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Un sherpa en la cima de Torrecerredo

El "hermano en las alturas" de Jorge Egocheaga visita Asturias | Subió al Everest en sólo dos semanas con cargas de 40 kilos

Mingma Dorji Sherpa, su esposa, Dolma Sherpa, y Jorge Egocheaga, anteayer en Oviedo. Miki López

Con apenas dieciséis años, a Mingma Dorji Sherpa la vida le planteó un gran dilema. Los escasos recursos de su familia le hacían imposible continuar estudiando, por lo que debía decidir: o seguía los pasos de su pueblo, una subsistencia tradicional bajo chozas de bambú (en el mejor de los casos) donde lo normal entre los jóvenes es caer en el alcoholismo; o se lanzaba a ejercer como guía de montaña por la cordillera del Himalaya, una labor en la que ventiscas, temperaturas de cincuenta grados bajo cero, escarpadas paredes de hielo o avalanchas pondrían su vida en constante riesgo. Él no dudó, y optó por la segunda. Hoy, dirige una prometedora agencia de asistencia a alpinistas en Katmandú y puede garantizar a sus hijos una infancia mucho más tranquila de la a él le tocó vivir. "No me arrepiento, aunque sea algo muy duro", confiesa.

Desde el domingo, Mingma está en Asturias, acompañando a "su hermano en las alturas", el montañero ovetense Jorge Egocheaga. "Él es una persona especial, desde que lo conocimos vimos que era diferente, que quería evolucionar y salir de allí, por eso siempre confié en él", cuenta el alpinista asturiano. Nacido en Makalu, un enorme valle glaciar a los pies del Everest, hace 39 años, el nepalí pertenece a la etnia sherpa. Un pueblo que ronda los 180.000 integrantes, diseminados en aldeas por las montañas del Himalaya, y que cuenta incluso con lengua propia. "Cuando los primeros escaladores fueron al Everest, vieron que, al vivir allí, ya estaban habituados a esas condiciones, eran perfectos conocedores de la zona y muy fuertes, por lo que los usaron como ayudantes", relata Egocheaga. Sin embargo, sus condiciones de vida resultan "desoladoras", pues "residen en sitios sin casas, durmiendo en la calle, en el bosque, donde se pueda?", asegura. El alpinista ovetense, muy conocedor de la zona, cuenta que los sherpas "viven al día, siendo su dieta el arroz casi exclusivamente" y el dinero para ellos prácticamente "no existe", pues se basan en una economía del trueque, por lo que la posibilidad de acceder a efectivo trabajando como guías "les resulta una salvación".

Egocheaga descubrió a Mingma en el año 1999, cuando el nepalí era un veinteañero porteador: "Nos conocimos en una expedición y pronto vi a un chaval muy activo, por lo que Iñaki Ochoa (el montañero navarro fallecido en 2008 en el Annapurna, compañero de Egocheaga) y yo decidimos darle una oportunidad". Y es que el joven sherpa era visto "como un bicho raro" en su aldea por el hecho de no darse al alcoholismo, algo que se asume como normal en la comunidad, "por lo que dijimos: 'este chico es diferente'", relata el montañero asturiano. Mingma empezó echando una mano en la cocina, hasta que se convirtió en el cocinero de las ascensiones. Un trabajo que lo liberó de las durísimas condiciones en que operaba antes, portando hasta 45 kilos a sus espaldas en cada excursión. Un peso que, durante complicadas escaladas y largas horas de caminata sobre metros de nieve, han terminado causando problemas de espalda para el nepalí: "Hay veces en que llegábamos a llorar de sufrimiento por el dolor", dice en inglés, aunque confiesa que más que el impacto físico, "lo que de verdad siento es no haber podido ir a la escuela". "Esta gente es muy dura", reconoce a su lado Egocheaga, palmeando cariñosamente en la espalda a su "hermano".

Pero Mingma Dorji Sherpa siempre quiso ir más allá. Pese a la negativa del grupo de Egocheaga a que ascendiese con ellos, "porque sabemos que tiene familia y no queríamos poner su vida en peligro", él estaba decidido a hacer historia en el Everest. Así, esta primavera se lanzó a la aventura, y en apenas dos semanas se plantó en la cima del mundo, "cuando el tiempo habitual entre alpinistas profesionales son seis semanas", clama el ovetense. Y eso, a pesar de que Mingma tuvo que interrumpir la escalada durante siete jornadas por problemas de garganta. "Si los alpinistas aquí sacamos pecho? ¿qué tendrían que hacer ellos?", se pregunta Egocheaga. Y continúa: "Si la mayoría escalamos es gracias a ellos: hacen el trabajo duro, limpian, ponen las cuerdas, abren las vías? Es imprescindible reconocer eso". Valga un dato: de las 293 personas fallecidas en el Everest de 1921 a 2018, 175 eran expedicionarios, y 118 sherpas.

Otro aspecto que distingue a los sherpas es su fidelidad. Mingma estaba al lado de Iñaki Ochoa cuando este murió congelado e incluso se lanzó a rescatar a la difunta mujer de Egocheaga, Joëlle Brupbacher, en una ocasión en que esta se quedó atrapada en una cumbre. "Son gente muy fiel, si les ayudas, ellos dan su vida por ti", dice el ovetense.

Pese a estar acostumbrados, pasan miedo, por supuesto. "Hay veces que atravesamos con mucho temor sitios que se están rompiendo o recuerdo la vez en que los fuertes vientos arrancaron nuestras tiendas y tuvimos que dormir al raso con temperaturas terribles, ¡pensé que esa sería mi última noche!", exclama el nepalí. Pero hay anécdotas agradables, que ambos recuerdan con estima y cuenta el alpinista asturiano: "Una noche, él me encontró perdido en un glaciar en medio de la noche. Nada más llegar al campo base me frió unas patatas, una comida que me encanta, creo que fueron mi mejor motivación".

Tras pasar meses juntos, entre Mingma Dorji Sherpa y Jorge Egocheaga se ha establecido un "vínculo inigualable". Por eso el ovetense lo invitó a conocer Asturias esta semana junto a su esposa, Dolma Sherpa, quien vio el mar por primera vez en su vida. Tras aterrizar el domingo en Madrid procedentes de Katmandú, donde viven, harán ruta por todo el Principado, aunque el nepalí ya había estado en otra ocasión en España, "en Pamplona", dice. Pero ni siquiera aquí, de merecido descanso, puede dejar de lado su pasión: en unos días escalará con su "hermano" el pico Torrecerredo, para que este, por una vez "haga de sherpa", dicen entre risas. El mensaje final lo lanza Egocheaga: "Mingma llegó donde está por su esfuerzo y sus ganas, es el mejor ejemplo para nosotros, que tendemos a quejarnos de todo".

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