La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bajo el esmalte hay poco que rascar

Bajo el esmalte hay poco que rascar

Bajo las uñas de Bad Bunny, se pueden ir levantando muchas capas de esmalte, y en cada una de ellas hay un brillo distinto. Nos podemos quedar, por ejemplo, con una discusión muy graciosa en Twitter donde alguien le replicaba que algunas de las perlas que suelta en las redes también parecen sacadas de 1960, fecha en la que el cantante situaba la prohibición de hacer la manicura a un caballero en un salón de señoras. No puedo reproducirlo aquí por cuestiones estéticas, éticas y prácticas (el cantante cerró su cuenta por la noche), pero el otro venía a decirle que igual de retrógrado resultaba el comentario en el que Bad Bunny defendía su heterosexualidad invitando a unas mujeres a venir a casa y ponerlas a cuidar de sus hijos. El portorriqueño replicó que se refería a poner a los maridos de esas mujeres a cuidar de los hijos que les iba a hacer él cuando les invitara a casa. El tipo añadía en un paréntesis que eso, ir dejando a mujeres embarazadas con el único objetivo de humillar a sus maridos, también estaba mal. Ese es el nivel.

Otra capa de esmalte, vale, nos habla del Oviedín del alma, sus señoras con laca y "permanén", abuelas merendadoras -que dice una amiga exiliada-, dulcería carbayona y palco en el Campoamor. ¿Qué pinta Bad Bunny en ese ecosistema? Supongo que el incidente de las uñas evidencia el choque entre dos paradigmas completamente opuestos, un tipo venido del otro lado del mundo virtual, cargado de likes, followers, haters y peinados que parecen agroglifos de esos que dejan los extraterrestres en la campiña inglesa, y una pequeña comunidad de señoras despellejando el mundo en un salón de belleza. Entre el trap y la Vetusta 3.0 puede que la única conexión posible sean unas gafas de sol de tres mil pavos.

Bad Bunny tenía opciones. Podía haber pedido que le hicieran la manicura en el hotel o alojarse directamente en Gijón, donde tenía el concierto. Pero el tipo prefirió salir a la calle, abandonar su zona de confort, que se limita al escenario o la pantalla de su móvil, y estrellarse contra otra realidad. Hay personas que no saben quién es Bad Bunny, cosas que suceden al margen de la "gameificación" de la vida y días en los que es mejor no salir de la cama.

Compartir el artículo

stats