El juicio por la muerte del oso de Porley vivió ayer otra jornada maratoniana de siete horas, con las declaraciones de varios miembros del equipo que socorrió al plantígrado y parte de los peritos de este complicado caso. Orencio Hernández Palacios, jefe del servicio de Vigilancia de Recursos Naturales y responsable del operativo, defendió lo que se hizo. "Se cumplieron los protocolos y se acortaron los plazos al máximo", indicó. Según este jefe de servicio, no hubo un minuto de pérdida de tiempo, frente a la idea que pretenden imponer las defensas, a cargo de Alberto Rey y Florina García. Hernández defendió además que se encargase la necropsia al catedrático leonés Juan Francisco García, "el más experimentado en el tema de Europa". Las defensas sostienen que los resultados de esta necropsia, que explican la muerte del oso por una miositis aguda, enmascaran una supuesta falta de diligencia del operativo.

El veterinario que dosificó la anestesia con la que se durmió al animal para liberarlo y trató luego de reanimarlo indicó que había seguido un protocolo internacional. Tras alguna discrepancia, se calculó la dosis necesaria para un animal de 80 kilos, el mínimo, y funcionó. Las defensas sostienen que en la dosis para dormir al animal se incluyó un opiáceo, y que el inhibidor de la anestesia estaba contraindicado para ese tipo de sedante. El veterinario indicó que, dado el estrés sufrido por el animal, "hubiese muerto allí o en el traslado". La defensa considera que el animal debería haber sido refrescado mientras permaneció atrapado en medio de un fuerte calor, pero el veterinario opinó que hubiese sido contraproducente.

Otra polémica se planteó en la pericial genética. El especialista de la Guardia Civil que comparó los pelos de jabalí hallados junto al lugar en el que el oso resultó atrapado por el lazo y los que se tomaron al que fue encontrado en estado de descomposición en un vertedero cercano, indicó que había una altísima probabilidad de que se tratasen del mismo animal. Esta prueba es clave. El jabalí fue encontrado en un saco perteneciente a la empresa RAW, filial de KLK, en la que trabajó uno de los acusados, Nazario R. F. Ambas empresas, además, están muy cercanas en Gijón. Esto probaría, según las acusaciones, que Nazario colocó el lazo, en el que cayó primero el jabalí, y luego el oso. Sin embargo, Eva García Vázquez, catedrática de Genética de la Universidad de Oviedo, indicó que esa prueba no es fiable, pues para su elaboración se utilizan los genotipos de la población mundial de cerdos, y no los marcadores genéticos de los jabalíes del Cantábrico. Se trata, según la catedrática, de una población muy endógena, por lo que diferentes individuos pueden repetir marcadores.

Varios vecinos de Porley exculparon a los dos acusados. Uno de ellos, L. A. R. B., se presentó en el juzgado en marzo de 2003, tras la imputación de Nazario R. F., para indicar que había atropellado a un jabalí en agosto de 2011. El jabalí lo terminó recogiendo, según dijo, el hermano de Nazario, quien trató de aprovecharlo, pero terminó tirándolo en el vertedero del pueblo, justamente en un saco de la empresa RAW. Según esta versión, el jabalí encontrado en el vertedero no pudo morir en el lazo que luego atraparía al oso. El hermano corroboró esta versión, pero el fiscal Alejandro Cabaleiro trató de hacerles caer en contradicciones. L. A. R. B. fue amonestado en varias ocasiones por su trato poco respetuoso con el fiscal. Carlos González Antón, abogado de la Fundación Oso, que ejerce la acusación particular, indicó que "los ejercicios de búsqueda de exculpaciones están siendo desmontados y algunos testigos están arriesgándose a acciones por falsedad".