¿Nos planteamos alguna vez cómo será nuestra vejez? ¿Cómo seremos atendidos? ¿Tendrán paciencia con nosotros...? Pues bien, si es de bien nacidos ser agradecidos, no puedo menos que felicitar públicamente las atenciones, el cariño y el bien hacer que dispensan en el Hogar Beceña González de Cangas de Onís a todos los internos, especialmente a mi padre ya en visión divina; empezando por la hermana Marcelina, ya entrada en años, pero destilando bondad y afabilidad, siguiendo por su directora actual, también por la hermana Manuela Pérez, por Pili, Mary, Tamara, Fran y más compañeros que no recuerdo sus nombres, por esos detalles, que sólo se ven en las familias muy bien avenidas.

Recuerdo los detalles de sor Marcelina: después de que todos los residentes hayan cenado, pasa por todas las habitaciones, para que los que ya están durmiendo y destapados, ella con un gran espíritu de servicio, les arropa y protege, recordando las palabras que ya hace muchos años aprendió: "...Lo que hicisteis con uno de esos mis humildes hermanos...", palabras impresionantes del Juicio Final de San Mateo.

Mi felicitación también a todos los que trabajan en dicho centro, a los voluntarios que gastan su tiempo en hacer compañía a nuestros mayores y a todos los benefactores. No soy de Cangas de Onís, pero sé que Cangas de Onís lleva muy adentro y se siente orgullosa de dicha residencia, su Hogar.

Personas creyentes y altruistas se necesitan para, en el ocaso de la vida, recordarnos que seguimos siendo hermanos.