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Agustinas Recoletas

Recuerdos de los paseos dominicales de mi infancia con mi tío Pepe de la mano

Hace ya muchos años, lo domingos y fiestas de guardar, tras lustrar los zapatos en el salón limpiabotas de la calle Covadonga, dónde la farmacia Toraño, tomaba el tranvía, de la mano de mi genial tío Pepe, en la Plazuela de San Miguel (qué gozada era en verano ir en las refrigeradas jardineras) y llegábamos a la plaza de Villamanín.

Tras mercar el Voluntad y el Pumby, mi tío de película me llevaba a Somió Park ? y luego parábamos a hacer una visita al Padre Juan, que era coadjutor en la impoluta capilla de las Agustinas Recoletas. Haciendo el cuento breve, tomábamos el aperitivo en Casa Jorge y recuerdo que las croquetas de América, la guisandera, eran como las de Nacho Manzano, de manera que asocio mi idílica infancia a la citrania de naranja y a aquel maravilloso rato que semanalmente me colmaba de alegría.

Hoy ya en la tercera edad en también grata compañía, pues voy con dos amigos del alma (el exiliado voluntario en Santa Cruz de Tenerife, el Profe Meana y el mierense y gijonés de adopción a tiempo parcial, Jose Cernuda) después de 60 años, que se dice pronto, a pisar la capilla en la que va a oficiar un antiguo cura que debutó en Somió y que conoció al padre Juan. Merced a Alberto Torga, de Vegadali y sportinguista acérrimo, volveré a mi infancia ya sin tranvía, sin Somió Park, sin Casa Jorge, sin las croquetas de America ni la citrania de naranja y ¡ay!, sin mi querido tío Pepe.

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