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EMILIO SERRANO QUESADA | Empresario, fundador y gerente de Los Serranos | Memorias y 2

"Sin esperanza, buen humor e ilusiones no somos nada; y si hay fe, pues perfecto"

"Tengo una amiga íntima desde hace 60 años que es la Olivetti y me conoce tan bien que es ella la que escribe por mí"

Emilio Serrano, en la fábrica de San Martín de Collera. MIKI LÓPEZ

Emilio Serrano recuerda un día en la escuela de San Martín de Collera, en unas vacaciones. "Yo tendría menos de 10 años, el maestro, don Antonio, se ausentó y yo comencé a revolver en los cajones. Encontré un libro de Isócrates, que fue un filósofo y educador griego, allá por el año 400 antes de Cristo. Comencé a leer aquello, un libro lleno de consejos. Uno decía 'que te sea lo pasado ejemplo de lo por venir'. Yo soy un enamorado del pasado, soy un hombre lleno de recuerdos, que se amontonan y precipitan".

Quizá por eso Emilio Serrano, patriarca de la saga de Los Serranos, una de esas empresas símbolo del sector agroalimentario asturiano, se ha pasado toda la vida recopilando papeles. "Ya no tengo sitio para meterlos, levanté unas casetas en el jardín para poner estanterías. Tengo miles y miles de recortes, tomos enteros de entrevistas de prensa que leo, me gustan y las conservo. Me encantaría dedicarme al periodismo para poder entrevistar a la gente, buscar esa gran historia que todo el mundo tiene detrás".

La enfermedad. Serrano tuvo su historia dramática y aleccionadora hace tan sólo unos años, cuando le diagnosticaron un cáncer de colon con mala pinta. "El médico me advirtió de la gravedad del asunto, y yo le dije que lo afrontaría con fe, a mi manera. Tenía 78 años y ya había vivido la vida, pero que iba a luchar. La cosa es no perder la esperanza, porque sin esperanza, sin ilusiones y sin humor no somos nada. Y si encima tienes fe, pues perfecto, porque la fe redobla y alimenta, te eleva y te lleva a otros horizontes. Después de cuatro años he conseguido salir de ésta, aunque el tratamiento me ha debilitado y los médicos me dicen que ande con bastón. Durante todo este tiempo me he sentido muy arropado, cuando estuve en el hospital el personal tuvo que poner orden porque había colas para visitarme, y eso no se olvida nunca".

A Emilio Serrano le encantan las metáforas. A la vista de uno de los alambiques de su fábrica, el empresario explica: "Mire, aquí yo meto el contenido de doce botellas de sidra y logro sacar una botella de aguardiente. Es como quedarse con la esencia, con el alma", el milagro del producto que se transforma en el horno y los serpentines, con los plazos que marca la naturaleza.

El tiempo se relativiza en este espacio vital de casa familiar, ahora con andamios, y fábrica licorera, en un entorno en el que la historia ha marcado los pasos. "En el monasterio de San Martín, de monjes del Císter, se fabricaba aguardiente hace diez siglos. Estoy seguro de que los vecinos de la zona aprendieron con ellos los secretos de la destilación".

El tiempo. "Nunca lo taso cuando estoy a gusto. No llevo reloj y ando con móvil por orden facultativa. No se me ocurre entrar en el ordenador y tengo desde hace sesenta años una amiga íntima que es la Olivetti. Me conoce tan bien que yo creo que en realidad es ella la que hace mis escritos".

En su archivo, miles de libros. Serrano escribe y publica poesía y antologías de colaboraciones en prensa. "La poesía es una gran medicina, escribir es como un sanatorio para el alma. Escribo desde hace treinta años en LA NUEVA ESPAÑA y en mi hemeroteca existen periódicos desde 1920. Ya se lo dije, no tiro nada. Esta casa es grandísima, pero comienza a faltarme sitio. Esta temporada, después de lo de la enfermedad, me estoy dedicando a ordenar un poco todo esto. En seis meses han pasado por mis manos treinta mil folios, toneladas de papel, se lo aseguro. Pero lo tengo todo controlado, todo está en mi cabeza. Si alguien viene y me pregunta por una información sobre un determinado tema, yo se la busco. A veces me pasa y es una satisfacción poder ayudar".

La familia. "Más del 90% de las empresas asturianas son de carácter familiar, pero la sucesión no es fácil. A la mayoría les ocurre que los abuelos las crean, los padres las mantienen y los nietos las cierran. Tener la historia que tenemos en esta empresa, generación tras generación, es de admirar. El secreto es hacer importante a todo el mundo, sin caer en el error de andar midiendo la aportación de los demás. La experiencia te va enseñando a observar y a escuchar. Y a veces a guardar silencio y esperar ocasión más propicia para decir lo que se tenga que decir. Disfruto de la inmensa suerte de formar parte de una familia unida y de ser testigo de cómo quienes nos suceden siguen la estela marcada. Tengo ocho sobrinos y otros ocho sobrinos nietos".

El turismo. "Hace más de medio siglo que me di cuenta de la potencialidad turística de esta tierra nuestra, sin hablar de las materias primas que tenemos, que son excepcionales. Sin pecar de vanidoso he de reconocer que hemos sido pioneros en este campo. Fuimos los primeros en participar en Fitur, por ejemplo, cuando se acuñó lo del Paraíso Natural. Nunca me falló un solo consejero cuando acudí a la Administración con ideas y proyectos. Es importante también el mundo de las cofradías y las tertulias. En las sobremesas se aprueban muchas asignaturas pendientes, y las tertulias siempre enseñan porque en ellas no hay jefes y la palabra se hace afecto. Pertenezco a unas cuantas y he dado pregones por todos los sitios; mis amigos se ríen, pero es que yo no puedo decir que no. Qué importante es vivir tu pueblo, amarlo, sentirlo, preocuparse por su destino. Si todos lo hiciéramos, las cosas nos irían mejor".

La amistad. "Procuro conservar a los amigos, incluso en aquellas ocasiones en las que algo tuerce esa amistad. El verdadero sentido de la amistad es recordar que uno sigue ahí, que sus puertas están abiertas de par en par. No hay nada más bonito que querer y que te quieran".

-Nunca se casó.

-Estuve cerca un par de veces, pero al final no cuajó.

En el silencio de la bodega, entre toneles con capacidad para 800 litros de paciencia, Emilio Serrano saca pecho ante el trabajo bien hecho.

"Nunca dije que nuestros productos sean mejores que los de otros, pero sí creo en la calidad diferenciada. Aquí hay una tradición que nos obliga, al menos mientras yo esté. Después, los que vengan que decidan. Mi padre decía que cuando se logra un prestigio ya no hace falta nada más, pero el prestigio hay que mantenerlo".

En el desván de la casa de San Martín de Collera, Emilio Serrano siente el mar y el guiño del cercano faro de Somos. Un lugar, ése del desván, para pensar y trasnochar escribiendo y leyendo.

"Es bueno mirarse en el espejo, así, de frente, y hablar con uno mismo", dice el empresario desde su atalaya de años y experiencia.

-¿Y qué se dice, si se puede saber?

-Me recuerdo que la vida es hermosa y que siempre hay que tener fe en lo que haces. Es básico inyectarse moral y sentido del humor. La vida es una balanza a la que es preciso buscar un equilibrio. Y he llegado a la conclusión de que ese equilibrio lo dicta la conciencia. No hay nada más eficaz que la universidad de la vida, ésa que va desde el catón en el que aprendemos las primeras letras hasta el Quijote. Y nunca jamás dejamos de aprender.

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