De guapo subido |15 | Taramundi
La cuna del turismo rural pisa fuerte
La villa occidental ha logrado asentar y vivir de un sector pujante con la implicación de todos los vecinos

Ambiente de turismo en Taramundi. /
Myriam CANAL
Taramundi es una villa con mucha historia y que no pierde su encanto aunque no salga el sol. La apuesta por la tradición y las costumbres es santo y seña de esta villa que mantiene su esencia, que vive de ella y que las ha querido compartir con el resto del mundo.
Cuando comenzó a hablarse de turismo rural, a Eduardo Lastra, “Lalo”, le solían decir mucho: “¿Quién crees que va a venir a Taramundi si la gente de Taramundi se quiere marchar?”.
Nacido en 1950 en Llan, un pueblo vecino, Lastra es testigo del “cambio total” de Taramundi y ha acompañado al concejo a lo largo del camino. Fue alcalde, apasionado por el pueblo y su gente, desde 1979 hasta 2015 –con una excepción de cuatro años–, y siempre tuvo claro que había que apostar por el turismo rural, porque esto podía dar un impulso a la zona.
Treinta y cinco años después los hechos demuestran que tenía razón. Hoy se convierte en guía para LA NUEVA ESPAÑA durante un paseo que no podía comenzar en otro sitio que en La Rectoral, el primer hotel rural. Ocupa un edificio que tuvo su origen en la casa del cura y que se amplió respetando el medio ambiente y utilizando los elementos tradicionales y característicos de la zona, como son la madera, la piedra y la pizarra.

María Lorido colocando cajas de sidra en el Llagar de Pin. | Fernando Rodríguez / Myriam CANAL
Mientras disfruta de las vistas de Taramundi desde la terraza de La Rectoral, Lastra recuerda de su infancia un pueblo que no llegaba a ser un tercio de lo que es hoy, sin calles asfaltadas y apenas sin servicios. Un pueblo que, hasta 1982, cuatro años antes de abrir el hotel, a menudo se quedaba sin luz y tenía malas comunicaciones. Pilar Quintana, artesana textil y promotora de turismo rural, recuerda como tenía que hilar a oscuras cuando la luz se iba. Ahora es un pueblo lleno de vida.
Paseando por la Calle Mayor, vía principal de Taramundi, Lalo Lastra bromea con que “es la Calle Uría” mientras saluda a algún vecino conocido. Los turistas se asoman a ver los productos típicos y los recuerdos que hay en los expositores de las tiendas, junto con un puñado de restaurantes que completan el tramo.
Es Taramundi una villa con todos los servicios y facilidades, pero que en sus inicios no fue así. El exalcalde recalca que no sería lo que es hoy sin el cambio de mentalidad que hubo y sin esa apuesta por el turismo rural que evitó la despoblación.

Dos turistas paseando por Taramundi. | Fernando Rodríguez / Myriam CANAL
El ayuntamiento de Taramundi se implicó, el Principado decidió apostar por ello también, pero el exalcalde señala orgulloso a los vecinos como verdaderos artífices del éxito: “El pueblo es lo que es porque los vecinos respaldaron la iniciativa y pusieron de su parte. Invirtieron su dinero para hacer aquí sus negocios”.
Así surgió el Taramundi actual, una villa que, especialmente, en agosto y semana Santa está lleno hasta la bandera de turistas, pero que conserva la calidez de un pueblo tradicional y acogedor, en el que todos los vecinos se conocen y se saludan por la calle.

Marcos Cerdeira tallando el mango de una navaja. | Fernando Rodríguez / Myriam CANAL
Está declarado “Zona de Interés Artesanal” por su singular dedicación por los productos artesanos, entre los que destacan las navajas y los cuchillos, algo por lo que es afamado Taramundi.
Una tradición de siglos que casi llega a desaparecer en los años 80, cuando solo quedaban 7 artesanos. El turismo avivó el negocio y el taller de aprendizaje que hizo el ayuntamiento se convirtió en la conocida Cuchillería de Taramundi, una de las pocas en las que aún se conserva el tallado y del que Marcos Cerdeira es autor desde hace 20 años.
No obstante, Taramundi es mucho más que eso. Lalo Lastra cuenta que los turistas no vienen buscando específicamente un atractivo en concreto, sino la variedad que la villa ofrece.

Pilar Quintana, en su telar. | Fernando Rodríguez / Myriam CANAL
Su encanto, más allá del turismo rural y las famosas navajas artesanales, pasa por el patrimonio histórico, con su castro, que data de la Edad de Bronce y en el que se encontró un puñal de antenas; el etnográfico, con los telares artesanales y museos con elementos singulares; el religioso, con la iglesia de San Martín, en cuyo interior se pueden observar seis retablos y es una de las pocas con tumbas de madera en el suelo; y destaca especialmente el patrimonio natural.
Las rutas pasan por ser unas de las más cuidadas de todo el Principado, permiten a quienes lo visitan perderse entre montañas, paisaje verde y ríos en un entorno apenas modificado por el hombre. Es posible, además, ver construcciones únicas utilizadas antiguamente como mazos, fraguas, batanes y molinos de agua. No se puede olvidar la buena gastronomía, con los típicos caldos y guisos de la comarca, acompañados de una buena botella de sidra del único llagar del occidente asturiano y de los quesos de Taramundi, elaborados con las viejas formas y métodos de elaboración de las que surgieron cinco quesos característicos de la zona.

Macetas en forma de muñeco, decorando una casa. | Fernando Rodríguez / Myriam CANAL
Aunque aún le faltan algunos servicios y la conexión a internet tiene que perfeccionarse, el exregidor admite que no se pueden quejar, en alusión a las mejoras de los últimos años. Taramundi es una villa que mantiene su esencia y que, en menos de 83 kilómetros cuadrados alberga un castro, el arte de las navajas y de los telares, los quesos artesanos, de uno de los pocos llagares del occidente y de una iglesia del siglo XVIII.
Todo un sitio para descubrir rincones y lleno de planes para todo tipo de personas.
Desde Oviedo, en coche, se tarda una hora y media. Se va por autopista “Y” que en Avilés enlaza con la del Cantábrico. En Castropol hay que dejar la autovía y tomar la carretera nacional 640, por la que está bien indicado el trayecto (de mucha belleza) hasta Taramundi.
[object Object]Las macetas decorativas de La Rectoral. Están hechas por Lorena Carrelo, una vecina del lugar. Los dos tiestos unidos representan, de forma graciosa y con colores, a don Luis, el cura que vivió en la casa donde ahora ha abierto el hotel. Decoran el entorno del mismo.
[object Object]Es famoso el concejo de Taramundi, y también la comarca vecina de los Oscos, por ser la zona de Asturias que más y mejor cuida sus rutas de senderismo. Los montañeros lo avalan: siempre están limpias y bien señalizadas, algo fundamental.
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