Gijón, C. J.

Los impulsos eléctricos del cerebro humano serán los encargados de mover a la próxima generación de videojuegos. La empresa Neurosky está volcada en un proyecto que pasa por el control de la mente del usuario para dirigir el juego. A través de una serie de biosensores (cardíacos, ópticos o museculares) que miden el estado de concentración y atención de la persona se puede desarrollar la interacción entre el hombre y la máquina. Su nombre, «MindSet».

David Westendorf, vicepresidente de Neurosky, explica que que esos sensores son capaces de detectar el estado físico y emocional del jugador y emplear esas medidas para avanzar en el juego. Hernán Cordera y sus amigos pudieron probar la efectividad del sistema. «Piensa en algo», le ordena Westendorf. La actividad mental del chico comienza a traducirse en pantalla en un diagrama de barras y dos relojes que miden su estado de concentración. Ambos marcan cero. Han fallado los sensores, confirma el responsable de la empresa. Hernán y sus amigos se van frustados del stand al no poder medirse a la máquina.

Pese a todo, el proyecto es ya una realidad. Neurosky tiene productos dirigidos a otros campos como la medicina o la educación y está trabajando para aplicarlo a la industria automovilística. En unos cinco años un coche podría llegar a detectar si el conductor se está quedando dormido o si está sufriendo un ataque al corazón.

La empresa ya comercializa un dispositivo básico para el juego por unos 200 dólares, pero su capacidad de acción es aún bastante limitada. «El control de la mente es el siguiente paso en la industria del ocio interactivo» , se reafirma Westendorf.