hubo más. Fue el recuerdo y la muestra de quien se jugaba más, de quien estaba en casa. Por si los minutos de balón del Eibar llevaban a alguno a olvidarlo. Detalles, en días de poco fútbol, convertidos en imprescindibles. Gaspar se encargó de dar verticalidad a los contragolpes protagonizando la acción más clara de la primera parte. 

Antes, Yáñez se había encargado de contener al Eibar con un disparo de Róber Correa que amenazó con llevárselo todo por delante. Y cuando el paso de los minutos parecía hacer al Eibar sentirse más cómodo y al Sporting, más a merced, una pérdida dio a Gaspar para inventarse lo mejor. El gijonés armó la carrera, casi a la altura del centro del campo, para conducir hacia la frontal y sacar un latigazo tremendo con la zurda. Lo escupió el larguero. Se levantó El Molinón, con más dudas que al principio. El descanso, con todo, le vino bien al Sporting.

La segunda parte se inició con idéntico guion. Esta vez Miguel Ángel Rámirez no repitió lo de Leganés. El entrenador hizo un doble cambio a los 56 minutos para tratar de agitar un partido en el que seguía jugándose a lo que quería el Eibar. Se fueron Mario y Hassan, entraron Villalba y Djuka. Intentó tomar oxígeno el Sporting después de un gol anulado a Mario Soriano por claro fuera de juego. Villalba la puso desde un costado, Djuka armó la tijereta, y Luca se lució por primera vez para desviar a córner. El Sporting despertaba otra vez. 

Nacho Martín fue el siguiente en saltar al verde en lugar de Christian Rivera. Más motivos para intentar tener el balón. Argumentos a sumar al contragolpe cuando El Molinón empezaba a enterarse de que el Oviedo se ponía por delante ante el Andorra. Algunos futbolistas incluso preguntaban al banquillo. Encontró la siguiente acción de peligro el Sporting en un clásico de Guille Rosas, el de recorte en el pico del área para centrar con la zurda. Cabeceó arriba Juan Otero. Se le escapaba a los rojiblancos. 

El final fue el de un todo o nada. Campuzano y Queipo, dentro. Róber Pier y Gaspar, fuera. El Eibar, con todo también. Se fueron Mario Soriano y Róber Correa, y entraron Iker Aldai y Quique. La esperanza iba y venía, según la distancia con el área rival. José Ángel, falta en la frontal, y del rugido de El Molinón, a la desesperación al ver el balón volar por encima del travesaño. En el minuto 84, cuando los nervios agarrotaban las piernas, cuando la grada se mordía las uñas, el Sporting la maduró. Quizá la acción más madurada del partido. Empezó por izquierda, se fue a la derecha y acabó por dentro, con Campuzano, de vuelta tras caer lesionado en enero, llevando al éxtasis a El Molinón. Los tres últimos toques, perfectos. Diego Sánchez buscando a Otero en el segundo palo, el colombiano cabeceando al centro del área y Campuzano resolviendo de primeras, con el interior, ante la salida a la desesperada de Luca. Otra vez a esperar. Otra vez a mantener la fe. Ser del Sporting es esto.

Suscríbete para seguir leyendo