Soto de Luiña, L. Á. VEGA

Avilés, F. L. JIMÉNEZ

Un vecino de Soto de Luiña, Severino Gallego Cernuda, de 66 años, separado y con ocho hijos, falleció en la medianoche del miércoles tras recibir cinco balazos a manos de un guardia civil al que estaba atacando con una pala de dientes. El agente, de 29 años, con cinco de experiencia en el Cuerpo, resultó herido leve después de que el agresor le rozase con el apero de labranza, y disparó hasta cinco veces para tratar de desarmar a su agresor. De esta forma tan luctuosa terminaba un incidente que se había iniciado unos minutos antes en la plaza de Soto de Luiña, cuando el fallecido, un hombre que, según sus vecinos, era de carácter muy violento cuando bebía, amenazó con una navaja a un grupo de jóvenes y luego se saltó un control policial. La familia del fallecido no duda en calificar lo ocurrido de «abuso de autoridad», aunque tanto la Delegación del Gobierno como la Guardia Civil y las asociaciones profesionales consideran que la actuación fue «limpia». No obstante, se ha abierto una investigación para determinar lo ocurrido.

La cadena de acontecimientos se inició en la plaza de Soto. Gallego, un ex camionero que estuvo dos años en la cárcel por apuñalar a un hombre en Madrid, y que se vio involucrado en el atropello de dos jóvenes, había estado de bares por la tarde en la localidad cuiderense de Oviñana. Una vez finalizado el partido entre el Barcelona y el Milán, Severino se dirigió con su Opel Corsa hacia Soto de Luiña.

Llegó poco después a uno de los bares de la plaza, despotricando contra el conductor de un coche blanco que le había adelantado a gran velocidad, según indicó la camarera Cristina Rodríguez. Los jóvenes que iban en el coche estaban justamente en la terraza del bar. «Severino parecía tranquilo. Preguntó por el partido y luego comentó algo del coche blanco. Luego se marchó», indicó Rodríguez.

Al salir del bar hubo un cruce de palabras entre Gallego y los jóvenes. Entre ellos había algunos vecinos de Oviñana y unos chicos de Madrid que están de vacaciones. Según diría uno de los jóvenes luego a sus familiares, Severino comenzó a llamarles «hijos de puta». Uno de ellos se encaró con él y entonces, siempre según su versión, Gallego sacó una navaja y comenzó a amenazarlos con que les iba a matar «uno a uno».

Los jóvenes decidieron entonces avisar a la Guardia Civil. Una patrulla se presentó en la plaza del pueblo. Mientras los amenazados relataban lo ocurrido a los guardias, Severino pasó junto al coche policial a bordo de su Opel Corsa. «Fue ése el que nos amenazó», dijo uno de los chicos. Los guardias montaron en su vehículo y siguieron a Gallego. Pasaron delante del cuartel de la Guardia Civil y cruzaron el puente sobre el río Esqueiro. Severino se dirigía a su casa, en el barrio de Cepedo.

Los guardias dieron el alto a Gallego y le pidieron la documentación. El hombre reaccionó insultándolos y arrojándoles sus documentos a la cara, luego continuó la marcha hasta Cepedo. Los guardias le siguieron, tras recoger los documentos. Su intención era devolvérselos y terminar de realizar las diligencias.

Llegaron a la casa de Severino. Éste salió y, a continuación, volvió a meterse en el interior de la casa. Fue entonces cuando reapareció con la pala de dientes. Según la versión facilitada por los agentes, intentaron por todos los medios que el hombre dejase el apero de labranza, pero cada vez se ponía más violento, hasta llegar a herir a uno de ellos levemente en el pecho. El agente, no viendo otra forma de desarmarlo, ante la actitud cada vez más agresiva de Severino, le disparó hasta en cinco ocasiones. Tres de las balas lo alcanzaron de lleno (se habla del pecho, pero también de una pierna), y otra lo rozó.

Severino cayó fulminado al suelo. Aunque el personal de una uvi móvil intentó reanimarlo, fue imposible. El cuerpo fue trasladado al cementerio de La Carriona, donde se le practicó la autopsia ayer por la mañana. Allí mismo quedó instalada la capilla ardiente. Será enterrado hoy en Soto de Luiña tras un funeral a las cinco de la tarde.

Los vecinos de Soto de Luiña reaccionaron ayer con estupor y pena. Oliva Magadán, vecina de la casa contigua a la de Severino, aseguró haber escuchado hasta tres disparos mientras veía la televisión. «Era buen vecino, nunca tuvimos queja de él. Aunque estaba casado y tenía ocho hijos, vivía solo», aseguró. Su hija, Filomena López, dejó escapar una lágrima. «Como vecina que era de él, lo siento mucho», acertó a decir.

La camarera con la que habló instantes antes del incidente que desembocó en su muerte aseguró sentirse muy triste. «Esa misma noche se acordó de mi abuelo, me da pena porque no era una persona mala», aseguró. Otro vecino, en un bar cercano, comentó lo difíciles que eran algunas situaciones con el fallecido. «No te podías fiar, porque en cuanto bebía se ponía muy violento. La única forma de tenerlo aplacado era ponerse a cantar. Le gustaba mucho "Campanines de mi aldea". Tenía muy mal vino», lamentó.

