Antroxando

Miguel González Pereda

Miguel González Pereda

El Carnaval o los Carnavales, son los tres días que preceden al comienzo de la Cuaresma, así lo define  la Real Academia española. O sea, los tres días que equivalen a nuestro Domingo El Gordu, Lunes y Martes de  Antroxu, algunos también consideran el jueves anterior, o Jueves de Comadres, sin ninguna realidad que lo sustente más que la proximidad de fechas, como parte o inicio del Carnaval . El Carnaval es una fiesta lúdica, popular, movible en función de la primera luna llena de primavera, que condiciona, a su vez, la Semana Santa y la Cuaresma.  Lo de fiesta movible, lo interpretan algunos ayuntamientos y hosteleros, como fiesta que se puede hacer cuando les venga en gana, y así podemos ver que se anuncian Carnavales  de garrafón, o simples desfiles de disfraces,  en numerosas ciudades y pueblos casi todos los fines de semana de la Cuaresma, para evitar la coincidencia con otros Carnavales con más nombre y atraer participantes a su concurso de disfraces, en una especie de circuito, en el que un día van a por los sustanciosos premios en metálico de un pueblo y a la semana siguiente a por los de otro.

El origen del Carnaval, o los Carnavales, tiene muchas propuestas, unos que si las Saturnales y Lupercales romanas, que si las Bacanales, en honor a Baco o Dioniso el griego, que si la Saturnalia, que si  la fiesta egipcia al cornudo Apis, que si Isis y su fiesta en la primera luna de primavera con desfile de máscaras y el carrus navalis. Cuando se puso de moda “celtificarlo” todo y buscar todos los orígenes en la cultura celta, alguien vio el origen del Carnaval en la fiesta que se hacía en febrero a la diosa Carna,  diosa de les fabes (de mayo, supongo) y el tocino, uno, que es miembro activo de la Cofradía gastronómica de Amigos de les Fabes, no pudo por menos que entregarse a una deidad que protegía e indicaba el camino hacia la sublime fabada.

En Villaviciosa, fueron famosos sus Carnavales del primer tercio del pasado siglo, con gran participación de mazcarites, cuentan testigos que al final del desfile, en la calle del Sol, los restos de papelinos de carnaval y serpentinas, llegaban hasta el borde de la acera. Llegaron a publicar un periódico festivo, lleno de gracia y sátira de nombre “El Fumiacu Invisible”, y tenía especial relevancia “El Entierru de la Sardina”, en el que la Sardina (un mozo en el interior de una sardina de cartón), acompañada de los oficiantes, los componentes de los distintos duelos, y un escribano, recorrían las “capillas” (chigres), en las que un oficiante rezaban un responso y bendecía a la concurrencia con agua  en el mejor de los casos, el notario leía, en cada estación, una parte del “Testamento de la Sardina”, los asistentes coreaban el estribillo, y eran obsequiados por el establecimiento con sardinas frescales fritas o tortilla de bacalao o sardines salones.

Por las parroquias del concejo, los mazcaritos iban de casa en casa, disfrazados con ropas, pieles, cortezas, fueyes de panoya y picornios adornados con citas y cascabeles, así lo hacían los de Llugás que subían por Coru hasta Breceña, en el camino golpeaban con un vexigu y arrojaban ceniza o fariña a las mozas que encontraban y hacían sonar cualquier cosa que invitase a bailar. Y los de Rozaes, iban también de casa en casa saltando y haciendo sonar cencerros y cascabeles frente a las casas, en las que eran obsequiados con fayueles y sidra.

A Tazones por Carnaval, iban Los Mordicientos, dicen que venían de Santa Mera y  pasaban en embarcaciones a Tazones, donde corrían los gallos, a los ñeños se les prevenía con esta copla: “Dicen que “Los Mordicientos” vienen muy gafos, y traen sombreru y espada pa matar los gallos”. Tras matar los gallos, “Los Mordicientos”, continuaban por las parroquias vecinas de Oles, San Justo, San Martín… cantando coplas que ellos mismos componían, les obsequiaban con comida, sidra, dormían por las tenadas y regresaban a Tazones para el Entierru de la Sardina, que en el caso de Tazones se trataba de un “hombrín” (bocarte), que metido en “una cajina”, se quemaba con gran ceremonial en la plaza del pueblo. Hoy Los Mordicientos  lo tendrían más que difícil por la Ley de Maltrato Animal, probablemente tendrían que venir acompañados de un veterinario que proporcionara la anestesia o los medios necesarios a los gallos para que pudieran causar su muerte voluntariamente antes de cortarles la cabeza.

En el año 1985, hubo un intento de recuperar la fiesta de Carnaval en Villaviciosa, se creó una Cofradía del Cencerru y de la Orden del Antroxu, para potenciar los actos más tradicionales, el menú de Antroxu,  pote, fayueles  o picatostes, y el Entierru de la Sardina. La mesa de Antroxu, siempre es generosa y abundante, se hicieron concursos de pote con “xuan”, fayueles , picatostes, se recuperó el periódico satírico “El Fumiacu”, y todo se regó con sidra y vino. El Entierru la Sardina, dejó su satírico y divertido testamento a trozos recorriendo chigres y bares, acompañado de una multitud de enlutadas plañideras y entristecidos miembros de la Cofradía del Cencerru, vestidos con chaqué de riguroso luto, sombrero de copa y copas hasta el sombrero para apagar el dolor, decían, y despedían a Sardina en El Güevu que, incinerada, subía al cielo en un adiós de traca y colorido por los fuegos que previamente había guardado en su interior el embalsamador de Pirotecnia Devita. Fueron unos años de magnífico Antroxu, la fiesta decayó al no ser festivo el día siguiente, día de insoportable sueño y resaca, incompatible con la realización de un buen trabajo. Demasiada responsabilidad en la gente de la Villa.

Hoy, solo antroxan  en el concejo maliayo los de Rozaes, en un meritorio trabajo de recuperación del Antroxu más puro y natural, los pequeños, que se reúnen, cada vez más, en un divertido Carnaval en la Plaza Cubierta, y aquellos que tienen la suerte de tener manos de madre o abuela que hagan en casa fayueles siguiendo la vieja y tradicional receta, con fariña de trigu molida en molino de agua, preparando y dejando fermentar el amblau la noche antes, para por la mañana echar los huevos y ponerse a freír torres de fayueles como si no hubiera un mañana, para que nadie de la familia quede sin sentir deshacerse en la boca tan suave y dulce manjar. Y no se rellenan de nada, eso queda para sus parientes  los frixuelos, frixuelas, cereixolos con sangre o sin ella, las filloas, hojuelas, crêpes, etc. Y el anís y otros espirituosos se toman en copa aparte si es del gusto del comensal. Con esto de la globalización, se pueden comer donde y cuando le apetezcan o se las hagan, pero al igual que los mazapanes y turrones son golosinas de Navidad, los huesos de santo de Todos los Santos  y los de San Expedito en Semana Santa, les fayueles son postres de Carnaval. Y el singular de fayueles es fayuela, no fayuele, como pedía una señorita en un restaurante de la Villa. Ah, y el de fabes es faba, no fabe, como escribía un crítico gastronómico en un diario de tirada nacional. Estos no debieron de ir a la escuela de Pablo Casado en la que solo estudiaban hórreos y frixuelos. Una pena.