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Crítica / Teatro

En femenino plural

La pieza de Neil Simon es conocida en todo el mundo gracias a la película de Jack Lemmon y Walter Matthau. Ya en 1985, el propio autor la adaptó cambiando el sexo a los protagonistas, como para demostrar que la comedia de roles es transferible a cualquiera de los géneros. Algo que no es del todo cierto, porque el anclaje de género no viene determinado únicamente por los atributos sexuales, sino por múltiples correspondencias que se establecen en las relaciones sociales y culturales de todo tipo, y que no son fáciles de recodificar con un sencillo juego de espejos. La obra se basa en un reparto de roles tradicional y si en el original el extrañamiento y comicidad surgía de un Jack Lemmon encarnando el estereotipo femenino, aquí surge por el personaje de Olga (Susana Hernáiz), loca por el deporte y los hombres, juerguista y enemiga de la limpieza y el orden. A pesar de que las claves de ambientación ya no se corresponden con los roles de género del s. XXI, la trama funciona a las mil maravillas por las situaciones descacharrantes que produce el enfrentamiento entre una paranoica del orden y una amante del desorden caótico.

La comedia comienza con una timba de trivial en casa de Olga, que recibe a sus cuatro amigas: una picoleta agresiva, una rockera deslenguada, una cándida pelirroja de voz aflautada y? Flori (Elda García), la más tradicional, una Grace Kelly monjil que acaba de desaparecer después de que su marido la abandonara. Con la llegada de esta se anima la reunión y tras unas cuantas tentativas frustradas de suicidio, deciden que las dos protagonistas pasen a vivir juntas. Destaca la interpretación de Olga, desenfadada, irónica y con mucha retranca, aunque todas las actrices están muy bien en el reparto.

La escenografía realista es un poco antigua, con un aire muy ochentero, pero cumple su cometido, desde los posters de las paredes a la sintonía de "The Final Countdown" de Europe que abre y cierra el primer acto. En el cuadro siguiente, el piso se ve transformado por una decoración minimalista, como sacada de una revista, y los problemas de convivencia de las dos amigas no tardan en aflorar. La maniática obsesivo-compulsiva e hipocondríaca Flori ha convertido en un paraíso del orden y la pulcritud, con catering gourmet incluido para las invitadas, la antaño leonera de Olga. La mejor escena es la de la cena con los dos vecinos armenios con los que Olga quiere ligar. La dirección de Andrés Rus saca partido a los problemas de comunicación lingüística y al choque de mentalidades y tiene su mejor baza en la interpretación de Chema Coloma y Diego Quirós, que parecen recién llegados del monte Ararat. La actitud de Flori frustra las expectativas sexuales de Olga con lo que se desencadena el gran enfrentamiento en el que las dos amigas se tiran los platos literalmente a la cabeza y acaban persiguiéndose por el patio de butacas. Al final las aguas vuelven a su cauce y el espectáculo se cierra de una forma amable, optimista y festiva, sin grandes complicaciones, cantando y coreando con el público a las palmas "I will survive" de Gloria Gaynor.

Da gusto comprobar la buena respuesta del público que llenó el Filarmónica y siguió con regocijo la función.

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