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El toreo vino a caballo

El Hermoso de Mendoza cosecha dos orejas en una deslucida tarde de los Rivera Ordóñez

El toreo vino a caballo

14 de agosto. 5.ª de abono. Casi lleno. Se lidiaron dos toros de Murube, para rejones, reglamentariamente despuntados. Manejables, ambos a menos, y cuatro toros de Zalduendo para la lidia a pie. Desiguales de presentación y mansos. Manejable el 5.º y parado el 6.º Hermoso de Mendoza: rejón trasero y contrario, dos descabellos (ovación), rejonazo contrario (dos orejas). Rivera Ordóñez (grosella y oro): estocada caída (ovación tras petición), pinchazo y estocada caída (ovación tras petición). Cayetano: (blanco y oro): estocada casi entera (palmas); pinchazo, estocada caída (palmas).

Resaca de Perera y enseñando vestido para el día de los fuegos. Llegaron los caballos de Pablo y la revolución. Dijo Hermoso que todavía era pronto para un festejo de rejones en la feria de Begoña. Razón no le falta; en el cuarto toro, segundo de su lote, simuló la suerte con el rejón de castigo, casi nadie se dio cuenta y nadie aplaudió el regalo que hizo a la afición. El mejor momento de su actuación y ni un olé.

Cortó dos orejas al segundo de Murube. Salió con pies el toro de la gayola y Pablo decidió darle dos rejones de castigo. A partir de ahí el toro se fue a menos hasta terminar por aquerenciarse. Gustó el saludo de «Silveti» en el tendido, se paró el caballo para que Pablo clavara en todo lo alto. Lento y despacio anduvo en la cara del toro. Se gustó el rejoneador con las cortas y «Nativo» se dejó pasar al toro por la grupa.

Mejor fue la faena a su primero. Abrió la tarde «Dalí», pinturero, para clavarle el de castigo. La estrella de su cuadra, «Chenel», toreó al astado de costado y le quebró por los adentros. Clavó rehiletes de poder a poder, dando el pecho al toro para que se arrancara al caballo. Faltó alegría y transmisión al Murube pero los «niños» de Hermoso encandilan sobrados al público. Permítanme una licencia: nadie doma los caballos como Pablo. Prueba de ellos es el joven «Espartano». En la cara del toro y siempre a su favor. No marró en ningún momento de la lidia y siempre en todo lo alto clavó los palos. Agarró las banderillas cortas el estellés y aguantó el binomio una enormidad en el momento del encuentro con un toro muy parado. Se fue trasero el rejón y tuvo que echar pie a tierra para descabellar, enfrió la labor y de ahí que le dieran dos orejas en el segundo: le debían una del primero.

Voluntarioso parecía estar Rivera Ordóñez cuando por chicuelinas al paso llevó al toro al caballo. Fue todo un espejismo. Le dieron fuerte y el toro se apagó. Cogió las banderillas y realizó el segundo tercio con más rapidez que torería. Cogió los trastos de torear e hizo un brindis al sol. Sabe lo que es torear en Gijón. Fuera de sitio en su primero, se lo llevó a los terrenos del seis para que el viento no intercediera en la faena. Pases en redondo que nunca fallan y la gente encantada. Pidieron la oreja, pero la mayoría estuvo acertada.

Mejor estuvo en el cuarto. El toro menos malo del deslucido encierro de Fernando Domecq. Larga cambiada de saludo y dos buenos lances a la verónica. Se hizo de rogar y, ante la demanda de sus seguidores, pidió la ayuda de los rehiletes.

Sonó la música y con ella llegó una tanda ligada de Francisco por el pitón derecho con la muleta a la altura de las tablas. El toro se iba apagando y buscó la solución Rivera, cómo no, con circulares. Entró la espada tras un pinchazo y recogió la ovación del respetable.

Desmonterado hizo el paseíllo Cayetano en Gijón. Reaparecía en el panorama taurino tras su parón por la neumonía. Se estiró a la verónica en el sexto realizando lo más destacado con el que cerró plaza. Muy parado el de Zalduendo, no quedó otra que matarlo.

El tercero se movió más. Toma de contacto de Cayetano para volver al lugar que nunca debió dejar. Falto de suerte y sitio, buscó el torero la oportunidad para meterle mano al toro y que tragara, cuando menos, dos muletazos. Sin acabar de encontrar el sitio, acusó el parón y no encontró la suerte en su reaparición. Aún le quedan dos disparos. Que Dios reparta suerte mañana, que poco hay que decir de los pedestres de hoy.

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