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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Juegos decadentes

Viejas glorias que desaparecen y otras que pretenden salir del estado de momificación

El gobierno del Principado se cargó hace unas semanas la rifa pro Infancia de Gijón y nos hemos quedado tan tranquilos, sin casi enterarnos. Cierto es que, con igual expeditivo procedimiento, hizo lo propio con la rifa Benéfica de Oviedo que tenía idéntico fin. Son otros tiempos y los recursos para atender a los infantes que carecen de ellos se obtienen de formas muy diferentes. De todas formas, perdemos una costumbre social que ha ido perdiendo arraigo con el paso del tiempo, pero que lo tuvo y que, en su momento, solucionó más de un problema. Hay, por el contrario, costumbres que no decaen.

Por ejemplo, ahí tenemos, no sabemos si llena de buena voluntad o con fin oculto tras el velo el interés del grupo municipal del PP parar que el Ayuntamiento asuma la gestión del Palacio Revillagigedo. Es un loable interés por nuestras viejas piedras. Tanto es el interés que uno de sus concejales, Manuel del Castillo, mantiene una de nuestras viejas piedras romanas, la estela de la Fortuna Balnearia, bajo su propiedad, al igual que los herederos de Joaquín Manzanares mantienen bajo la suya, junto con más piedras venerables, fruto de la rapiña por acá y allá, las Aras Sestianas. Es curioso que tanto interés del PP local venga a coincidir con una parte del interés del señor conde, empeñado en colocar el archivo de su casa a alguna administración pública, para que se lo organice y custodie, pero con capacidad de mangonearlo él todo, que para eso son los legajos de sus antepasados y él es muy conde. Se ve que, de de vez en cuando no nos queda más remedio que asistir a estas cargantes instancias condales que asoman la patita por los lugares más insospechados. Uno se conformaría con la devolución al procomún de la Fortuna Balnearia, un bien arqueológico que debería estar en manos públicas y no privadas, a no ser que su posesión sea un ítem más de los aportados al curriculum político del inefable Manolo del Castillo.

Otros, que tienen ya la gestión de algo, sin embargo, se hacen los remolones, como los responsables de las dársenas puerto deportivo propiedad del puerto, pero con una concesión vigente que obliga al concesionario, entre otras cosas a mantener limpia y en condiciones la lámina de agua. Remolonean y se niegan los obligados porque alegan que el botellón lo pone todo perdido, pero los contratos de concesión son lo que son, no lo que las partes obligadas quieran que sean. Y si les resulta todo muy oneroso, que renuncien a la concesión o la traspasen.

El viejo puerto debería estar fuera de la gestión de la Autoridad Portuaria de Gijón y ser traspasada en su totalidad, partes de mar y tierra, al Ayuntamiento. Probablemente a los gestores locales se les pongan los pelos de punta sólo de pensar a lo que ascendería la factura anual, pero para eso están las concesiones. La instalación nada tiene que ver con lo que viene a ser la gestión de un puerto comercial y sí con lo que es la oferta turística y de esparcimiento de una ciudad: ahí está u reto de futuro con su enjundia.

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