Bolas de fuego y un poco de ética

Pilar Tuero

Pilar Tuero

Veo en las noticias como un avión comercial japonés que lleva 379 pasajeros se incendia al chocar en la pista de despegue y se convierte en una bola de fuego.

¡Qué horror! Pienso al imaginar a tanta gente asfixiada o abrasada viva. Sin embargo, prosigue el presentador, todas las personas que estaban en el avión, casi cuatrocientas, se levantaron en orden, ignoraron sus pertenencias y salieron tranquilamente sin empujones ni gritos histéricos. Todos se salvaron.

Increíble, dicen los expertos. En 90 segundos todo el mundo estaba fuera del avión sin romperse ni una uña.

Ese increíble sentido ciudadano nipón es digno de reverencias. ¿Cómo es posible que tantas personas hayan reaccionado tan bien y hayan pensado en el bien común antes que en su propio bien?

Se ve que ¡sálvese quien pueda! no es el lema de los sufridos japonenses. Imagino que tantas alarmas por terremotos y tantos tsunamis les han acostumbrado a oír una sirena y actuar con calma. Pero ver un infierno que te puede devorar es algo bien distinto.

Se me ocurre que los occidentales deberíamos plantearnos estudiar ese tipo de comportamientos en las clases de ciudadanía, antes llamada ética, antes llamada estudio asistido, antes llamada alternativa a la religión, para darles un sentido coherente. Es una lástima que se pierdan horas semanales (sé de que hablo) en hacer poco o nada pudiendo dirigir nuestras miradas a otras maneras de ver la realidad, estudiar psicología o hacer debates que nos hagan más flexibles y empáticos.

Tantos cambios de ley, tanto lenguaje hueco y tantas programaciones absurdas para perder todas la semanas desde hace décadas la oportunidad de hacer algo bueno y sólido para nuestros queridos adolescentes, que serán los que en unos años, pobres criaturas, paguen nuestras pensiones.

Menos sidrina y más sake, pero de conocimiento.