Después de un rato bueno de terrazas, vuelvo a casa paseando con mi compadre. Una de la madrugada. Ciudad desierta.
-Parece mentira que sea jueves-, me dice.
-Y además, el primer jueves de San Mateo.
-Pero cómo San Mateo. ¡S i no hay nadie, está todo cerrado!
-No hay nadie pero estamos en fiestas. Mira las luces.
Mi colega levanta la mirada con incredulidad y se fija en las guirnaldas de bombillas con las que han decorado las calles.
-Pero? qué mi madre de luces me cuentas. ¡Si no hay San Mateo ni hay nada!
-San Mateo hay, otra cosa es que no se pueda celebrar. Si es tu cumpleaños y no celebras fiesta, los años los cumples igual.
-O sea, que estás luces las han puesto aquí por las fiestas.
-Como lo oyes.
Seguimos caminando mientras él menea la cabeza disconforme. Pero las calles están iluminadas. Todos esos colorines colgantes son pruebas irrefutables. Entonces le pregunto:
-¿No has visto el cartel? Está muy guapo.
-¿Qué cartel? ¿El de los conciertos?
-No, el cartel de las fiestas, el genérico. Los conciertos ni los miré todavía.
-¡Ay mamina! No hay chiringuitos, ni fuegos, ni movidas. Pero sí hay luces y también hay cartel.
-Algo así, sí.
-Para que luego digas que no sois pijos en Oviedo.
Y, esta vez, el que se queda sin rechistar soy yo. Cuando tiene razón, la tiene.