La hermana Noemí

Luis Rivaya

Luis Rivaya

Esta semana pasada empezó mal para mí al haberme implicado en mis obligaciones de padre y abuelo con esas compras -siempre de última hora- para atender a hijos y nietos en unas fechas tan especiales y en las que no puedes fallar. Apartado de la prensa y Tv por unas horas comienzo con una triste noticia de la que no tuve conocimiento hasta el lunes (tres días después): Miguel Rama, quien fuera compañero y amigo en mis tres temporadas como reportero en el centro territorial de TVE en Asturias, había fallecido a los 76 años mientras yo recibía en Villaviciosa a SS.MM. los Reyes Magos de Oriente.

Creo que en alguna ocasión ya les hablé de mi entrada en la televisión pública aquél primer día de marzo de 1984 gracias a José Luis Rodríguez (no el cantante venezolano conocido como “El Puma”), que era el responsable técnico del medio ubicado entonces en los bajos del antiguo estadio Carlos Tartiere. Ese mismo día también debutó la ganadora del Premio Planeta en 2009, Ángeles Caso, como presentadora del informativo “Panorama Regional” en el que Miguel Rama junto a María Teresa Álvarez, José Luis López del Valle y Rafa Avello habían puesto en marcha a mediados de los años setenta.

En el tiempo en que estuve allí primero como ayudante y luego reportero gráfico, mi director fue Juan José Plans que también nos dejó hace ahora diez años y con quien apenas tuve posibilidad de intercambiar alguna palabra. Era un hombre serio y a la vez, afable y correcto pero por lo que sentí personalmente, creo que algo distante con los peones y gladiadores de la casa. Esa especie de barrera o cortafuegos con la dirección yo me lo saltaba acercándome a Miguel Rama que siempre estaba de buen humor y era tremendamente animado y positivo aparte de un fumador empedernido.

Para mí, Miguel Rama era el verdadero director del centro. Un hombre bajito pero muy grande que siempre estaba en el ruedo con todos nosotros. Aunque para él significaba un reconocimiento y premio a su trabajo, sentí mucho su marcha en 1986 cuando le pusieron al frente de TVE La Rioja teniendo que trasladarse a Logroño. Poco tiempo después también yo decidí dar un giro a mi vida al dejar el medio y establecerme por mi cuenta creando La Chalga Pro.

Varios años después volví a encontrarme con Miguel que, tras dos años por esa tierra de bendito y exquisito vino, había regresado a Asturias. Fue entonces cuando me volvió a demostrar su gran valía, su talla humana y honradez profesional (a lo mejor porque no tenía más remedio), al coincidir en un trabajo que ambos cubríamos. Don Miguel Rama Concha, el señor exdirector de TVE Asturias y La Rioja, estaba trabajando junto a un cámara como “ayudante de reportero y sin que se le cayese ningún anillo”, tal y como yo había debutado tres años antes.

Miguel Rama sujetaba un micrófono que acercaba al político de turno como hacían el resto de compañeros. Cuando aquella rueda de prensa finalizó tuvimos oportunidad de hablar y darnos un abrazo. Una vez más demostraba su entrega y categoría profesional. Su raza. Y me confesó que por defender unas causas que él entendía que eran justas y necesarias, le habían pasado a “otro” despacho aunque, eso sí, manteniéndole el sueldo de director. Una práctica que debía ser habitual en TVE aunque actualmente la desconozco.

A propósito de esto último debo decirles que a Mario Bango, otro amigo y compañero que también fue director de TVE Asturias, me lo encontré haciendo exactamente lo mismo que Miguel Rama, es decir,  “sujetando el micro” en una comparecencia de autoridades que tuvo lugar en la Comarca de la Sidra. Ello me hace pensar que si cesar al director de un ente público como TVE conlleva relegarle a ser “sostenedor” o pie de micro para entrevistas, por mucho que te mantengan el sueldo de “jefe”,  estoy más que orgulloso de haberme hecho autónomo y de haberme establecido por mi cuenta aunque a veces haya tenido que pasarlo muy mal.

Lo cierto es que la desaparición de Miguel Rama me ha llevado cuarenta años atrás. Y pese a la gran tristeza que me produce su marcha he sentido alivio al descubrir que mi cabeza sigue -al menos de momento- bien amueblada y casi en plena forma. Va a ser verdad eso de que tengo buena memoria pues mientras mis dedos recorren el teclado del ordenador, me siento bien recordando a Miguel dándome ánimos, enseñándome la profesión y como siempre contento y sonriente.

Esto me hace anclarme en el pasado recordando aquellos lejanos años pero que, por circunstancias de la vida, pueden volver a revitalizarse en cualquier momento tal y como me ha sucedido este último viernes…

Corrían los años setenta y como muchos jóvenes de entonces, formaba parte de un club parroquial. En mi caso era el Club Tulahuen que tenía su sede en la madrileña calle Ayala, en los bajos de la Iglesia del Cristo de la Salud cuyo párroco era el sacerdote jesuita y también arquitecto, Don Ignacio de Zulueta que había sido instructor del Rey Emérito Don Juan Carlos de Borbón.

