La pregunta, provocadora, pensada para cuestionar principios en los estados desarrollados, reformula el muy célebre dilema que el siglo pasado enunció el premio Nobel de Economía Paul Samuelson. "¿En qué invertimos, en cañones o en mantequilla?" El exconsejero de Agricultura Santiago Menéndez de Luarca, hasta hace poco representante adjunto de España en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la trajo ayer al desmenuzado de los desafíos del hambre en el mundo con el que apadrinó el alumbramiento de la cátedra de Estudios de Gobernanza Global Alimentaria recién nacida en la Universidad de Oviedo. La disyuntiva clásica que servía al economista estadounidense para ilustrar las paradojas del coste de oportunidad ayudó ayer a Menéndez de Luarca a introducir en su charla una invitación a la reflexión sobre el problema irresuelto de la escasez alimentaria en extensas áreas de un planeta que pierde o tira una tercera parte de la comida que produce.

"Sobre lo que se invierte hoy", calculó el conferenciante, "necesitaríamos unos 83.000 millones de dólares adicionales en agricultura para poder lograr el objetivo -"posible si la sociedad quisiese", remarcó- del 'hambre cero'". Si "el comercio internacional de armas mueve 80.000 millones", la conclusión del cruce de datos no tiene por qué ser, aclara, de índole "moral o ética", también puede mover a deducir que "los países desarrollados podrían estar pensando que su oportunidad de negocio es contribuir al desarrollo de los que pasan hambre, porque son los que les van a vender los arados, la maquinaria..."

Menéndez de Luarca dejó el dilema flotando en el aire después de inaugurar la nueva cátedra universitaria con un viaje a través de algunas de las paradojas que circundan el problema del hambre y la seguridad alimentaria. Como la que detecta que el setenta por ciento de los alimentos que consume el planeta los producen pequeños agricultores, "agriculturas familiares de mínima escala que son curiosamente las personas que más hambre padecen en el mundo". O la que atañe a la PDA, la pérdida y desperdicio de alimentos, y a la constancia de que "un tercio de los alimentos que se genera en el mundo se pierde o se tira". Suma unos 1.300 millones de toneladas anuales.

El exconsejero asturiano, en otro tiempo también subsecretario del Ministerio de Agricultura, desmenuzó el problema complejo de la anomalía distributiva atravesando la exigencia de una gobernanza responsable sobre la propiedad de la tierra, la necesidad de generalizar principios responsables de inversión agraria o la sensación de que resulta "imposible separar la educación de la lucha contra la pobreza y el hambre" y desembocando de nuevo en la desigualdad inversora con el ejemplo de Estados Unidos: mil millones de dólares al año para educación y 900.000 millones para programas militares.

Por esos caminos se introdujo ayer en la Universidad de Oviedo la cátedra que el Rector, Santiago García Granda, presentó como un modo de materializar la responsabilidad de la institución académica de comprometerse con los objetivos del desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. La que será su directora, la profesora del departamento de Sociología Amparo Novo, mencionó entre sus propósitos la recopilación de información y el seguimiento y análisis de las políticas públicas en materia de seguridad alimentaria y nutrición, así como el estímulo de la investigación en los asuntos multidisciplinares que son objeto de la cátedra. Ésta, que parte con una dotación presupuestaria inicial de 8.000 euros y la implicación de los ayuntamientos de Oviedo, Gijón, Avilés y Mieres, instituirá unos premios a los mejores trabajos fin de carrera, grado y máster sobre la materia y promoverá, entre otras actividades, las primeras jornadas sobre políticas alimentarias urbanas.