De la Carmina que anoche estrenó Telecinco, con la fanfarria que rodea esta cadena en el antes, durante, y después de la emisión, lo sabemos todo gracias a esa misma cadena, que la ensalzó, escupió, denigró, usó, acosó, encumbró, y ahora recrea para gloria de la santa de la prensa del corazón que se dejó hacer porque de eso vivía, de sus líos de amor que luego vendía en exclusivas para ir tirando.

Carmina Ordóñez fue un gran juguete roto que llenaba mañanas, tardes y noches de televisión con escándalos fabricados a su medida, una ficción comercial que ya fue imparable en sus últimos años y que la hacían o muy querida, o muy ignorada.

La Carmina Ordóñez de portada, catolicismo folclórico e ideas de un fascismo de pandereta no me interesaba, pero me enternecía verla a veces pasear sola, melancólica, libre, y feliz, por la medina de Asilah, cerca de Tánger, o cenando en la penumbra e las velas de Casa Pepe, frente a las murallas.

He visto a Patricia Vico en su papel de Carmina, y está soberbia. Son dos capítulos, así que habrá tiempo de matizar. Luego está Carmina o revienta. De esta Carmina apenas sabemos nada, salvo que es la protagonista de la película de su hijo y que en sólo unos días competirá en la sección oficial del Festival de Cine de Málaga.

Ella es Carmina Barrios, y su hijo Paco León, que se estrena dirigiendo a la madre y a la hermana, la gran María León. Esta Carmina dice que cuando va a comprarse ropa y se mete en el vestidor, con los dos espejos que ponen, uno por delante y otro por detrás, se mira, y se dice, coño, a esto le ponen aumento, si tengo más espaldas que Urtain… Dicen que es un falso documental. Al final, una por una cosa y otra por otra, o Carmina, o revienta.