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Rufo de las mil caras

La mascota oficial de la "Semana negra", que ha ido cambiando su disfraz con las distintas ediciones, es obra desde el segundo año del festival del artista local Enrique Herrero

Nadie conoce la "Semana negra" como Rufo. Cumple en pocos días 28 años, tantos como ediciones lleva en marcha el festival, y no se lo ha perdido ni una sola vez. Es pequeño pero peleón, y nunca duda en protagonizar llamativas reivindicaciones. La crítica social, uno de sus fuertes, y el humor siempre dispuesto para derribar muros.

Rufo es la mascota oficial del festival literario. Su forma, aunque ha ido evolucionando desde que vio la luz en 1988, mantiene una estructura común en todas sus ediciones. Sobre esta base, se aplican una serie de modificaciones para que cada año su imagen gire sobre un tema distinto. En esta edición, Rufo se hace un selfie.

Aunque la primera de estas figurillas es obra del grupo gallego "Barriga Verde", a partir de la segunda edición del festival y hasta ahora, su creador es Enrique Herrero, un artista asturiano de arte contemporáneo. "El primero me lo encargaron de casualidad. Desde entonces he seguido haciéndolo todos los años y la verdad es que estoy encantando", comenta el autor.

"¡Se parece a mi tío Rufo!", dijo Taibo II, creador de la "Semana negra", la primera vez que vio la figura. A partir de ahí, el nombre quedó bendecido. Una historia parecida a la de los Premios Oscar.

En sus orígenes, el evento estaba dedicado exclusivamente a la novela policíaca, de forma que la figura surgió con estereotipos característicos. A lo largo de las ediciones han podido verse distinta versiones: gánster, chulo-playa, nudista, mujer, gaitero, nadador, obispo?

Algunos de ellos siguen la línea crítica o reivindicativa del festival. "El Rufo mendicante iba acorde con la situación que se estaba viviendo en el país ya en 2010. La verdad es que lo podríamos volver a poner ahora", comenta José Luis Paraja, director del comité organizativo. También otros como el "cirujano de cuchillo largo", que hace referencia a los recortes que se estaban produciendo en 2012, o el "Rufo de las manos arriba", que juega con el concepto de atraco.

Otros son un homenaje, como el Rufo verde de la pasada edición en honor a los cronopios de Cortázar. O el "currante", en consideración a todos los trabajadores que participan en la "Semana negra" cada año. Tampoco faltan los relacionados con las profesiones, como el radiofonista o el fotoperiodista; ni los "conjuristas", como el Rufo vestido con abrigo y paraguas del 96, debido a unas largas jornadas de lluvia que tuvieron lugar poco antes del festival. Pero muchos de ellos son tan solo humor. "El de este año es simplemente divertido, aunque después cada uno puede interpretarlo como quiera", explicar su creador.

El material para fabricarlo ha ido cambiando con el tiempo. Al principio eran de papel maché o loza. Después, se pasó a la escayola, "algo que no salió muy bien. Al cogerlo, los pies se quedaban en la mesa", cuenta uno de los directores del festival. Actualmente, la fórmula es barro cocido y esmalte.

Se fabrican alrededor de un centenar, cada vez menos por motivos presupuestarios, y están pintados a mano, enumerados y firmados. Después, se rompe el molde. Su distribución suele ser, además, de orden interno: autores invitados, patrocinadores, miembros de la organización o instituciones. De esta forma, la creación se convierte en una obra artística de edición limitada. Una pieza de coleccionista perseguida por muchos, que algunas veces incluso se subasta.

En esta edición se contará además un Rufo dorado. Para conseguirlo, solo hay que adivinar el autor del texto que figura en la calavera del cartel de este año. ¿Quién será el afortunado?

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