Opinión

De la amnistía al Vamos Pedro

Tras las últimas elecciones generales Pedro Sánchez decidió acordar una amnistía para los actores del Procés. Al margen de su inconstitucionalidad o no (Presidente y ministros cantaban todos a coro que era inconstitucional dos días antes del resultado electoral ) la improcedencia de la medida era evidente para una amplia mayoría de españoles. Tras haberse aplicado el 155 por consenso entre PP y PSOE, perdonar a quienes, sin siquiera haber pedido perdón, quisieron liquidar de un plumazo la Constitución y el Estatuto, resultaba indigerible. Es verdad que la política es el arte de lo posible, y que son frecuentes los cambios a favor de conveniencia, pero una mentira directa en un tema de este calibre para el Estado de Derecho, protagonizada por el propio Presidente del Gobierno a cambio de 7 votos, resultaba inaudito. El sentimiento de frustración y desafección por la política afectó de lleno a muchos ciudadanos, incluidos los más templados y respetuosos con nuestras normas e instituciones. Y pasamos al Vamos Pedro. Es sabido que dedicarse a la vida pública implica un coste personal importante, un escrutinio permanente, y a menudo sufrir unos juicios de valor injustos y sin fundamento. Todo esto se ha intensificado en la era de las redes sociales, y con la eclosión de los “medios de comunicación gratis”, un auténtico veneno para el debate público sereno basado en datos reales. Además, no parece que la esposa del Presidente incurriera en la ilegalidad con sus actuaciones (al margen de la pertinencia, ética o estética de alguna de ellas). Dicho esto, un Presidente del Gobierno de España no puede comportarse sin la responsabilidad que se le supone a su cargo. Suspender la agenda de un poder del Estado para ganar protagonismo, con una carta populista que más parecía un mitin contra la oposición que una expresión de impotencia sincera, solo se concibe desde la frivolidad y el narcisismo. Me voy… pero me quedo. No cabía otro final para quien ha hecho lo imposible por permanecer en la Moncloa. Llama la atención la respuesta del PSOE ante este episodio acudiendo presto a la llamada de su líder. Este comportamiento, ayuno de espíritu crítico, solo puede responder a un fervor religioso más que a la racionalidad, o a la necesidad de conservar los sueldos que dependen de Presidencia. No quiero pensar en los dirigentes que, con carrera política propia al margen de Sánchez, se han visto obligados a representar un papel en la ópera bufa diseñada por su líder. Los ciudadanos hemos transitado desde la perplejidad y la frustración por la amnistía al puro bochorno por el infantilismo caprichoso del Vamos Pedro. Muchos demócratas españoles consideraban a José María Aznar el Presidente que más había dividido a los españoles. Con sus mentiras sobre la guerra de Irak y los atentados del 11-M, y con su estilo intolerante, consiguió ponerse en contra a toda la izquierda, centro izquierda y la parte moderada de sus votantes. Pedro Sánchez, con su discurso divisivo y sus piruetas para mantener el poder por encima de todo, ya ha logrado lo mismo: irritar a toda la derecha, el centro derecha y la parte moderada de sus votantes. Es urgente que el PSOE ejerza un contrapeso sobre el estilo caudillista de su líder, con dirigentes solventes que no se plieguen a todo. Y que el señor Feijóo haga por fin un discurso propositivo e inclusivo, superando la pura sobreactuación antisánchez. La España diversa que apuesta por la concordia, más sensata y menos crispada que sus líderes, lo necesita.