Si hay algo intrínsecamente relacionado con el pueblo vaqueiro, es su espíritu viajero. Idas y venidas con la trashumancia del ganado, expediciones comerciales en la emigración y diáspora, carácter emprendedor en cualquier faceta de la vida. Ayer, Yolanda Martínez y Pablo Cuervo emprendieron juntos su viaje vital, tomando como punto de partida la boda vaqueira de Aristébano, y uniendo sus caminos en el particular rito que cada último domingo de julio acoge este místico paraje. El buen tiempo acompañó a novios, invitados y familiares durante toda la jornada, propiciando una ceremonia redonda, agradable y llena de emoción.

Los novios llegaron puntuales a la cita. Él, de 43 años, con raíces vaqueiras: sus bisabuelos de Salas y Cudillero lo eran. Ella, de 37 años, encantada por haber sido elegidos para vivir, como protagonistas, el que pasa por ser el enlace más pintoresco de Asturias. Fue la madre de la novia, Ana María Díaz, quien los animó a presentar su solicitud para participar en la cita. Y fue todo un acierto. Visiblemente nerviosos, los novios saludaron a su llegada al Gran Consejo Rector del Festival Vaqueiro y la Vaqueirada, y a los vaqueiros mayores y de honor.

"¡Sonríe, Yoli!", animaba una familiar a la contrayente. "Estamos algo nerviosos", confesaron ellos. Las nubes evitaron un calor excesivo bajo los tradicionales ropajes negros, a los que se pudo dar una nota de color. La novia eligió un pañuelo fucsia y un chaleco de flores como nota personal.

El viaje, esta vez del cortejo nupcial, partió de la braña de Aristébano encabezando la comitiva los grupos folclóricos, seguidos del ajuar. Dos inmensos y bonachones bueyes tiraron sin una muestra de queja por la cama vestida de blanco, una cesta con productos del campo, como aceite y miel, y el orinal, "aún sin estrenar", según los entendidos.

Los bueyes, "Alegre" y "Romero", se estrenaban en Aristébano, según afirmó su guía, el salense Alfredo Sierra. Detrás de ellos, caminaban las autoridades locales, los componentes del Consejo Rector y el resto de invitados al enlace.

Los novios montaban sendos corceles entre la verde hierba y los muros de piedra de la braña. Él, un animal castaño, mientras que, para ella, la bestia era de color blanco. "Pensé que sería más difícil; es mi primera vez sobre un caballo, y lo vi muy alto? Pero al final todo salió bien", confesaría Yolanda Martínez más tarde, una vez finalizada toda la ceremonia del "casorio".

El amor al chuletón, las lágrimas de la novia y el recuerdo a Carminina

La llegada a la explanada de la comitiva nupcial, donde aguardaban cientos de visitantes y curiosos, se realizó entre vítores: "¡Vivan los novios!", y "¡Vivan los vaqueiros!". Después llegaron las coplas de careo, composiciones vaqueiras cargadas de ironía y humor, que dan la bienvenida al matrimonio. Las nubes y la brisa suavizaron las condiciones en la loma que separa los concejos de Valdés y Tineo, aunque el sacerdote prometió "ser rápido" con la ceremonia, y pidió a la organización algo para protegerse de los rayos solares: "El año que viene o me ponen una sombrilla, o no hay boda", pidió.

Y es que el párroco de Naraval, Alejandro Fuentevilla, tiró de gracia, ironía y desparpajo. Animó a los novios y dejó reflexiones: "El amor no puede ser todo: amor al perro, a un chuletón, a las nubes. El amor se ha convertido en algo banal. Debe ser una entrega absoluta; el amor lo puede todo", aseguró. El enlace dejó notas curiosas, como la pequeña madreña en la que se guardaron las alianzas, o las lágrimas de profunda emoción de la novia, cuando una gaita hizo sonar el himno de Asturias: "Mi padre era gaitero, tocaba en muchas fiestas; y se me fue hace dos años", explicó.

La ceremonia culminó con el beso de los dos enamorados, ante el griterío y algarabía de todos los presentes. "Ha sido una de las bodas más divertidas en las que he estado, todo fue muy bien", afirmó Raquel Martínez, hermana de la novia, y madrina. El padrino fue Manuel Díaz, tío del novio.

Rompiendo la costumbre, inmediatamente después de la boda se entregó el diploma y la banda a los vaqueiros de honor, distinción que este año recayó en la asociación Bolo Celta de Asturias, el músico José Fernández Avello, la presidenta de Cruz Roja Asturias, Celia Fernández Fernández, el escritor Xuan Bello, el físico Juan Manuel Rodríguez Parrondo y la antropóloga María Cátedra Tomás.

"Que hoy me acojan con este honor es un una forma de ser feliz", refirió Bello. Para José Fernández Avello, director hasta el pasado año del conservatorio del Occidente de Asturias, este reconocimiento "supone un orgullo para alguien como yo que trabajé con los géneros musicales del pueblo vaqueiro".

Un gran festival con baile, comida y mucha fiesta completó la postal por la que, durante décadas, luchó Carmen Martínez, "Carminina". Su papel fue reconocido ayer con el descubrimiento de una placa en la puerta de la capilla de la Divina Pastora. Su recuerdo vivirá siempre en el seno de Aristébano.