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La copa medio llena del vino de Cangas

El sector está en plena expansión, pero admite que queda trabajo: profesionalizarse, plantar más uva y mejorar el posicionamiento en el mercado

Vendimia en el Suroccidente. | D. Á.

El vino de Cangas está viviendo un buen momento. El proyecto de recuperación del viñedo y de la tradición vitivinícola en el Suroccidente, que empezó a dar sus primeros pasos a finales de los años noventa, está ahora en pleno crecimiento. Prueba de ello es que este año se sumaron dos bodegas más a la Denominación de Origen Protegida (DOP) Cangas, una de ellas ubicada en Ibias y la otra en Cangas del Narcea, con lo que la marca de calidad cuenta con nueve elaboradores, cinco incorporados en los últimos cuatro años.

Con estos datos, el sector mira con optimismo al futuro, confiando en que siga creciendo, puesto que en la actualidad la demanda de vino de Cangas supera su producción, que ronda las 100.000, 120.000 botellas, en función de cómo sea la cosecha. El interés que despierta el vino de Cangas está vinculado a que cada vez más los consumidores buscan productos exclusivos, algo que sin duda ofrece la pequeña DOP canguesa, que presume de poder conquistar a los paladares más exquisitos con sus variedades de uva autóctonas: albarín blanca y tinta, carrasquín, verdejo negra y mencía.

“Arrancamos de menos diez por la imagen que tenía el vino de Cangas de autoconsumo y veíamos como los primeros vinos que salían eran más valorados fuera de Asturias que aquí, la evolución del sector y su profesionalización nos dio la calidad de unos vinos que cada año se ve certificada por los numerosos premios que las bodegas DOP traen de concursos nacionales e internacionales, donde se codean con los mejores del mundo”, subraya el presidente del consejo regulador, José María Martínez Parrondo, que insiste en que el sector está en auge.

Explica que su crecimiento se va dando a medida que las bodegas amplían plantaciones, convirtiéndose además de en elaboradores en viticultores, y, por otro lado, los viticultores también apuestan por crear sus propias bodegas en busca de más rentabilidad. Esto ha supuesto que en los últimos años la superficie de viñedo haya crecido de las 35 hectáreas a las 50 actuales.

Precisamente, José María Martínez Parrondo es la última incorporación a la DOP como bodega. Hasta ahora era solo viticultor, después de tomar el relevo de su padre años atrás. “Hay futuro en el sector tanto productor como elaborador y teniendo la materia prima me faltaba dar el paso de hacer mi propio vino, es la forma de seguir evolucionando pero manteniendo tus raíces”, recalca.

También Siluvio Bodegas y Viñedos, de Lalo Méndez León, ubicada en Ibias, se unió a la DOP Cangas en esta vendimia. Para este empresario asturiano el vino DOP “tiene un futuro prometedor, estamos en el momento propicio”, apunta. Asegura que “el mercado actual está demandando productos de DOP pequeñas, que tengan detrás un paisaje, una historia y eso aquí lo tenemos y hay que saber transmitirlo, manteniendo la unión en el sector”, incide. En 2019, Luciano Gómez fundó bodegas La Verdea, tenía viñedos familiares y decidió convertirlo en su recurso económico. “A la gente le gusta nuestro vino, lo que marca la diferencia son nuestras variedades únicas, porque vinos hay muchos, pero algo exclusivo muy poco y nosotros somos unos de ellos”, destaca.

En ese mismo año también su sumó al proyecto Carmen Martínez, de la bodega Las Danzas, dejando de ser solo viticultora. Ella cree que “al vino de Cangas le espera un buen futuro, la gente valora nuestro producto y cada vez gusta más”. Aunque asegura que no es fácil emprender: “Hay que cumplir con muchas exigencias y burocracia, creo que el sector necesita más apoyo”.

Un año antes, nacía la primera bodega de la DOP en Ibias. Adrián Fernández fundó la bodega Señorío de Ibias, después de que su familia llevase 15 años como viticultores. Ve un futuro favorable, pero reconoce que “necesitamos crecer en superficie de viñedo y en más bodegas pequeñas, porque el mercado actual ha evolucionado hacia nuestro perfil, busca vinos con personalidad y de pequeñas producciones”.

Entre los veteranos ya se puede considerar a la bodega Vitheras, que nació en 2014. Carlos Ron es su director y cree que el potencial de la materia prima es “enorme”. “Creemos que el blanco podría ser una referencia a nivel nacional, pero necesita un apoyo mayor sobre todo por parte de DOP, que pensamos que hace falta que su gestión sea independiente”.

Beatriz Pérez, de bodegas Vidas fundada en 2012, coincide en destacar que “estamos en un momento dulce, pero seguimos siendo una zona muy pequeña y nos queda mucho camino para profesionalizarnos”. Considera que es necesario que se incentiven más las plantaciones y reclama ayuda “para mantener los viñedos viejos, porque se están perdiendo y es un patrimonio cultural”.

De las primeras bodegas fundadas a principios de los 2000 se mantiene la de Antón Chicote, quien no ha parado de aumentar viñedo. Pero para que el sector siga evolucionando cree que hace falta que en la zona “haya más trabajadores formados de los que podamos tirar las bodegas, que se cree una cooperativa”, propone.

También estaba en los inicios de la recuperación del vino la bodega Monasterio de Corias, quien tampoco ha dejado de invertir en nuevas plantaciones. Su gerente, Víctor Álvarez, considera que “el futuro del vino cangués es muy halagüeño, pero hay que seguir trabajando y plantando más viñedo, porque se necesita más producción”.

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