Un grupo de investigadores de la Universidad de Oviedo, del Hospital Universitario Central de Asturias y del Instituto de Investigación Sanitaria Gregorio Marañón de Madrid han avanzado en la obtención de un diagnóstico rápido y certero cuando un niño ingresa en un centro sanitario con una enfermedad grave. El equipo de investigación tiene como objetivo dar con un proceso de validación en la práctica clínica de ciertos biomarcadores que alertan de un mayor riesgo de mortalidad en los niños que ingresan en la unidad de cuidados intensivos.

Las pruebas realizadas a más de 250 niños ingresados en estado crítico han permitido comprobar que los niveles de cada uno de estos cuatro marcadores permiten establecer mejor el pronóstico y el riesgo de mortalidad en ese tipo de pacientes.

La prestigiosa revista "Critical Care" acaba de publicar las conclusiones del estudio desarrollado a lo largo de año y medio en las ucis pediátricas de ambos centros hospitalarios y coordinado por el profesor del departamento de Medicina de la Universidad de Oviedo Corsino Rey. El trabajo se ha desarrollado con el apoyo de la Fundación Ernesto Sánchez Villares y la empresa Thermofisher-Brahms.

La posibilidad de detectar en las primeras horas de ingreso, mediante biomarcadores, a los pacientes con mayor riesgo de muerte puede resultar de gran utilidad para realizar una vigilancia exhaustiva y un tratamiento más intensivo que favorezca su recuperación. La investigación ha constatado que la presencia de niveles elevados de ciertos indicadores en niños en estado crítico alerta sobre un mayor riesgo de mortalidad. Los facultativos han centrado sus análisis en cuatro biomarcadores: procalcitonina, proadrenomedulina, proendotelina y proteína C reactiva.

Hace más de una década que el equipo de Corsino Rey trabaja en el análisis de la procalcitonina como marcador para alertar de la existencia de una infección o una inflamación generalizada en el organismo. Los investigadores de la Universidad de Oviedo fueron pioneros en la utilización de esta molécula como biomarcador para detectar con mayor facilidad los problemas relacionados con inflamación o infección. En el caso de la proadrenomedulina y proendotelina, ambas dan la voz de alarma sobre la existencia de algún problema en la cubierta interna de los vasos sanguíneos. Por su parte, la proteína C reactiva se utiliza como marcador de infecciones desde hace años en las ucis pediátricas. El siguiente paso en la investigación será analizar cómo repercute la evolución de los niveles de estos marcadores en el proceso de mejoría o empeoramiento del paciente.