La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francisco Palacios

LÍNEAS CRÍTICAS

Francisco Palacios

La selección española de fútbol cumple 100 años

Una exitosa trayectoria que se inició con la plata de los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920

La selección española de fútbol debutó oficialmente en los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. Y comenzaba su historia consiguiendo una meritoria medalla de plata, único galardón internacional hasta la Eurocopa de 1964. Llegarían más tarde otros éxitos relevantes, pero esta ya es otra historia. Me ocuparé ahora de su actuación en Amberes, así como de algunas de las peripecias y repercusiones de esa primera proeza deportiva.

La participación del equipo nacional se caracteriza por tres rasgos principales: la precariedad económica, la connotación heroica de su juego y los excesos festivos de sus jugadores, como si quisieran anteponer la diversión a cualquier norma establecida, algo que parecería inconcebible hoy en un fútbol tan profesionalizado. Pero, por encima de cualquier regla imperante, fue una actuación memorable.

España fue uno de los últimos países europeos en incorporarse al fútbol internacional. No existía presupuesto para afrontar los gastos del desplazamiento a Amberes. Fue el presidente de la Federación, marqués de Villamayor, el que pagó de su bolsillo las 150.000 pesetas del importe del viaje (que se hizo en tren y en tercera clase) y de la estancia del equipo.

La mayoría de los jugadores era la primera vez que salía de España. Y el hecho de haber sido seleccionados para participar en una competición olímpica fue un premio inesperado para ellos. Y para celebrarlo organizaron una pequeña carnavalada durante la concentración previa.

El ocurrente José María Belaúste, subido en un burro, encabezó una marcha formada por todos sus compañeros disfrazados de bandoleros. Y, aunque no "atracaron" a nadie, fueron asaltando todas las tabernas de los pueblos que encontraron a su paso: desde Irún a Fuenterrabía.

La selección nacional disputó su primer encuentro a finales de agosto de 1920, venciendo a Dinamarca por uno a cero. Los futbolistas españoles de nuevo festejaron el triunfo por todo lo alto, esta vez en un moderno cabaret. Después de ser derrotada por los belgas, que eran los anfitriones, España ganaba a la potente selección sueca por dos a uno.

Este encuentro, decisivo para obtener la medalla de plata, fue de una gran dureza, sobre todo por parte de los jugadores escandinavos.

Belaúste, el vigoroso mediocentro de casi dos metros, marcó el gol del triunfo, erigiéndose en el héroe del partido. A él se le atribuye esta frase tan repetida: "A mí el pelotón, Sabino, que los arrollo". Otra versión dice que sólo habría gritado en vascuence "aurrera" (adelante). Lo cierto es que Belaúste entró en la red con el balón pegado al pecho llevándose por delante a tres defensas y al portero de Suecia. Y aquí precisamente nace el mito de la "furia española", una mezcla de calidad técnica, fuerza física y un desbordante deseo de victoria, según el periodista Bernardo Salazar.

En la penúltima eliminatoria, la selección española se impuso a la italiana con dos goles del delantero vasco Sesúmaga, al que me referiré más adelante. Fue también un partido muy accidentado, con jugadores de los dos equipos expulsados por liarse a puñetazos, otros fueron sacados del campo maltrechos, teniendo que ser atendidos por los servicios médicos: una auténtica batalla campal.

Se cuenta que, tras el partido, los futbolistas españoles organizaron un simulacro de entierro. Una broma que bordeaba lo escabroso. Para encabezar el ficticio entierro improvisaron un llamativo estandarte. Y el propio Belaúste, caracterizado de sacerdote, salmodiaba supuestos rezos en vasco. Lo seguían con gesto grave el resto de compañeros, que llevaban en una gran camilla el cuerpo inmóvil del delantero Pagaza. Al final del séquito iba el entrenador Francisco Bru acompañado de sus ayudantes y utilleros. A todos los que preguntaban por el "muerto" se les decía que era un futbolista español caído heroicamente jugando contra los italianos.

Había gente que le daba el pésame al entrenador y se unía luego a la comitiva fúnebre. La farsa duró hasta que encontraron el primer bar. En ese momento, Pagaza "resucitó" ayudado por sus compañeros y todos comenzaron el festejo por todo lo alto.