En el pueblo se comentaba ayer que ya hacía veinte años había rajado a uno en Madrid. «Fue en Legazpi. Le vinieron tres encima y él les hizo frente y a uno lo abrió en canal, pero no lo mató. Estuvo año y pico en Villabona, allí se metió a cocinero, para ganar algo», señaló un vecino, camionero como Severino.

El incidente ha caído como una losa en la Guardia Civil, donde aún está reciente el tiroteo protagonizado el pasado domingo en el cuartel de Villaviciosa por un agente que incluso tomó como rehén a una sargento. El coronel José María Feliz Cadenas, jefe de la zona de Asturias, acudió al cuartel en la mañana de ayer. El guardia que efectuó los disparos, que está hundido, fue descargado del servicio y enviado a casa. Las lesiones sufridas en el pecho son muy leves.

En la mañana de ayer, agentes de la Policía Judicial recogieron varios casquillos en la antojana de la casa donde se produjo el incidente. La juez suplente de Pravia, que instruye el caso, ha decretado el secreto de sumario.

El delegado del Gobierno, Antonio Trevín, indicó que «se trata de un desgraciado hecho que quien primero lamenta es la Guardia Civil». Añadió que es el Cuerpo «el primer interesado en clarificar todos los aspectos de este hecho», informa Pablo GONZÁLEZ. Trevín señaló que se está realizando ahora una investigación pormenorizada.

Para la Unión de Guardias Civiles (UGC), el agente «no tuvo otra opción que hacer uso de su arma reglamentaria para repeler la agresión». Esta asociación profesional mostró sus condolencias a la familia del fallecido, pero también defendió la actuación de los agentes, que se enmarcó «dentro del protocolo a seguir en estos supuestos, donde la violencia ejercida contra los agentes es tal y el peligro de sus vidas tan evidente que es necesario el uso de las armas en legítima defensa». Aparte de ofrecer a los agentes sus servicios jurídicos, UGC mostró su preocupación por el cada vez mayor número de casos de resistencia y agresión a agentes, y pidió endurecer las penas.

Los rostros de los familiares y allegados de Severino Gallego Cernuda congregados ayer de tarde en el tanatorio de La Carriona (Avilés), donde se instaló el velatorio por el difunto tras serle practicada la autopsia al cadáver, delataban tanto la consternación por lo ocurrido como el malestar por una actuación policial que tildan cuando menos de «desproporcionada» e «injustificable».

Padre de ocho hijos y abuelo de varios nietos, Severino Gallego Cernuda falleció como consecuencia de cuatro balazos, la mayoría de ellos mortales de necesidad, según las conclusiones preliminares de la autopsia que los forenses trasladaron a la familia y siempre según la versión de miembros de ésta.

«No se le pegan cinco tiros a una persona para reducirla, y mucho menos apuntando a zonas mortales de necesidad», manifestó a este diario un pariente de la víctima que no disimulaba su indignación por la actuación de los guardias civiles que intervinieron en los hechos. Otra persona que se identificó como familiar del difunto vecino de Soto de Luiña aseguró que los forenses les habían comentado que «alguno de los disparos, por la posición de entrada de la bala, fueron hechos cuando Severino ya había caído al suelo herido por los primeros impactos; si es verdad que eso ocurrió así, es muy fuerte».

El círculo familiar de la víctima reclama una investigación a fondo de las circunstancias que rodearon la muerte del hombre y recriminan el «acoso» al que supuestamente sometieron a su pariente, interpretación que hacen del hecho de que los agentes de la Guardia Civil siguiesen a Severino Gallego Cernuda hasta su domicilio tras haberle requerido previamente que se identificase con motivo de las quejas expresadas por unos jóvenes a los que la víctima, supuestamente, había increpado e insultado.

La incredulidad de los vecinos y allegados del difunto se mezclaba a las puertas del tanatorio con variadas hipótesis de cómo pudo acabar en tragedia un trámite ordinario como es la identificación de una persona por parte de las fuerzas del orden.

Aun asumiendo que Severino Gallego Cernuda amenazase a los guardias con una pala de dientes, y que probablemente hubiese bebido de más, en los corrillos formados por quienes acudieron a dar el pésame a la familia la pregunta era recurrente: «¿Por qué no hicieron disparos intimidatorios, por qué dispararon a matar?».

A los reproches por la presunta desproporción de la respuesta policial al comportamiento de Severino Gallego Cernuda y lamentos por el fatídico resultado, algunos parientes añadían también su crítica por la tardanza en comunicar los hechos a la familia -cinco horas más tarde, según los testimonios que ayer recogió este diario en el tanatorio- y por la forma de hacerlo, una llamada de teléfono realizada de madrugada a la ex esposa del difunto, residente en Raíces Nuevo (Castrillón).