Villabona,

Carmen BARAGAÑO

Arturo Fernández se convirtió ayer por unos minutos en el confesor de los presos de la Unidad Terapéutica y Educativa del centro penitenciario de Villabona. Escuchó atentamente las historias de los presos que, uno tras otro, relataban la historia de su vida.

Para conseguir rehabilitarles y ofrecerles otra forma de vida son necesarias labores como las que realiza la Fundación Don Pelayo, que hace aproximadamente un año y medio creó dentro de la prisión asturiana una escuela de música y baile dirigida por Tina Gutiérrez y a la que acuden cerca de 80 alumnos. Además realizan conciertos, actividades culturales y charlas como la que tuvo lugar ayer y que contó con un invitado tan especial. Arturo Fernández es patrono de honor de la organización y lleva participando con ellos desde su fundación, hace ya 5 años. «Habéis conseguido emocionarme y eso no es algo fácil. El mundo necesita conocer la labor que se está realizando en una cárcel modélica como ésta», explicó Arturo al final de la charla, antes de recibir un regalo de los presos que se apresuraron a pedirle autógrafos tras el coloquio.

«Mis padres no se preocupaban de nosotros, de pequeña sufrí abusos y cuando mi madre ejercía la prostitución sus clientes se sobrepasaban conmigo», relataba Jacqueline entre lágrimas, ante la atenta mirada de todos sus compañeros. Una familia como la suya fue la que definió la historia de su vida, dejándole pocas alternativas. La mayoría de los presos llevan desde hace mucho tiempo de cárcel en cárcel y han encontrado en la unidad de esta prisión una puerta abierta a la reinserción.

En la UTE conviven presos en rehabilitación con ganas de volver a vivir en sociedad y que se plantean un futuro lejos del hormigón que les separa de la libertad. Y todo ello a pocos metros de otras unidades carcelarias donde muy probablemente la mentalidad de la mayoría de los reclusos en relación con la droga es muy diferente. Los hombres y mujeres de la UTE intentan olvidar un pasado delictivo y buscan un escape a la «mala vida» que aprendieron desde niños y a la que muchas veces no les quedó alternativa por seguir los pasos de aquellos que se suponía eran sus modelos a seguir.

«Desde pequeño vi malos tratos en mi casa, mi padre abusaba de mi hermana y mi madre nos abandonó cuando yo tenía 8 años». Ésta era la historia de Santiago que con 19 años entró por primera vez en una cárcel y ahora, con 38, vivía por primera vez la oportunidad de cambiar su destino. Lleva cuatro años en Villabona y le quedan 14 días para salir. «Lo echaré de menos, nadie te escucha como aquí. Todos ellos son mi familia», contaba emocionado. Santiago tiene hermanos en otros módulos de esta misma prisión y espera que, como él, encuentren la salida a toda una vida de robos y agresiones.

«Ésta es una alternativa necesaria a la prisión tradicional, allí hay altísimos índices de reincidencia. Ese es un panorama de desastre, de fracaso», explicaba Faustino García Zapico, director de la Unidad Terapéutica y Educativa. Hace 19 años que comenzó esta iniciativa que sólo se ha implantado en 9 prisiones de toda España, y todo ello con muchísimo esfuerzo. «Esto es lo que necesita la sociedad, no hay mayor seguridad que el delincuente que deja de serlo», relata Zapico, que afirma que el sistema que hay ahora sólo genera inseguridad ya que los delincuentes que salen de las cárceles están más «quemados» y no consiguen integrarse en la vida que la calle les ofrece.

La mayoría de los que acudieron al coloquio, y en general de los que se encuentran voluntariamente en la UTE, provienen de familias desestructuradas y con una vida que no les dejaba escapatoria a la cárcel, en la mayoría de los casos. Labores como las de la Fundación Don Pelayo y charlas como la de ayer, con la presencia de figuras importantes como la de Arturo Fernández, dan a conocer el trabajo de este tipo de unidades y ponen de manifiesto que hay un futuro diferente para todo aquel que quiera cambiar.

Villabona, C. B.

«Ésta es una alternativa que genera seguridad, porque no hay nada mejor para la sociedad que el delincuente que reconoce su error y decide cambiar», aseguraba en la tarde de ayer Faustino García Zapico, presidente de la Unidad Terapéutica y Educativa de la prisión de Villabona durante el acto en el que participó el actor gijonés Arturo Fernández.

Aún queda mucho por avanzar, pero presos y profesionales de instituciones penintenciarias coinciden en afirmar que unidades como ésta de la prisión asturiana abren puertas a aquellos que quieren salir de la vida que les ha llevado precisamente a la cárcel.

«El modelo que existe en esta prisión funciona bien. Era necesario crear esta alternativa», explicó Zapico, que asegura que a pesar de todos los esfuerzos realizados aún es necesario seguir avanzando y que hace falta mucho tiempo y paciencia para lograr resultados.

«Yo estaba presa en la calle; aquí, en la UTE de Villabona, soy una mujer libre», decía ayer Jacqueline, una de las reclusas. Un testimonio conmovedor que abre esperanzas para seguir por la senda marcada.