En su último encuentro, ya de trámite, la selección española ganó a la holandesa por tres a uno, culminando su primera actuación internacional como subcampeona olímpica (medalla de plata): un triunfo logrado en circunstancias muy azarosas.

Por otra parte, tras los Juegos Olímpicos, el fútbol experimentó un enorme impulso en casi todo el mundo. Pronto se transformará en un deporte de masas, convirtiéndose en una suerte de válvula de escape para evadirse de los terribles desastres causados por la Primera Guerra Mundial.

En España, el fútbol ya compite con otros espectáculos hasta entonces mayoritarios, como los toros o el teatro. Y empieza a ser estudiado como un fenómeno sociológico, sobre todo en la prensa, exaltando sus muchas virtudes o denunciando sus perniciosos efectos.

Los analistas enfocan el tema desde diferentes perspectivas: sociales, culturales, económicas, políticas. Estos son algunos de los títulos más significativos: "El balón y la cultura", "El fútbol y la mujer", "El sentido espiritual del fútbol", "El fútbol y la lucha de clases", "Fútbol y patriotismo".

En algunos casos se magnifican sus excelencias hasta extremos casi inverosímiles. Así, en un artículo publicado en el diario gijonés "El Noroeste" en 1922 se dice que "con el fútbol nos ponemos en contacto con las demás naciones de Europa y salimos de aquel 'espléndido aislamiento´, que nos valió el dictado de pueblo moribundo". Y en otro párrafo se asegura que "gracias al fútbol nuestra juventud camina por derroteros nuevos encauzando su espíritu francamente rebelde por un camino que conduce a crear una raza fuerte y varonil, que luego pueda hacer una patria mejor".

La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial fue muy propicia para los negocios mineros e industriales. En las Cuencas hubo empresas que multiplicaron por siete sus beneficios durante el período bélico. Acabada la guerra, una grave crisis económica se ceba principalmente en la clase trabajadora. En tan difícil coyuntura, la burguesía langreana sigue apoyando el fútbol de forma incondicional. Lo que explica el sorprendente fichaje del delantero internacional vasco, Félix Sesúmaga, por el modesto Racing de Sama. Sesúmaga procedía del Barcelona; antes había jugado en el Guecho y en el Bilbao, proclamándose los tres equipos campeones de España. Fue también el máximo goleador de la selección española en Amberes. Y gozaba de un gran prestigio por su extraordinaria capacidad goleadora.

Tres empresarios locales avalaron el importe del contrato de Sesúmaga: 9.000 pesetas anuales y la participación como socio en una empresa minera. Sin embargo, para que viniera a Langreo fue decisiva la mediación del entonces presidente del Racing y también director del Banco Herrero, Antonio Pérez Hidalgo (abuelo del exalcalde de Oviedo, Antonio Masip Hidalgo).

Se daba la circunstancia de que Pérez Hidalgo y Sesúmaga habían nacido en el municipio vizcaíno de Lejona y eran buenos amigos.

Bajo la tutela del internacional vasco (fue entrenador y jugador), el club samense adquirió un notable relieve en nuestra región, proyectándose asimismo a escala nacional. Y jugando en Sama, fue convocado en otras dos ocasiones para jugar en la selección española, siendo el único internacional del Racing en su casi medio siglo de historia.

Y en el Racing terminará su vida deportiva en 1924. En agosto del año siguiente, Sesúmaga moría en su pueblo natal víctima de una tuberculosis. Tenía sólo 26 años. Sin embargo, su historial futbolístico es realmente impresionante

Tres años después, el Racing ficha como entrenador a otro internacional vasco, Paquito Pagaza, que había formado junto a Sesúmaga el ala derecha de la delantera española en los Juegos de Amberes. Pagaza fue destituido a los pocos meses. Concluía entonces la época dorada que el Racing había iniciado con Sesúmaga.

Por último, en los últimos años, la selección española ha completado un excepcional ciclo victorioso, con un destacado protagonista: el langreano David Villa, máximo goleador del equipo nacional y, según Alexis Martín-Tamayo (Míster Chif), único futbolista del mundo que marcó goles en todos los continentes; es decir, en las siete regiones en las que la FIFA divide el fútbol mundial: Europa, Asia, África, Oceanía, Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Un récord casi imbatible.

Compartir el artículo

stats