A pesar de que la parroquia estaba ubicada en una zona clásica y conservadora fuimos capaces de “romper” su seriedad y formalismo al ser pioneros cantando una “Misa de Juventud” que llenaba el templo todos los domingos acompañados por las guitarras eléctricas y batería que teníamos de nuestro conjunto musical siguiendo la estela de The Beatles, Rolling y Los Brincos. Creamos un estilo y ambiente nuevos a los que se sumó más de medio ‘barrio Salamanca’.

Lógicamente del Club Tulahuen terminaron saliendo parejas de novios y varios matrimonios. Sin ir más lejos mis amigos Jesús Delgado y María Fernanda Turell unieron sus vidas en 1982 y prácticamente desde entonces, les perdí la pista. Un año después regresé a Asturias y hasta hace cuatro años no conseguí recuperar a algunos de los amigos y amigas de aquella época juvenil.

Nada más comenzar la pandemia, María Fernanda, Mafer”, se quedó viuda acompañada por sus tres hijos: Alicia, Alberto y Rocío Delgado Turell y el destino quiso que hace tan sólo un año tuviera oportunidad de conocer en Villaviciosa a sus dos “niñas”: la pequeña Rocío  que es una mujer grande (como lo fue Jesús su padre), y la mayor que ya no es Alicia porque a los diecisiete años y tras haber acabado el primer curso de arquitectura, sintió la llamada del Señor pasando a llamarse Hermana Noemí, de “Iesu Communio”, un instituto religioso católico fundado en el Arzobispado de Burgos el día 8 de diciembre de 2010 por la religiosa clarisa burgalesa Sor Verónica. Un instituto que se dedica a “la evangelización de los jóvenes y a la vida contemplativa”.

 Fueron sólo treinta minutos los que pasamos juntos pero que me marcaron para el resto de mi vida pues jamás había visto en una “chavala” joven (y que me perdone Sor Verónica), tanta luz y belleza en un rostro, tanta fe e ilusión, tanta alegría y dulzura contando y transmitiendo sus sentimientos y cuanta felicidad inunda su interior… La Hermana Noemí con su suave voz y muy pocas palabras me dejó traspuesto, totalmente “colgado” sin haber bebido ni una gota de alcohol y sin haber fumado nada. Quedé impactado y desde aquella fría noche de hace un año en la terraza de la Cafetería Avenida de la Villa, yo me sentía en deuda con ella.

Este último viernes acompañada por su madre y también por poco tiempo, volvió a Asturias. Al verla con su hábito de tela vaquera, la pañoleta azul y el cordón blanco -sin los tres nudos franciscanos- el corazón me dio un vuelco. Un vuelco de sana alegría. No había cambiado nada. Igual de maja. Igual de bella. Como si el lema de su orden, instituto o congregación le acompañase en todo momento: “Brilláis como lumbreras en medio del mundo, mostrando la razón para vivir” (Filipenses 2,15).

Me acompañaban Jenny y Javier. Estábamos en Oviedo y pese a los 10 grados de temperatura, el día había amanecido precioso y con un sol espléndido. Por ello nuestro plan y propuesta fueron claros para la madre y su hija monja. Me acerqué a Noemí y le dije: “Voy a acercarte a Dios. Tenemos una sorpresa para vosotras y voy a subirte más cerca de Él”…

Santa María del Naranco, San Miguel de Lillo y la ascensión hasta el alto. Creo que la Hermana Noemí disfrutó en la cima del Monte Naranco acompañada por el monumento al Sagrado Corazón  y teniendo la capital asturiana a sus pies casi descalzos (con sandalias y sin calcetines). Al fondo el bello e inmenso paisaje de la Sierra del Aramo y resto de montañas totalmente cubiertas por la nieve de estos últimos días.

Nos hicimos unas fotografías y fuimos a comer. Madre e hija felices con la comida asturiana que eligieron saltándose, al menos por un día, la dieta post-navidades que casi todos hemos iniciado después de Reyes. No quedó rastro ni de la fabada ni del cachopo en una animada comida en la que la Hermana Noemí nos siguió conquistando con la clara sencillez de sus palabras y su cariño hacia Jesús y todo lo que representa para todos a pesar de que no corran buenos tiempos en la actualidad. Emociona escucharla tan entregada y convencida en su entrega. Un encanto de joven religiosa que te hace sentirte maravillosamente bien como si fueras un miembro más de “Iesu Communio”.

La despedida llegó en la Estación del Norte desde donde partía hacia Madrid en donde quedaría su madre. Posteriormente ella viajaría hasta Godella, en la provincia de Valencia, que es donde vive actualmente. De regreso a la Villa ya la estábamos echando de menos. Le envié las fotografías por whatsapp e inmediatamente me contestó. Su mensaje decía: “Se me ha olvidado cómo se llama el embutido que acompaña a la fabada”… Y mi respuesta fue fácil: Hermana Noemí, el “compango” de la próxima fabada ya te está esperando…y nosotros, también. Que Dios te bendiga.