La baditora multicultural en que se está convirtiendo el cine tiene en esta cosmopolita cinta de superhéroes de andar por casa un buen ejemplo a tener en cuenta. De hecho, el toque manga de algunos momentos es lo más resultón de una obra a la que el director de la plúmbea El caso Slevin dota de suficiente dinamismo para que el producto sea tan entretenido, si no se acude con ánimo demasiado exigente, como olvidable. Desde luego, Push no sigue la estela de moda de convertir a los superhéroes en seres torturados y buenos clientes del psicoanalista. Aquí no se andan por las ramas: acción a borbotones para sacudirle el polvo a un guión sin sorpresas, con personajes de una tuerca y argumento que mete mano sin pudor en todo tipo de géneros y películas añejas. Buen provecho con las palomitas.