Gijón, Carlos José MARTÍNEZ

Perplejos, admirados y felices nos encontrábamos cuantos acudimos a contemplar el jueves, en la Laboral, un espectáculo singular, único, maravillosamente trenzado y repleto de recovecos por los que colarse hasta hallar ese rincón desde el que soñar y sentirse parte de semejante maquinaria. Y no es para menos, tratándose de un espectáculo callejero con todos los ingredientes del género -también gratuito- a los que se añaden toda suerte de mecanismos humanizantes que transportan las emociones desde el centro de esta creación hasta el oscuro rincón del alma en el que todos de alguna manera nos encontramos con el artesano, el artista que llevamos o pretendemos dentro.

La «Symphonie Mecanique» (que seguirá en la Laboral hasta el domingo) nos recuerda a esas construcciones efímeras barrocas francesas tan al uso en aquellos días grises y recargados, y a esas músicas brillantes, rutilantes y plenas sobre las que gravitaban emociones e intenciones encontradas que de alguna manera extendían la grandeza de la Francia reencontrada con la otra Europa desmedida y sin rumbo a punto de resquebrajarse. Todo eso, sin rubor, es el resultado de una coincidencia feliz entre el compositor y maestro de ceremonias Mino Malan con la propia «Machine» y por supuesto con quien hace las veces de director artístico del colectivo, Françoise Delarozière.