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De guapo subido (4)

Los secretos de Cudillero: los rincones del pueblo guapo que aún poca gente conoce

El mundialmente famoso anfiteatro de la villa de pescadores tiene rincones vírgenes para el turista y muchos vecinos

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Los secretos de Cudillero, un pueblo "de guapo subido"

Con el hijo de Totó y nieto de Elvira Bravo (ese al que María Eugenia, pintora aficionada y pixueta de sangre por línea materna, de la familia de Las Xanguinas, reconoce por los ojos, como los de su padre, al verle pasar por delante de su casa enclavada en pleno anfiteatro) se va LA NUEVA ESPAÑA a tratar de descubrir el Cudillero secreto, ignoto, si es que lo hay. Algo que no se conozca, o se conozca poco.

Algo que pase desapercibido para los miles de turistas que cada año se acercan hasta este mundialmente famoso rincón de la costa asturiana, oculto desde el mar, motivo por el que en él se resguardaron y asentaron hace siglos pescadores bretones e irlandeses cuando huían de los piratas.

No es fácil hacer un reportaje sobre Cudillero, más que nada porque todo está prácticamente contado, escrito por muchas y algunas brillantes plumas que cayeron rendidas ante su belleza, esa que le ha situado en el ranking elaborado por cien asturianos para este periódico de los pueblos y localidades más guapos de Asturias.

Pero, efectivamente, caízos y pixuetos aún tienen sus secretos, y los conoce el hijo de Totó y nieto de Elvira Bravo, el cronista oficial Juan Luis Álvarez del Busto.

Este pixueto y caízo a partes iguales –y también con sangre vaqueira– diseña un recorrido especial, distinto, por las entrañas del anfiteatro, ese que duele ver malherido y algo abandonado por poco que uno se aleje del corazón de la villa, La Ribera, al pie del muelle, donde cada 29 de junio se da cuenta a San Pedro de lo acontecido en el año con el popular sermón laico de l´Amuravela. Sufre Del Busto (como el resto de vecinos) por ver cómo se deteriora de forma silente el símbolo de Cudillero. Por un hijo siempre se sufre: “Cudillero es para mi un cuarto hijo que me da mucha lata”.

Este paseo especial y distinto tiene, además, esta soleada mañana de julio un gran carga emocional, porque hace pocas horas murió Tico Medina, un andaluz universal al que el periodismo atrajo hasta la villa en la década de los 90. “Se enamoró y aquí se quedó”, cuenta De Busto con la voz entrecortada y alguna lágrima, porque fue Tico su maestro pero ante todo amigo.

Juan Luis Álvarez del Busto y Sergio González, en La Ribera, con el anfiteatro pixueto al fondo.

Y Tico estará presente de alguna forma en este recorrido que deja atrás La Marina (circunscrita a la pequeña plazoleta delante de la vieja rula) y el Ayuntamiento para ir, a la izquierda, por la calle La Reguera o de San José, antaño la principal de la villa. Vamos a por un Cudillero distinto al de las guías, “que la inmensidad de los turistas y muchos vecinos, sobre todo los jóvenes, no conocen”, apunta Del Busto.

Hay que tener buenas piernas y ganas, algo que a veces no abunda cuando se hace turismo, para explorar el anfiteatro y subir La Reguera, por donde discurre el río Santantón (hoy un caudal sin apenas fuerza lleno de ortigas y maleza) y donde cuenta la leyenda el diablo se le apareció a La Linda cuando lavaba. Lo que lavaba no se sabe muy bien, pero igual eran los “calzoncillos de Neptuno”. Aunque más que lavarlos, tendría que cocinarlos, pues con tal nombre bautizó el citado Tico Medina al curadillo, otro santo y seña de Cudillero: el pescado que seca al aire colgado de las ventanas de las casas.

Curadillos secando al sol (los “calzoncillos de Neptuno”, según una célebre metáfora de Tico Medina), en La Reguera. | Fernando Rodríguez

Desde La Reguera se llega a El Picu, el original mirador de la villa pixueta, en el Tolombredo de Abajo, hecho en su mayoría por mujeres y hoy menos conocido que el de La Garita, en el otro extremo, mirando al mar, al que hace unas décadas se le añadió una mole de escaleras de cemento, muy fea, pero que a costa de estar ahí parece que se ha integrado en el paisaje.

