No poder refrescarse en la presa del Prao del Molín o no jugar con el balón son dos de las cosas que más han echado de menos los menores asistentes a las colonias urbanas "Esparcer" de Cangas del Narcea, que ayer finalizaron. Pero ello no ha impedido que los participantes las hayan disfrutado al máximo y que muchos ya estén pensando en las del año que viene.

Con estrictas medidas de seguridad se desarrollaron en esta edición los campamentos, que estuvieron abiertos a la inscripción de 45 niños para cada una de las dos quincenas en las que se desarrollaron. En la primera, a principios del mes de julio, el cupo se completó, mientras que en la de agosto se quedó en 23 inscritos. En ambos casos, el día comenzaba para todos igual: reunión en el patio del Ayuntamiento para recoger las mascarillas nuevas, que aportaba el Ayuntamiento, y hacer control de temperatura. A partir de ahí, repartidos en grupos de como máximo nueve niños por monitor se dirigían a las zonas donde se desarrollaron las actividades.

"Se hizo un reparto de grupos que fueron estancos, no se mezclaron, y los monitores no se intercambiaron para evitar el contacto", explica Rosa Caballero, responsable de la Oficina Joven de Cangas del Narcea y organizadora de las colonias. Señala además que las actividades tuvieron que modificarse al completo para buscar que no hubiese contacto entre los niños, quitando así juegos como los que incluyesen el uso de balón. Para ello, los monitores estuvieron trabajando una semana antes del inicio de las colonias para diseñar actividades y que estas obtuviesen la autorización del técnico municipal de prevención.

"La valoración es muy positiva, a los niños los notamos muy agradecidos y entusiasmados, venían de una situación en la que casi no podían relacionarse con nadie y se mostraron muy contentos; además esta experiencia les sirve de preparación para la vuelta a las aulas", señala Caballero, que resalta que la asistencia fue gratuita.

Los monitores destacan que los niños entendieron muy bien la situación excepcional que hay este año y asumieron las normas de distanciamiento e higiene. "Es un año complicado y teníamos miedo a que no entendieran la situación, pero los niños nos facilitaron mucho el trabajo, preguntan por muchos juegos que no se pueden hacer, pero cuando explicamos que no podemos jugar a ellos por el coronavirus lo entienden, además son muy agradecidos", explica la monitora Elena Ramírez.

Los niños reconocieron que el uso de la mascarilla es lo que más les molestó, ya que están en continuo movimiento, pero le restaron importancia. El participante Rodrigo Fernández aseguró que "al final no es tan difícil llevarla, te acostumbras".