Futuro animalista y del medio rural

Miguel González Pereda

Miguel González Pereda

En Asturias, lobos, osos, corzos, xabalinos y toda aquella fauna que estaba en peligro de extinción, se ha recuperado y va creciendo de forma exponencial ocupando el sitio que dejan las nuevas especies en peligro de desaparecer en nuestro paisaje: ovejas, cabras, vacas y pastores. De hecho ya se hacen relatos, fotografías y documentales en los que se cuentan y muestran testimonios  que demuestran que todavía quedan algunos, que no son fruto de la fantasía, de los cuentos y de las leyendas tradicionales.

Los animales que pastaban y hacían su vida por nuestras aldeas entre el monte, el prado  y la cuadra, cambiarán su lugar de residencia por las estabulaciones de crianzas intensivas. No habrá problemas de abastecimientos de carnes, la producción mundial de animales para consumo humano  supera con creces la de nuestra especie, solo en pollos de cría dice la FAO que, en granjas por todo el mundo, hay más de veinticinco mil millones; tocamos a más de tres pollos por individuo. Mil millones de gochos, y se refiere solamente a los porcinos; en España se dice que hay más de veinticinco millones. Mil quinientos millones de vacas, mil cien millones de cabras y mil trescientos millones de ovejas.

La población urbana seguirá creciendo y la rural será testimonial, pero no, no habrá problemas de abastecimiento de carnes, ni de leches, ni quesos, ni de nada de nada, porque la comida sintética crece y cuela.

Los pastores se reciclarán en jubilados de pensión exigua con el suplemento de una portería o algo similar, y los animales llamados salvajes, con perdón de los defensores de los animales sintientes, ante la escasez o falta de sustento tendrán que buscarse la vida como puedan, probablemente acercándose a los contenedores de basuras de las ciudades compitiendo con los freegans,  o comiéndose unos a otros ante la escandalizada y  atribulada mirada de los animalistas Disney, que verán esos reportajes  en la tele con horror, y acusarán a la especie humana y al gobierno de turno, de la regresión al salvajismo y la fiereza de unos animales que estaban felices en su reserva,  libres del hambre, de la sed, de la desnutrición, del temor, el estrés y de la lesión de algún cazador de aviesas intenciones. En fin, libres comiendo ovejines  y que se les podía ir a hacer fotos en safaris organizados y echarles pan como a las palomas.

La población de animales domésticos, perrinos y gatinos principalmente,  se prevé que aumentará tanto que generarán verdaderos problemas de convivencia en las grandes poblaciones, y probablemente se tendrán que tomar medidas drásticas y sacrificar a muchos de ellos, por abandono y otros motivos; algunas ciudades de China, que últimamente ha prohibido comer perros y gatos, ya prohíben tener animales domésticos en la ciudad, y otras pasearlos por las calles durante el día.     

 Los vegetarianos y veganos del Principado, tampoco lo van a tener fácil para adquirir productos frescos kilómetro cero, todo apunta a que en la aldea  solo quedarán agricultores testimoniales o de “pa en casa”, el resto estarán compitiendo con los pastores en busca de otros trabajos.

La verdad es que estas predicciones pueden parecer alarmantes y negativas para muchos, pero dan una pista de hacia dónde vamos, tras la pérdida y carencia de vínculos con nuestro medio rural.  Asturias va, en esta y otras direcciones, como un pollo sin cabeza. Cada vez somos menos y menos representativos, pintamos poco o muy poco, y eso hace que nos lleven a cualquier parte, que probablemente sea a la que no queremos ir.

Y por si fuera poco, la producción de faba de la granja, que nos haría llevar el año con un poco de consuelo, no fue como se esperaba, no pasará de las ciento cincuenta toneladas, dicen. ¿De dónde vendrán las que faltan hasta las ochocientas toneladas que se estima se consumen anualmente como faba asturiana?. La verdad es que nos lo están poniendo cada vez más difícil.