En los confines del anfiteatro, al inicio del camino real, está la fuente de la pereza

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También desde La Reguera se llega a los confines del anfiteatro, donde se enlaza con el antiguo Camino Real, hoy cerrado por la maleza, que apenas permite ver la fuente de La Pereza, llamada así porque corre muy poca agua por su chorro. Es aquí donde tiene lugar otra leyenda, la del Xanín, “única en Asturias, porque es el único varón, las xanas siempre son mujeres”, reseña Del Busto. Para llegar al lugar primero hay que pasar bajo La Balconada, antigua casona señorial de los descendientes de los Omaña y junto a la que antaño se levantaba la capilla del Cuetiquín, dedicada a San José, hoy derruida. “No eran pocas las capillas que había en Cudillero. Estaba la de San Ildefonso, en La Garita, la de San Sebastián, en el otro extremo, en la Casa del Fuego. Demuestra esto la gran religiosidad que había”.

Juan Luis Álvarez del Busto, con la iglesia (en obras) de San Pedro y el puerto al fondo. | F. R.

De regreso a La Ribera toca disfrutar de las vistas que ofrece la parte alta del anfiteatro. En él tuvo Tico Medina hasta tres viviendas. También el pintor Jesús Casaus, cuya residencia es hoy un alojamiento turístico que le recuerda en la fachada con una de sus pinturas más célebres.

Por estos lares vuelven a abundar los turistas, se dirigen a La Garita ávidos de hacerse con una de las fotos más icónicas de Cudillero. Es el camino de la Fuenti’l Cantu, donde uno puede bautizarse pixueto por San Pablín . Todos pasan por delante de la casa de Ángel Busto Garay. Allí vive desde hace 57 años y no la cambia “por nada del mundo”. No le molestan los turistas, todo lo contrario. “Únicamente vivir aquí es malo por lo de subir y bajar”, explica con humor.

Turistas junto al letrero de entrada a Cudillero.

No es sencillo el día a día en el anfiteatro pixueto. Todo lo que tiene de guapo, lo tiene de incómodo. Aún así, lleva poblado siglos, aunque sus vecinos menguan tan rápido en número como el pescado en la lonja y las lanchas atracadas en el puerto. Una de las bajas recientes en las casas del anfiteatro es la de Sergio González, “El franxón”, popular director de la banda de gaitas “Avanti Cuideiru”, estos días dedicado a la venta de lotería de Navidad en La Ribera, delante de otro símbolo pixueto: la pescadería del mismo nombre, antaño regentada por Esther, luego por su hijo Metro, y en la actualidad por los hijos de este, Manolo y Dimi, y que originalmente fue fábrica de salazones. “Antes era pixueto y ahora me hice caízo. Por comodidad”, resume Sergio González.

Pixuetos y caízos. Caízos y pixuetos. Juntos pero no revueltos en la villa de Cudillero, con su propia idiosincrasia. Su dialecto, su curadillo, la personalidad de sus gentes y sus tradiciones fijadas a fuego en el calendario: «¡Mientras Cudillero viva, ya duri la fuenti’l Cantu, va San Pedro a la Ribera, con todos los demás Santus”. Queda dicho.

Cudillero

Superficie: 0,51 km²

1.300 habitantes (2016)

Densidad: 2619,61 hab/km²

Cómo llegar

Desde Oviedo, hay que coger la autopista “Y” en sentido Avilés, donde enlaza con la del Cantábrico, por la que seguir y desde la que tomar el desvío bien indicado a Cudillero. Son unos 60 kilómetros y unos tres cuartos de hora. Lo recomendable en verano, época de mayor afluencia, es acceder a la villa por la carretera del puerto nuevo, donde hay una gran explanada de aparcamiento. Otro acceso es desde El Pito, lo que obliga a atravesar el casco urbano para aparcar.

No perderse

El curadillo es el plato típico; es un pez de la familia de los escualos, antaño comida de pescadores durante las invernadas. Seca al sol: se puede ver en las casas y el puerto colgado, y se come en muchos restaurantes . En el libro “Cudillero mágico”, de Juan Luis Álvarez del Busto, hay abundante información de la villa para conocer su historia, cultura y tradiciones. Hay que saber de Elvira Bravo, abuela del cronista, escritora y folclorista, quien desde 1947 escribió l’Amuravela en pixueto. A ella le sucedió su hijo Totó, padre de Del Busto, que también la recitó.

Qué dicen

No gusta mucho en Cudillero esa equivocación habitual de llamar pixueto a todo lo que tiene que ver con el concejo. Pixueto es solo lo de la villa pixueta –con su propio dialecto, el pixueto– y esta es solo el puñado de casas en torno a La Ribera, el anfiteatro. La frontera con La Cai, donde viven los caízos, está nada más empezar la cuesta en la travesía principal, donde antaño había un molino y cruza un río.

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