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Centenario de una niña santa

El poder del bien en una época en la que casi nadie cree en verdades eternas

La vidente Jacinta tenía siete años de edad cuando se le apareció la Virgen María en Fátima (Portugal), el 13 de mayo de 1917, el domingo anterior a la festividad de la Ascensión, junto a su hermano Francisco y su prima, Lucía. A pesar de las innumerables presiones y crueles persecuciones que recibieron por parte de las autoridades eclesiásticas y civiles para que negaran su visión, se mantuvieron firmes e inquebrantables. Hasta fueron amenazados de morir hirviendo en una caldera por el alcalde marxista y ateo de Vila Noca de Ourem. Las apariciones marianas fueron aprobadas por la iglesia el 13 de octubre de 1930, tras muchas dificultades, ante más de cien mil fieles, trece años después de la sexta y última aparición.

Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II el 13 de mayo de 2000, junto a su hermano, y canonizada por el actual pontífice, e Papa Francisco, el 13 de mayo de 2017, con motivo del primer centenario de la primera aparición. Quince años después de su muerte se procedió a la exhumación de sus restos mortales, apareciendo incorrupta, como varios santos insignes. El mismo sacerdote Manuel Nunes Formigao, que presenció dicha ceremonia de exhumación, se convertiría después en obispo de Fátima, siendo el encargado de entregar el famoso y vital tercer secreto en la Nunciatura de Lisboa en 9157, a petición expresa del Vaticano, siendo la persona elegida por la Iglesia para investigar los fenómenos extraordinarios acontecidos en Cova da Iria antes de ser aprobados oficialmente.

Antes de morir, a los 10 años de una pleuresía, con graves dolores y quebrantos, se le apareció de nuevo la Virgen, en cuatro ocasiones, contándoles a su cuidadora, la madre Godinho: "Los hombres se pierden porque no piensan en la muerte ni hacen penitencia. No debemos andar rodeados de lujos, ni hablar mal de nadie, la paciencia nos lleva al cielo". Actualmente está enterrada en el crucero de la basílica del centro mariano más importante del mundo junto con el de Lourdes.

Las palabras que la Virgen le dijo a la niña dan mucho que pensar: "Sólo si las personas se enmiendan, Nuestro Señor amparará al mundo, pero si no lo hacen vendrá el castigo". Su prima, la famosa vidente Lucía, fallecida el 13 de febrero de 2005, en Coimbra, afirmó: "Jacinta me hizo llegar el recado de que Nuestra Señora ya le había dicho el día y la hora en que moría", ocurriendo su deceso el 20 de febrero de 1920, el primer viernes de Cuaresma.

Cuando las autoridades municipales amenazaron a los niños con echarles a una caldera hirviendo dijo: "Si nos matan es lo mismo, porque vamos derechos al cielo. ¡Qué bien!".

Durante la homilía de beatificación, Juan Pablo II afirmó: "El mensaje de Fátima es una llamada a la conversión, alentando a la humanidad para que no siga el juego del dragón que con su cola arrastra un tercio de las estrellas del cielo y las precipita sobre la Tierra (Apocalipsis, 12, 4)".

Sus revelaciones son harto explícitas: "Los pecados que más almas llevan al infierno son los de la carne. Vendrán modas que ofenderán mucho a Nuestro Señor. Las personas que sirven a Dios no deben dejarse arrastrar por ellas. Si los hombres supieran qué es la eternidad harían cualquier cosa para cambiar de vida. Las guerras son castigos por los pecados del mundo".

La Virgen, en sus primeras apariciones, les había dicho, refiriéndose a la primera Guerra Mundial: "Si la gente se enmienda, la guerra terminará pronto". Al año siguiente cesaron las hostilidades. También les comunicó que vendría otra peor si no se consagraba Rusia al Inmaculado Corazón de María, en unión de todos los obispos del mundo: en 1939 estalló la segunda conflagración mundial, advirtiendo de que cosas peores pueden venir si se incumplen sus mandatos. No se entiende como sucesivos Papas han desobedecido la petición expresa de la Virgen hasta el día de hoy.

Lo que más e impresionó durante toda su vida fueron las consecuencias del pecado, la ofensa a Dios y los castigos del infierno.

Fátima contiene la clave de nuestro tiempo y la locura de mundo moderno sin conciencia. A pesar de la ingente controversia suscitada por la revelación del tercer secreto en el año 2000, el misterio no ha sido resuelto. Nadie se cree que dicho enigma haya ido revelado; existen demasiadas contradicciones, dudas y errores. Fátima nos dice que el hombre que se aparta de Dios va la deriva, que el cielo nos habla, los milagros existen, nos avisa de las graves consecuencias de una sociedad enamorada de la materia y exenta del amor, negadora del espíritu, dominada por los pecados y los vicios. Sólo el retorno a las virtudes, la oración, la penitencia y la erradicación del pecado pueden salvar a una humanidad dirigida por el señor de las tinieblas, el cual a veces se transforma en ángel de la luz para engañar a los propios creyentes.

Vivimos en una época donde la fe es letra muerta, casi nadie cree ya en verdades eternas, en lo sobrenatural, en el poder del bien, la existencia del alma, la vida después de la vida y en el amor desinteresados. Cuando los sentidos interiores se oscurecen, la vida se transforma en un sufrimiento constante e insoportable. Peor que morir es vivir sin vida por dentro, sin esperanza en una dimensión superior, sin contacto íntimo con el cielo. Las fuerzas tenebrosas de la existencia utilizan sus bazas para acallar la voz de la conciencia, apagar la luz de la caridad y enterrar el hombre divino que somos.

Tenemos que buscar la santidad para no dejarnos seducir por el poder tiránico de la vulgaridad, el sin sentido y el egoísmo, madre de todos los males.

Como dijo el sacerdote a quien Jacinta le quiso revelar los últimos mensajes en sus días finales: "Ser santo es subir por una escalera de cruces sin detenerse nunca, con una sonrisa en los labios y amor humilde en el corazón".

Quien tenga oídos para oír, que oiga.

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