Los mineros de Cerredo y sus familias apenas guardan ya unos pocos cartuchos de esperanza. La solidaridad es uno de ellos. No hubiesen resistido como lo están haciendo, hasta el final y con todas las consecuencias, sin la unidad de todo un pueblo ante unas circunstancias casi imposibles. Y es que unos llevan sin cobrar desde diciembre; otros, despedidos a principios de año y readmitidos en junio, no perciben sueldo alguno desde entonces. Aun así, siguen acudiendo al tajo, para evitar que la mina de Victorino Alonso, hoy en liquidación, quede inutilizada.

Otra veta de esperanza es el convencimiento de que a la mina de Cerredo, que al parecer tiene vida para unos treinta años, no se la dejará morir así como así y que alguien la comprará para hacerla rentable. Como última línea de resistencia frente al desánimo confían en que el Gobierno del Principado haga algo por salvar su puesto de trabajo. Un exceso de confianza, dirán algunos. «Estamos abandonados por los políticos y por los sindicatos, mejor dicho, por la dirección de los sindicatos. Parece que molestamos», lamenta Miguel González, uno de estos mineros.

Viernes a mediodía. Cerredo es un hervidero de trabajadores de la mina. Hombres sin mucho que hacer. Cuando sale a relucir el tema del trabajo, todo son improperios hacia el hombre que la compró en 2005, que la modernizó y que al final la ha llevado a la ruina. «No deberían haberle dejado llegar tan lejos. Victorino Alonso es un mafioso. Y nadie quiere investigarlo, saber qué hizo con las subvenciones, con las perras... Está invirtiendo en Chile y otros países», afirma uno de los mineros.

Los reproches siguen, no les tiembla la voz. «Toda la vida ha funcionado a base de chantajes. Cuando se negoció el convenio de 2006 había que echar a veinte. Perdimos el treinta por ciento del sueldo, unos 200 o 300 euros. Los destajistas bastante más, mil euros. Y en la última negociación, había que despedir a 170. Eso no es negociar», cuenta Miguel González. La posibilidad del cierre nunca deja de estar presente. «A ver a dónde vamos a trabajar, tal como están las cosas el país. Los de las subcontratas ya se fueron. Los demás seguimos aquí aguantando», añade otro.