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Rojo y en el aire

El problema de la contaminación en la zona oeste de Gijón

Me disponía este pasado domingo en compañía de mi familia a incorporarme con nuestro vehículo a la Autovía del Cantábrico desde el enlace que une esta carretera con Quintes, Quintueles y San Miguel de Arroes, cuando mi mujer se percató de un extraño nubarrón de color rojizo, y que destacaba como es lógico entre el resto de nubes de origen únicamente atmosférico, que en esos momentos cubrían casi por completo el cielo de nuestra hermosa, aunque no siempre tan impoluta como todos sus habitantes desearíamos, villa marinera.

Y de igual manera que recurrimos a aquello de "blanco y en botella" (más si cabe esta bendita región, lechera por excelencia), para dar prácticamente como probado un hecho a falta de ulteriores confirmaciones, en éste que nos ocupa, pocas dudas podían plantearse a cerca de la autoría de aquel desafortunado brochazo en forma de humo de color áspero, contaminando el idílico lienzo que proporciona un cielo otoñal. Rojo y en el aire? Arcelor.

Así que no fue ninguna sorpresa el que la propia empresa se apresurara a reconocer el incidente, atribuyendo el color en cuestión a la elevada presencia de hierro suspendido en el aire. Es de elogiar el que se den las aclaraciones oportunas, y a poder ser de manera inmediata cuando sucede algo semejante, pero a partir de ahí, la reacción de la Administración ha de ser enérgica y clara. Cualquier cosa menos la tentación de quitarle hierro al asunto (al aire sí), por aquello de no alarmar a la población.

Parece además, según ha informado este lunes a sus lectores LA NUEVA ESPAÑA, que todo esto llega justo después de que asociaciones ecologistas denunciasen que tanto el Gobierno de Asturias como el Ayuntamiento de Gijón incumplen con la directiva que les obliga a publicar los datos de contaminación atmosférica y de calidad del aire que miden tanto las estaciones privadas como las públicas, ofreciendo únicamente los correspondientes a estas últimas. El motivo para esta ausencia de transparencia se lo pueden imaginar ustedes: las estaciones públicas estarían midiendo de manera errónea, arrojando niveles inferiores a los que mostrarían las privadas. Para que luego algunos defiendan la suprema bondad de lo público frente a la perversión de lo privado.

Pero el tema ciertamente no es para tomárselo ni mucho menos a broma, ni para hacer de él la enésima batalla política. Y es que un reciente informe de la OMS ha cifrado en un 93% el porcentaje de niños en el mundo que respiran aire contaminado. Esta toxicidad a la que se ven sometidos hace que puedan enfrentarse a gravísimos problemas de salud, que comprometan su normal desarrollo a todos los niveles.

No sé si recordarán ustedes aquella famosa canción de Mecano, "Aire". Escuchándola, uno no puede sino sentir nostalgia y fantasear con poder respirar un aire limpio, fundamentalmente compuesto por "oxígeno, nitrógeno y argón, sin forma definida ni color". Desgraciadamente, la realidad actual desafina con cualquier melodía para la esperanza. Pero nunca es tarde si de verdad existe voluntad unánime para cambiar de partitura y dar con la clave adecuada. ¿La hay?

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