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Vacaciones solidarias

Universitarias y técnicas de Cáritas en proyectos internacionales relatan los frutos de una experiencia que engancha y les sirvió para romper prejuicios

Por la izquierda, Eva Failde, Sara Conde, Marisol González y María Arias, en la sede de Cáritas Asturias, en Oviedo. CRISTIAN VÁZQIEZ

El escritor uruguayo Eduardo Galeano, con una potente sensibilidad hacia la injusticia, fue un visionario. Decía que "mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo". Y ésa ha sido la máxima que ha guiado a los 60 jóvenes asturianos que desde 2009 han participado en el programa "Universitarios Cooperantes" desarrollado por la Agencia Asturiana de Cooperación, Cáritas y la Universidad de Oviedo. La iniciativa -con el proceso de selección para este año en marcha- posibilita la participación de estudiantes en proyectos desarrollados por organizaciones asturianas comprometidas con la solidaridad internacional. Y quienes han vivido esa experiencia en primera persona reconocen que les "abrió la mente" y les permitió "romper prejuicios".

Les ocurrió a Sara Conde y María Arias, que participaron en el programa "Universitarios Cooperantes" el verano pasado, cuando eran estudiantes de Enfermería en la Universidad de Oviedo.

Dicen que a lo largo de la vida nos topamos con experiencias a las que podríamos llamar "cumbre", vivencias después de las cuales ya nada vuelve a ser lo que era. Y esa "cumbre" para Sara y María llegó en Bolivia y Perú. "A la vuelta siempre te mueves más e intentas echar una mano en lo que surja", dice María resuelta. Esta avilesina, de 22 años, vivió con familias locales durante seis semanas en el departamento de Piura, situado al extremo noroeste de la sierra peruana. "No hice una labor propiamente dicha de hospital. Me dediqué más a realizar charlas sobre nutrición, medio ambiente... La verdad es que fue una experiencia muy buena", relata la joven.

La formación que reciben de forma previa a su desplazamiento le dio otro punto de vista sobre los mal llamados países en vías de desarrollo. "Todos tenemos una imagen como de 'pobre gente', pero la realidad es que hay de todo. Una vez allí intentas darles todo lo que puedes, pero la realidad es que recibes más. Y no ayudas, te ayudan a ti", precisa.

Sara, ovetense de 21 años, viajó a El Alto, en Bolivia. "Las ideas que llevas se te rompen por completo. A mí me aportó mucho profesionalmente el trabajo que realicé en un hospital. Te sorprenden sus formas de trabajo, pero personalmente yo creo que también cambié después de esa experiencia", cuenta esta joven estudiante de Enfermería. La vuelta, en su caso, dice que fue "bastante dura". No todo el mundo entiende el objetivo de este tipo de proyectos. "Cuando contaba la experiencia me decían que cómo podía estar allí. Cuesta encontrar gente con esas mismas inquietudes", reconoce.

A su regreso a España, los amigos de María creían que se había trasmutado a los ritmos de vida latinoamericanos, más pausados. "No miran el reloj", aclara. "Ellos dicen que son los dueños del tiempo", apunta Eva Failde, una de las técnicas de Cáritas que como Sara y María también ha vivido su propia experiencia de cooperación internacional.

Los trabajadores de la organización de la Iglesia, miembro de la Coordinadora de ONG del Principado, también tienen la oportunidad de realizar estancias de larga duración con el mismo ánimo que el programa "Universitarios Cooperantes". Ejemplo de ello son Marisol González y Eva Failde, que durante un año realizaron un paréntesis en sus tareas cotidianas en Cáritas para desplazarse a Mozambique, en el proyecto de Xai-Xai. "A mí me gusta hablar más de vivencia que de experiencia; compartes lo que eres y lo que ellos son", apunta Marisol, que regresó hace poco más de un mes.

Del enriquecimiento personal que representa esta experiencia participativa y comprometida también habla Eva, que además de conocer una realidad diferente y convivir con su gente, tuvo oportunidad de adentrarse en un proyecto de cooperación internacional, ver su funcionamiento desde dentro, conocer a las personas que lo llevan a cabo, coincidir con otras personas con sus mismas inquietudes y desmontar también algunos tópicos. "Parece que el modelo de desarrollo es el nuestro", relata, y aunque la vuelta, en ocasiones, se hace "muy dura", como coinciden en señalar las cuatro voluntarias, la experiencia merece la pena. "Recorrí toda la región en desplazamientos que a veces se prolongan jornadas completas, por pistas de tierra... pero me volvería a ir, fue estupendo", asegura. De allí se trajeron " a mucha gente en el corazón" y una auténtica lección de resiliencia por la capacidad de adaptación de la población local y para superar la adversidad. Todas volverían sin pensárselo.

"Nos meten en la cabeza la idea del Tercer Mundo, pero me pregunto dónde está el Segundo y cual es realmente el Primero", se cuestiona Marisol, que tras la experiencia de un año en Mozambique, en excedencia de su trabajo en Cáritas, lanza una reflexión para remover conciencias: "Para vivir bien nosotros, explotamos a otros".

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