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Ni héroe ni villano

Los responsables de No respires 2 pretenden que el espectador se ponga de parte de su protagonista, pero también que se sienta incómodo por hacerlo. Se trata de Norman Nordstrom, un violador y asesino que en la primera película secuestró a una mujer involucrada en el accidente de coche que mató a su hija, la dejó embarazada y la encerró en el sótano para que gestara al bebé que, en su opinión, le debía. Esta secuela tampoco se molesta en situar al personaje en zonas moralmente grises ni en hacer que reflexionemos acerca de qué distingue a un héroe de un villano. El supuesto cambio que aporta tiene que ver con el hecho de que en esta ocasión las víctimas tal vez merecen el castigo; eso no impide que pasar la película a su lado resulte desconcertante. Lo vemos protegiendo a su hija pero también aplastando la cara de otra persona mientras la niña le pide a gritos que pare y, si bien en una escena llora por su perro, en otra pega la boca y la nariz de su oponente para que no pueda tomar aire. Es raro.

No respires 2 favorece el mismo tipo de acción física musculosa y enérgica que su predecesora, y esa falta de originalidad resta impacto. De hecho, lo único acerca de ella que no se percibe como una repetición es su uso del sonido. Lamentablemente, y aunque la necesidad de permanecer en silencio vuelve a desempeñar un papel relevante, la nueva película no está tan preocupada por usar la acústica para convencernos de que cada ruido podría conducir al desastre. El gran escollo con el que se topa en sus intentos de generar tensión es que lo que le pase a su protagonista –un monstruo– nos importa tan poco como la suerte que puedan correr sus enemigos.

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