Puro marianismo. «A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión. Eso es también una decisión». Confesión de Rajoy. La semana pasada. A puerta cerrada. En un plenario con sus diputados y senadores. Era la reafirmación ante quienes le urgieron el rescate de España. Una frase retrato. Su tratado de política. Manejo del tiempo. Espalda ancha. Nunca embarrarse. Mirada al frente. Y a otra cosa.

Los jueces dirán. La investigación de la supuesta corrupción en el PP llegará hasta donde sea capaz de remover la Policía. Rajoy ni impulsará ni frenará el esclarecimiento. Seguramente le gustaría hacerlo. Pero no va con su carácter. De ser, que ocurra por accidente. Marianismo puro. Actuará conforme los acontecimientos marquen el paso. Lo escucharon de su boca también los parlamentarios. «Ya hemos hecho lo que debíamos. Vamos a dejarlo. Estos enredos nos entretienen mucho», vino a recomendarles. Ocasión perdida para un valiente. Para levantar las alfombras. Señalar al culpable.

Hay una «X» en Gürtel. Un nombre hacia el que todos apuntan. Con sordina. Todavía. Los personajes de la red y los que aparecen en la contabilidad paralela de Bárcenas guardan sospechosas sinergias. La trama corrupta que supuestamente se adueñó del PP necesitaba de respaldo político para cometer sus tropelías. Si es que fueron cometidas. Algunas hubo. Sepúlveda, el ex marido de Ana Mato, recibió la mayor parte de los sobornos de Correa en su condición de encargado electoral popular. De persona que decidía la contratación de los operativos de las campañas. Lo acaba de afirmar el juez Ruz en un auto. No hay quien acumule 22 millones de euros en una cuenta suiza prevaricando con la megafonía de los mítines o el decorado de los escenarios. ¿Quién tenía poder para encarrilar la adjudicación de obras hacia los empresarios que aflojaban las mordidas generosas? Incógnita a despejar. La guinda.

Hubo otra «X». La de los GAL. Cascos le puso nombre. Mitin. En Mérida. Septiembre. Año 1996. Vicepresidente primero del Gobierno. Entonces en el PP. En campaña. El asturiano suelta: «El montaje de los GAL fue terrorismo de bodeguilla. Los GAL eran algo que orquestaban Felipe González y gente de su confianza» (Nota bene: bodeguilla, lugar de la Moncloa donde agasajaba a las amistades el carismático líder socialista). Y más. En sede judicial. El Supremo. Compareciendo como testigo del «caso Marey». Junio. Día 22. De 1998. «Hay suficientes elementos de convicción, por acción y por omisión, para atribuir a Felipe González la gestación, nacimiento, organización, financiación y finalización de las actividades terroristas de los GAL», sentencia Cascos ante los magistrados. Cal viva contra un ex presidente. ¿Financiación? ¿Qué tiene que decir quien porfió por la «X» de la guerra sucia sobre la «X» de la financiación irregular de su partido anterior, donde lo fue todo? Para cerrar el círculo.

Manchar el aznarato. Seguir adelante podría tiznar una historia feliz. ¿Otro Camelot de cartón piedra? Las supuestas irregularidades fraguaron durante ese período. «Nunca admitiremos anomalías pretéritas», razonan los defensores del enroque. Asumir podredumbre desata guerras internas. Dudas. ¿Ocultarán algo? Y ya cuesta detener el rodar de la bola. Si hasta Felipe González quedó incólume por los GAL, ¿cómo va a salir Aznar enfangado en la caja B? Es la pregunta argumento tras la que los partidarios del silencio fortifican su estrategia. Lo leemos hoy en los libros, nadie se escandaliza: un lugarteniente de Mario Conde entregó 300 millones de pesetas en dos bolsas a un hombre de confianza de Adolfo Suárez. En 1989. Sin recibos de ningún tipo. Es lo que no suele llegar a los tribunales. Los trapos hay que lavarlos en sede judicial, sostiene Rajoy. Con el descrédito imperante, el pueblo percibirá cualquier otro camino como una componenda. Problema: la justicia tortuga. Quizás el inmovilismo, marianismo, persiga esa refinada solución. Una condena sin compromiso por tardía.

Controles existen. Pero poca voluntad por cumplirlos. Como de perseguir a los cazados en renuncio. Un carguillo medio del PP asturiano, emigrado luego a Foro de rositas, gastó decenas de miles de euros en dieciséis meses. Sin facturas, sin justificantes. Operaba en cajeros con tarjeta del partido, amparado en inexistentes imprevistos del jefe. La apropiación sumó tal monto que la dirección nacional encargó una auditoría. Salvo el discreto paso a la reserva del interfecto, nada ocurrió. Caprichos de la vida. Luego, en su nueva religión, hasta acabó siendo diputado. Allí lo esperaba con los brazos abiertos Pelayo Roces, el pastor que nada vio. El vigilante de los dineros parlamentarios del PP cuando cometió su tropelía. Otro converso a la fe casquiana.

Ruido de sables. Espadones de la derecha al acecho. La conspiración permanente desde que Aznar pretendió dejar por herencia un Mariano-marioneta que se resiste a jugar ese papel. Ni la oficialidad esconde el hervidero. Arenas, vicesecretario, el lunes. En Valladolid: «Tenemos que saber que ha habido una batalla que en el fondo lo que quiere es la sustitución del actual presidente del Gobierno». Igual copla de un diputado asturiano. En privado. Esta semana: «El enemigo de Mariano está más dentro que fuera». Pero también está fuera. Aunque antes abandonara la casa. No perdona.

