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Crítica / Música

De la corona, los diamantes

Reposición en el Campoamor de la "zarzuela grande" en tres actos "Los diamantes de la corona" -estrenada en el Teatro del Circo de Madrid el 15 de septiembre de 1854-, obra capital aunque menos representada de la "tetralogía" de Barbieri, aquí en producción del Teatro de la Zarzuela de Madrid de la temporada 2009-2010.

Zarzuela extensa que ha sido convenientemente ajustada en un argumento tan entretenido como poco trascendental pero que, debido a un muy afortunado enfoque escénico, mantiene siempre, no tanto en un primer acto algo menos lucido en casi todos los aspectos, la atención del espectador, con un tercero que resuelve en un plis-plas la trama argumental sin mucho miramiento, tampoco es que dé para más.

Mención muy especial, en primer lugar, para José Carlos Plaza por la dirección de escena. Hace que los personajes se desenvuelvan magistralmente haciendo fluir en todo momento con gracia escénica a los cantantes. El diamante vocal fue la soprano María José Moreno, destacó entre ellos, "coronándose" en la romanza del tercer acto "De qué me sirve, ¡oh cielo!"; muy bien el canto de Cristina Faus en el rol de "Diana". Ambas cantaron con gusto y complicidad el célebre bolero "Niñas que a vender flores vais a Granada", aunque el público en general, también aquí, fue prudente en aplausos. Bien el tenor Ricardo Muñiz, aunque algo más de cuerpo vocal haría crecer exponencialmente el personaje, para completar un trío cantante que funciona, así como el resto del elenco.

El vistoso y bien resuelto vestuario de Pedro Moreno, que luce esplendoroso en el segundo y tercer actos, le da ese acabado de gran puesta en escena -con la colorista y plástica escenografía de Leal-, casi pase lo que pase, a la que miras siempre con buenos ojos. Papel relevante del coro que dirige, siempre con buen criterio, Rubén Díez. La italianizante música de Barbieri tiene momentos extraordinarios a través de sus arias, baladas, dúos o concertantes de altos vuelos, aunque no siempre mantenga la misma intensidad y altura. La orquesta Oviedo Filarmonía se mostró robusta y vigorosa. Todos bajo la batuta determinante del maestro gijonés nacido en Oviedo, Óliver Díaz. Zarzuela grande en su formato y presentación que bien merece, de nuevo, ser vista y oída; el equilibrio conseguido entre lo escénico y lo lírico se funde cumplidamente con gran acierto. De Arnold Schönberg, de momento, ni rastro, que no despiste.

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