La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

DANDO LA LATA

Ausencias

Siento que cada vez llevo peor la pérdida de las personas que componen el elenco de mi vida.

Se nos ha ido Gonzalo, un gran tipo, una presencia amable que me alegraba los días y, egoístamente hablando, un fiel seguidor de este rincón del periódico.

Mi Mieres querido se compone fundamentalmente de los personajes que me han venido acompañando a lo largo de los años. Y se me están marchando, algunos demasiado pronto, dejando en el escenario de mi historia unos huecos que no hay forma de cubrir. Porque son insustituibles, como Gonzalo, siempre con una palabra cariñosa, una palmada en la espalda y una sonrisa sincera. Coincidir con él en cualquier lugar significó hacer de aquel día algo mejor, digno de haber sido vivido.

Llegada una cierta edad, uno se ve en serias dificultades para repoblar un círculo afectivo que va menguando a un ritmo superior al deseado. Yo, de momento, sigo aquí, pero miro a los costados y ya no encuentro a unos cuantos de los míos. Es otra consecuencia dolorosa de cumplir años.

Recuerdo a mi abuelo Eduardo poco antes de morir a los 98 años preguntándose por qué no lo visitaba ninguno de sus amigos. Dónde estaban ya todos ellos. Es lo que tiene la longevidad, que del pelotón que inició la marcha van desapareciendo unidades, quedándote cada vez más solo.

Gonzalo se ha marchado muy pronto. Como Ana; como Inma; como Merche; como tantos otros que dieron luz y sentido a mi existencia. Y cada pérdida significa reabrir una herida que no termina de sanar. Y se van sumando los dolores tanto como, afortunadamente, se refuerza la riqueza espiritual de su recuerdo.

Estaban mejor aquí, cerca de mi, pero para poder continuar con buen ánimo he de lograr que sus presencias nunca abandonen mi interior.

Compartir el artículo

stats