Sálvese quien pueda. Toca protegerse si diluvia. Están los pata negra que andaban en el ajo, la generación perdida indiferente y los cachorros sin temores. Unos repudian a Bárcenas, otros quieren comprar su mutis. Esperanza Aguirre abandona para mandar más que nunca. Conmovió por su enfermedad a algún compañero piadoso. Hasta que escuchó su parloteo. Aguarda la erosión. Y apuesta por un Monti a la española. Un Pizarro, por ejemplo. Incluso Cospedal, secretaria general, juega cartas. A su aire. Despide a Sepúlveda. Presenta querella contra Bárcenas. Nada arriesga para desmontar el tingladete.

Manejan dinamita. Los montaraces. Los de siempre. Los que soñaron con una pinza antes de las últimas generales. Con Cascos desde Asturias, Aguirre en Madrid, cortejos a Feijóo en Galicia y complicidades del entorno aznarista. Cascos o la intrascendencia nacional. Ya nada pinta ante sus ex compañeros. Dejó pocos afectos. Está algo en Asturias, su pyme. Su refugio de un par de días a la semana. Aquí intenta invadir el espacio del PP. Aislarlo y reducirlo a la insignificancia para seguir presionando. Para demostrar su influencia. Estar en la Sindicatura, en la TPA, en los manejos de la Junta, era «duernu» cuando lo pactaban los populares y los socialistas, y ahora es la razón de su existencia.

Dos hombres, un destino. Lo cuentan quienes pulularon por Génova 13, la sede, en la «belle époque». Cascos y Bárcenas, un alma. Como corresponde al secretario general y a su gerente. Uno proponía, otro ejecutaba. ¿Quién discutía el ordeno y mando del General Secretario en los años dorados? Lis unía incluso el arte. Bárcenas declaró al juez que hizo fortuna con cuadros. Figura en el informe policial de sus manejos: «La compraventa de obras (...), un sector con propensión al empleo de efectivo para la realización de las operaciones». En cristiano. Territorio comanche para mover billetes de 500 euros. Cascos abandonó la vida pública y se puso a vender obra pictórica a los políticos y a los banqueros. Correa-Gürtel, el cabecilla. Miles de folios ante la Audiencia acreditan que corrompió a uno de los del dúo dinámico. Pareja nada extraña. O sea, a Bárcenas. Cuarto creciente, el sumario avanza.

Amistades peligrosas. Algunos ven en esa relación la razón por la que Rajoy prescindió del ex ministro como candidato asturiano. «Lo fácil es pensar eso», coinciden por separado contendientes de ambas trincheras en la pasada pelea. «Pero Cascos, leonino, se esforzó para que no le designara. Pidió destituciones imposibles y un congreso trampa. Una aclamación asamblearia, precedente para ulteriores maniobras en contra de Rajoy». Aunque si alguien conocía las turbulencias de Cascos, las exóticas cacerías, las escapadas al coto, ése era el gallego. Gallardeó a su vera orgánica.

Unos privilegiados. Los políticos. La declaración de la renta de Rajoy demuestra que el PP paga bien al mando. La calle se irrita. Aunque los regeneradores, llámense Conde, Paco o Berlusconi, llegan a ser más perversos. Comprobado.

Aguantar. La especialidad de Mariano. Los enemigos lo toman por tonto pero ninguno resiste el combate. No es carismático. No vende entusiasmo. Propugna otro estilo. El de no generar expectativas. La indecisión calculada. Nadie lo considera un estupendo estadista. Por eso tampoco decepciona. Si acierta, éxito glorioso. Si fracasa, estaba cantado. A los del aura les ocurre al revés. Alardean de capacidad, cultivan aduladores y provocan con sus desaciertos veloces frustraciones. No están a la altura de la distorsión cognitiva que alientan. Rajoy nunca explicó en público por qué no quería a Cascos cerca. Ni siquiera en Asturias, que desde Madrid se ve como periferia. Hay grandes diferencias entre ambos. No es lo mismo pasar por allí que estar en el meollo del problema. De la financiación del PP. La que ahora aflora con virulencia. Rajoy querría probablemente un desenlace que aclarara quién es quién. Si ocurre, prefiere que sea fortuito. Por casualidad. La marianada.

Levantar la economía. El hartazgo, la desafección, el desprestigio de la casta, el riesgo de fragmentación de voto a la italiana, el redentorismo... el calvario pasará si empieza la remontada. Ese pensamiento arraiga en la Moncloa. Salir de la crisis, el analgésico del Presidente para bajar la fiebre de la corrupción. El salvavidas.

Casi nada.

Otra vez espadones al acecho para cortar la cabeza al Presidente: Esperanza Aguirre apuesta por un Monti español; Dolores de Cospedal trabaja por libre sus opciones

La red Gürtel precisó de apoyo político para sus fechorías: el ex marido de Ana Mato recibía sobornos por encargar contratos de actos electorales, ¿quién era la «X» de la trama que decidía adjudicar obras a las empresas que soltaban las mayores mordidas?

El provechoso mundo del arte: Bárcenas declaró al juez que amasó su fortuna comprando y vendiendo cuadros

Controles hay, otra cosa es que los partidos castiguen a los culpables: un carguillo medio del PP asturiano, emigrado a Foro de rositas, gastó miles de euros sin facturas que dieron pie a una inspección

Rajoy implanta otro estilo de liderazgo: como no genera expectativas, nunca decepciona, al revés de la veloz frustración que quien alardea de capacidades provoca