El sportinguismo se vuelca por el play-off: “Hay que confiar”

La quedada en la estatua de Pelayo para que la hinchada rojiblanca calentara motores propició uno de los ambientes más espectaculares que se recuerdan en la ciudad

La afición del Sporting llega a la playa de San Lorenzo

Ángel Cabranes

Andrés Menéndez

Andrés Menéndez

En la enésima demostración de amor a unos colores. El sportinguismo se tiró en masa y desde muy pronto a las calles de Gijón para alentar a su equipo para alargar el sueño del ascenso. La previa superó todas las expectativas. Fue una descarga brutal de sentimiento de pertenencia por los colores del club de la ciudad. La quedada en la estatua de Pelayo organizada por la Grada de Animación con la colaboración de Unipes y la Peña Los Guajes para que la hinchada rojiblanca calentara motores propició uno de los ambientes más espectaculares que se recuerdan en la ciudad que por momentos recordó a la celebración del ascenso de los Guajes. Miles de seguidores inundaron la Plaza del Marqués desde las 14:30 horas. No cabía un alma en el entorno de Pelayo. Bufandas al aire y un sinfín de cánticos bajo el lema “nos van a ver volver”. No faltaron guiños al Oviedo. “Somos muy del Andorra”, bromeaba un joven seguidor. El Bar Inn, local mítico de la noche gijonesa, también ejerció de centro de ventas: allí se comercializaban bufandas, camisetas. “Después de dos años de desgaste, es el momento de soñar”, explicaba Alejandro Fernández, uno de los cientos de hinchas que se congregaron en la quedada. El encuentro tuvo uno de sus momentos más trascendentes con la repentina aparición de altos cargos de la dirección del club: David Guerra, Joaquín Alonso y Carlos Barcia acudieron al lugar a saludar. El presidente ejecutivo y el jugador con más partidos en la historia de la entidad se hicieron fotos y firmaron autógrafos e incluso se abrazaron con los fans. Se cantaba entonces el “Vamos Gijón”.

La gente se tiró al Muro para cubrir todos juntos la distancia entre Pelayo y El Molinón. El mítico paseo se llenó hasta tal punto que muchos tuvieron que ocupar el famoso Cascayu e incluso decenas de los seguidores se desplazaban al entono del campo por la acera de enfrente. El camino duró más de una hora, porque el trayecto contó con varias paradas donde se reproducían los cánticos al unísono. “Imagina lo que pasaría si entramos en play-off”, se reía Carlos Gómez.