La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Psicólogo y consultor pedagógico editorial

Nueva política

La necesidad del diálogo ante un panorama más complicado en las instituciones públicas

A cinco meses de las elecciones municipales y autonómicas todos los partidos políticos de nuestra región empiezan a proclamar a sus respectivos candidatos. En unos casos esta proclamación se hace por primarias, son los afiliados los que deciden. En otros, los candidatos son elegidos por la directiva nacional del partido. Pongo algún ejemplo cercano. Mientras que los afiliados del PSOE y los de IU en Gijón han elegido a Ana González y a Aurelio Martín respectivamente como sus candidatos a la Alcaldía de Gijón; en el Partido Popular ha sido su presidente nacional Pablo Casado el que ha elegido -previo "consenso" con la actual presidenta del PP de Asturias Mercedes Fernández- a Teresa Mallada como candidata a la Presidencia del Principado de Asturias. Cada partido político tiene un modo de proceder concreto que hay que respetar, nos guste más o menos. Lo importante, a mi modo de ver, es que no se rompa la cohesión interna. Que el candidato suscite ilusión fuera, en la calle, pero que también sea un hombre o una mujer de partido, capaz de aglutinar diferentes corrientes, de integrar, de sumar, con capacidad de diálogo.

Decía el célebre Ortega y Gasset que la ciudad era ante todo "plaza, ágora, discusión, elocuencia". Ante un panorama político cada vez más complejo, es aún más necesario tener en cuenta estas palabras del filósofo español. Por eso destaco eso de que el candidato o candidata sea alguien que sume, que dialogue, que integre. Porque ese "sumar", "dialogar", "integrar", es obligatorio en un tablero cada vez más repartido y fragmentado. Es preciso, antes de saltar a la arena pública, que estas acciones se hayan implementado ad intra, hacia el interior de los propios partidos políticos.

Nos podemos ir olvidando de ver la ciudad o la región o el país como el lugar donde el que gobierna "habla, decide y actúa de manera unidireccional". Se han acabado las mayorías absolutas. Esto, que debería ser una buena noticia, dudo que lo sea para una España acostumbrada a "sólo con los míos", "los míos y los otros", "los buenos y los malos". En el Parlamento español hemos asistido en esta última temporada a debates vacíos, poco edificantes, mediocres, alejados de los problemas reales de los ciudadanos. Algunos cruces de acusaciones, sólo escucharlas, producen daño y vergüenza ajena. Por ejemplo aquello de "golpista", "fascista". Atribuyamos esto, por eso de salvar la proposición del prójimo, que se debe más bien a la ignorancia de alguno de nuestros políticos y no tantos a mala intención.

Para gobernar, hoy y mañana, será necesario pactar y formar gobiernos de coalición, ser generosos con el otro y ceder, dialogar y escuchar. Hay que desterrar de nuestro argot político la descalificación sistemática del que es o piensa diferente. Los ciudadanos, lo hemos visto de manera muy clara en Andalucía, quieren que los políticos se sienten a pactar y se mezclen.

Esta actitud, esta nueva forma de hacer política comienza ahora, no es algo que se haya de abordar después de las elecciones. Es ahora, en la elección de los candidatos. Por eso es tan importante que los partidos políticos elijan a personas que estén en esta nueva línea de hacer política, más allá del resultado de las encuestas.

En Asturias tenemos un ejemplo muy cercano de cómo la cerrazón de unos y otros truncó el gobierno que habían decidido los ciudadanos. Si en el pasado esta actitud sobraba, en el futuro simplemente no va a caber porque abocaría a la convocatoria indefinida de elecciones o a gobiernos sin capacidad de acción. Nuestros políticos, unos y otros, están "condenados" a entenderse. Es una gran oportunidad para demostrar que nuestro país está a la altura de una democracia con mayúscula.

Nuestra región se juega mucho, y los políticos han de estar a la altura de este enorme reto. Han de sumar experiencia en traspasar sus zonas de confort, sus cerrazones, sus ideas propias, y tener una capacidad abierta y dialogante ante el otro. El futuro de Asturias se juega ahí, en la destreza de dialogar, sumar e integrar, para construir todos juntos una región fuerte en la que se atiendan los problemas reales de los asturianos y las asturianas.

Compartir el artículo

stats