La primavera encara la recta final sin apenas haber hecho acto de presencia. Una fortísima granizada acompañada de un brusco descenso de las temperaturas dejó ayer boquiabiertos a los vecinos de varios concejos de la zona central de Asturias a primera hora de la tarde. Las precipitaciones se cebaron especialmente con Oviedo, con un colapso de tráfico e inundaciones en varios edificios. Además, los pueblos de la montaña quedaron cubiertos por una intensa nevada, una más desde que comenzó 2013, el año de las constantes borrascas.

Un motorista herido de consideración fue la consecuencia más grave que dejó la tremenda tromba de agua y granizo caída en Oviedo. Se trata de un hombre de 69 años que al perder la visibilidad por el fuerte temporal se estrelló contra un bolardo en la calle Carlos Tartiere. Fue intervenido de urgencia en el hospital y, al cierre de esta edición, permanecía estable en la UVI. En dos horas, entre las dos y las cuatro de la tarde, cayeron en la capital asturiana 27,8 litros por metro cuadrado. Los registros del alcantarillado no dieron abasto y se inundaron calles tan céntricas como Uría, donde las aceras desaparecieron por completo. Además, un rayo caído en un transformador de energía anuló la red de semáforos de buena parte de la ciudad. Y el centro comercial de Calatrava, en Buenavista, totalmente anegado, tuvo que cerrar sus puertas durante dos horas.

«Parecía el fin del mundo», señala María Suárez, que trabaja como dependienta en un establecimiento comercial de Uría, al tiempo que retira de la entrada los restos del granizo. La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) indicó que la temperatura cayó 5 grados antes de la tormenta. A la una y veinte marcaba 11,3 grados y a las cuatro y diez, cuando acabó la granizada, marcaba 5,7 grados. A pesar de lo insólito del episodio y sobremanera sus consecuencias, el delegado de la AEMET en Oviedo, Manuel Mora, señaló que «es totalmente normal» que en mayo se produzcan tormentas de granizo porque «las temperaturas en superficie son relativamente altas y cuando penetra aire frío en capas medias de la atmósfera se produce inestabilidad, con chubascos y tormentas».

Los agentes de la Policía Local de Oviedo echaron el resto toda la tarde para evitar el colapso de la capital. «Está inundada toda la ciudad, hay agua por todos lados», respondían impotentes en la centralita del 092 a primera hora de la tarde. Además de subsanar los fallos en la red semafórica, atendieron incidencias de todo tipo, lo mismo que los bomberos del Servicio de Extinción de Incendios y Salvamento (SEIS). Por ejemplo, tuvieron que achicar una imprenta inundada en el centro comercial de Otero o en el edificio de la ONCE en la calle Campomanes. Además, en Fuertes Acevedo se desprendió parte de una cornisa.

Técnicos del servicio municipal de aguas han explicado que el «desbordamiento puntual» de agua se produjo al saltar algunos de los registros «durante el breve espacio de tiempo que duró el aguacero». Y añadieron que «las incidencias se produjeron a causa de la incapacidad puntual de transporte de la gran cantidad de agua caída» y «en ningún caso» por su obturación.

La lluvia anegó parte del centro Calatrava y el granizo divirtió a decenas de niños

Las calles de la ciudad se llenaron de granizo y en algunas zonas, como Montecerrao, se produjeron apagones pasadas las tres de la tarde, seguidos por relámpagos más propios de un temporal plenamente invernal que de una tormenta de primavera. Los visitantes que viajaban ayer los ascensores del centro comercial diseñado por Santiago Calatrava en el barrio ovetense de Buenavista no dejaban de sorprenderse por el estado de las instalaciones, con las escaleras mecánicas cerradas, agua cayendo de los techos y equipos de limpieza que recogían los restos de la inundación.

La entrada de agua fue tan intensa que uno de los locales ubicados en la segunda planta tuvo que cerrar sus puertas, con los suelos y escaparates cubiertos de agua. El personal del centro comercial se limitaba a señalar que el culpable del desastre había sido el granizo. «No pasa nada, simplemente que las lluvias son muy intensas y ha salido el agua», indicó uno de los comerciantes consultados por LA NUEVA ESPAÑA.

Entre el público, predominaba la sensación de sorpresa. «Si sé que esto está así no habría venido con mi hijo», indicaba una joven madre mientras empujaba el carrito de su bebé. El edificio llegó a estar sin luz y con las puertas cerradas entre las tres y media de la tarde y las cinco y media. También se registraron incidencias en el centro comercial de Otero, donde los Bomberos controlaron la rotura de una tubería y ayudaron a sacar agua de locales anegados.

Y si en los centros comerciales el agua distorsionó el desarrollo de una tranquila tarde de viernes, en las calles, los niños, recién salidos de los colegios y con el fin de semana a la puerta, disfrutaban jugando con el granizo y haciendo planes, incluso para ir a esquiar. Fue el caso de los hermanos ovetenses Paula y Carlos Sobrino López, que con su compañera de cole Claudia Sutil paseaban por la plaza de la Gesta y sus alrededores, con los paraguas bien abiertos. «Es que nos gusta mucho esquiar, nos encanta este tiempo», indicaban.

Sus padres no evitaron sonreír ante el comentario, no sin añadir que «este tiempo ya nos cansa, esperamos que mejore pronto», indica Susana López, la madre de Claudia y Carlos. Lo de llevar paraguas no les hace tanta gracia. «Eso no nos gusta», comentaba Claudia Sutil. A pie de parada del bus escolar, la niña Sonsoles Martín Villanueva lamentaba que, en su colegio, no había granizado.

«A mí me gusta mucho este tiempo», decía. Lo mismo que a su hermano Pelayo, que aseguraba que «estaría todo el día jugando en la nieve». En cambio, su madre, Estefanía Villanueva, comentaba lo complicado que es hacer planes con niños con tanta lluvia. A su lado, Carla Casero estaba más preocupada por el tiempo que hará mañana, porque celebrará su primera comunión en la iglesia de San Juan el Real. Su madre, Enma Iglesias, anunciaba que comprará un paraguas de ceremonia y una chaqueta para la niña, que llevará un precioso vestido de manga corta, y el deseo de que nadie le agüe la fiesta.