La pareja pudo salir por fin de Namche Baazar y llegar a Lukla, una travesía que a la inversa dura varios días, con el fin de aclimatarse, pero cuesta abajo no lleva más de siete u ocho horas. Los dos están con otros españoles que aún no han podido salir del país y esperan desplazarse a la menor oportunidad a Katmandú (un trayecto de unas cinco horas por carretera), donde el personal de Exteriores está tratando de reunir al máximo número de nacionales para repatriarlos en vuelos comerciales. "Nadie sabe cuándo va a volver", explicó Eloy Fernández, hermano de Ángel. Por lo menos no les falta comida ni bebida.

Quien sí parece que ha podido llegar al aeropuerto de Katmandú e iniciar el vuelo de regreso a España es el montañero ovetense Guillermo Rogel, según las escasas noticias que les han llegado a sus familiares. Según pudo explicarles en una breve y entrecortada conversación en la mañana de ayer, podría llegar hoy, sábado, a Barcelona, desde donde se desplazará a Pamplona, donde reside. El ovetense estaba en el Himalaya junto al catalán Jordi Magriñá cuando se produjo el terremoto, e iniciaron el regreso hasta Lukla junto al allerano afincado en Gijón Ricardo Fernández, que estaba en el campo base del Everest en el momento del seísmo.

Los familiares de Fernández también sufren cierta incertidumbre, puesto que el allerano no había podido volar desde Lukla hasta Katmandú en la mañana de ayer, aunque esperaba hacerlo a lo largo del día. Por el momento, desconocen si se encuentra entre los 11 repatriados que partieron ayer de la capital nepalí con destino a España. "Está bien de ánimo, aunque muy cansado. En Lukla se concentra mucha gente intentando conseguir una plaza para regresar a casa. Está muy masificado", indicó su hermano, quien se quejó del poco apoyo del Principado y de las "buenas palabras", pero poco más, de la Embajada española en Nueva Delhi. "Lo único que dicen es que traten de llegar a las cercanías del aeropuerto, donde están concentrando a los españoles para repatriarlos", dijo el mismo familiar.

Otros españoles que ya han llegado a España, como el montañero donostiarra Íñigo Castiñeira, arrastran lesiones importantes, como mostró él mismo ayer, al salir de una clínica zaragozana. "Llegar a España ha sido una odisea", dijo el escalador, que sufrió congelaciones durante un intento fallido de coronar el Annapurna. El terremoto le cogió en un hospital de Katmandú, seis horas después de llegar, en medio de fuertes dolores. El montañero se quejó de que, al principio, hubo "muy mala coordinación en la Embajada", que no supo de su situación hasta pasados unos días.