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Más noches perdiendo dientes: con la pandemia llegan las pesadillas

Los sueños angustiosos típicos, como que se te cae el pelo o alguien te persigue, se han vuelto más frecuentes por la incertidumbre de la situación sanitaria, según los expertos

Más noches perdiendo dientes

Se te caen los dientes y el pelo, llegas tarde a una cita importantísima, descubres que un fallo informático te había dado por aprobada una asignatura suspensa de la carrera y te tienen que despedir hasta que repitas el examen, te caes por el hueco de un ascensor, te mueres de sed. Los sueños, a veces incomprensibles, son también una cuestión de salud y tienen una función vital: entretenernos por las noches para que no nos despertemos. Y se han visto un poco trastocados, como todo, por la crisis del coronavirus. La visita diaria de Morfeo, que se sirve siempre de experiencias recientes para crear un relato con más o menos sentido, está tirando de creatividad a raíz de una pandemia que ha puesto todas las rutinas patas arriba. Según psicoanalistas y psiquiatras de la región, el contenido de nuestro mundo onírico puede servir como indicativo de problemas de estrés y desadaptación que, de mantenerse en el tiempo, deben ser tratados.

La zona del cerebro que nos permite soñar se llama el sistema activador reticular. Está en el tronco del encéfalo, aclara la psiquiatra avilesina Emilia García Castro, y está conectado con otras áreas cerebrales más conocidas como el hipocampo y la médula espinal. Las ensoñaciones suelen presentarse en la fase REM, que es cuando el cuerpo está profundamente relajado pero la mente está más activa (es la última fase de cada ciclo de sueño, después del sueño profundo, y cierra un ciclo que se suele repetir dos o tres veces cada noche). Se cree, de hecho, que las personas que dicen no soñar simplemente no lo recuerdan por haberse despertado horas después de sea fase de ensoñación. Recordar siempre lo que se sueña, así, puede indicar que la mente está demasiado tiempo en fase REM o que el sueño, por angustioso, lo interrumpe y despierta al afectado.

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El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, fue referente en el estudio de los sueños. Su teoría sobre la interpretación del mundo onírico, que vincula lo que soñamos a deseos reprimidos, sigue vigente en gran parte para el colectivo psicoanalista y un poco menos para la rama psiquiátrica. “Inicialmente esas teorías vinculaban los sueños a traumas antiguos, y ahora parece que le dan más importancias a sucesos recientes, a problemas más actuales a los que intentamos dar una solución mientras soñamos. Los sueños normales, cuando no hay un pico de estrés o un problema que los altere, deberían ser como una película, una historia que se cierra y no nos obliga a despertarnos”, ahonda García Castro.

De esta forma, que los asturianos lleven meses soñando (o recordando sus sueños cuando antes no lo hacían) más de lo habitual es “lógico”. Responde, dice, a que la pandemia obliga a procesar sus pérdidas e incertidumbres de forma similar a las que provocaría un duelo –incluso para aquellos que no han perdido a ningún familiar por el virus–, y que esas preocupaciones se cuelan en mayor o menor medida en el mundo onírico. Es de esperar que muchos asturianos empiecen a soñar que se contagian, que llevan puesta una mascarilla o que un familiar enferma.

Como la función del sueño es darnos una excusa para seguir durmiendo, cualquier alteración que nos despierte, si se prolonga en el tiempo, debe ser tratado como un problema de salud. Las pesadillas recurrentes y los terrores nocturnos –despertarse a mitad de la noche hiperventilando, con el ritmo cardiaco acelerada y sudoración– serán las consecuencias más serias para aquellos más afectados por la pandemia.

El contenido de lo que soñamos da “pistas” sobre lo que nos preocupa.

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Para el psicoanalista asturiano Francisco Estévez, más de acuerdo con Freud, el contenido de lo que soñamos da “pistas” sobre lo que nos preocupa. “Muchos sueños nos parecen incomprensibles porque al despertar solo recordamos fragmentos, pero si se ahonda en ellos podemos rellenar sus lagunas. Son como metáforas, nuestro subconsiente asocia nuestras preocupaciones a ciertas palabras y crea un relato”, asegura.

Otro factor que influye en el sueño es el tiempo. Y aquí, según el también psiquiatra Julio Bobes –que coordina una macroencuesta online sobre salud mental a la que anima a participar– , el virus nos hizo un ligero favor hace ahora un año, cuando se lanzó el primer cuestionario. El decreto del estado de alarma recluyó a buena parte de la región en el hogar, y muchos acabaron durmiendo más horas, y por eso también soñaron más. “Las ventajas no duraron mucho: fue cosa de un mes”, apunta. La encuesta realizada a los seis meses de pandemia , después, reflejó desajustes en el horario del sueño y ahora, a la espera de los resultado del nuevo cuestionario del proyecto, se espera que parte de estas alteraciones se hayan superado. “Hubo datos preocupantes. Un 33% de los encuestados comenzaron a consumir psicofármacos e hipnosedantes o aumentaron su dosis por el virus y un 5% empezó a consumir o aumentó la ingesta de antidepresivos”, alerta Bobes.

Todo el mundo sueña

Se cree que todo el mundo sueña y que los que dicen que no lo hacen simplemente no lo recuerdan. Es más común identificar un sueño si ha sido angustioso y si la mente ha estado más tiempo activa en su fase REM que inactiva en la fase del sueño más profunda.

La pandemia estimula al soñador

La pandemia se procesa de forma similar a un duelo, por lo que es normal soñar ahora con mascarillas, pero también recordar más lo que se sueña, porque suele indicar que se ha dormido con más inquietud.

Sueños recurrentes y terrores nocturnos

Los expertos diferencian los sueños angustiosos típicos –pérdida de pelo y dientes, persecuciones, caídas–, que solo indican un estado temporal de estrés, de las pesadillas recurrentes, que deben ser tratadas.

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