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SERVANDO FERNÁNDEZ MÉNDEZ | CRONISTA DE NAVIA. MAESTRO JUBILADO E HISTORIADOR

Navia, entre dos mares

Servando Fernández Méndez, en el "Monumento al Emigrante", sobre la playa de Navia. E. G.

- Cuénteme una historia.

-Esta es una historia de hace muchos, muchos años, allá por el siglo XVIII cuando el concejo de Navia comerciaba cargamentos de lino con el puerto de Riga, en Estonia. La producción local de lino no era suficiente, así que se importaba. El lino llegaba en barcos de vela al puerto de Veiga. El viaje, en medio de temporales, era tan duro que los capitanes, por lo general holandeses, lo primero que hacían al llegar a Asturias era redactar lo que se llamaba una protesta de mar, la justificación de cualquier deterioro en el producto. Por supuesto que los veleros aprovechan fletes para el viaje de vuelta.

Entre el urbanismo un tanto desordenado de Navia surge una pequeña plaza llena de historia. Se la conoce como la Placina de los Concejos y una placa explica su nombre: En este lugar y bajo un fresno centenario nuestros antepasados celebraban sus concejos a campaña tañida y desde la Alta Edad Media para deliberar y tomar decisiones.

En la tranquilidad del entorno, a Servando Fernández Méndez, cronista oficial de Navia desde 2004, los ecos del golpeteo mecánico que proviene de los cercanos astilleros navales le suenan a gloria. Los astilleros Armón son una de las tres patas de la industrialización contemporánea del concejo, junto a la compañía láctea de Reny Picot y la fábrica de ENCE, que para la mayoría de los naviegos es simplemente la Papelera. "Todo surgió en muy pocos años, en los sesenta. Una industria tras otra, quizá apoyadas en el efecto llamada, y aquello fue como el final de una larga atonía, un sueño secular del que despertamos con ganas".

La estatua de Ramón de Campoamor, en los jardines que llevan su nombre, da la espalda a la ría y mira de reojo a las fachadas modernistas de esa primera línea urbana que huele a mar y a emigración. Entre ellas la imponente Casa Martínez, donde abrían consultas los médicos Ramón y Jesús, éste último el cronista que precedió a Servando Fernández, con dos décadas de por medio.

El poeta Campoamor, que vivió fama y acabó superado por las nuevas ondas literarias, se olvidó con saña de su localidad natal a la que solo volvió para enterrar a su madre. Y nunca más. Se entiende mal ese desapego, salvo por algún oscuro costurón que se escapa a los biógrafos.

Frente a los jardines discurre el Navia que más que un río es aquí un pequeño mar que busca el Cantábrico. El río de la luz, que en su desembocadura une dos orillas y abraza al concejo vecino, Coaña, marca los contornos de Navia, se vuelve puerto deportivo en cuyos muelles, tiempo atrás, los anguleros llenaban sus cedazos, y alfombra los barcos en construcción.

Hay en Navia capital mucho terreno ganado a ese río con vocación marítima. "A finales del siglo XIX se desecó parte de la ría y fue como romper con el pasado. Buena parte de la muralla medieval se derriba, aunque aún quedan vestigios. Fue una obra colosal para aquellos tiempos". El notario y mecenas local Rafael Fernández Calzada era propietario de muchos de los terrenos y facilitó la lucha contra los fangales del río.

La ría, por fin, asoma al mar abierto. Desde el "Monumento al Emigrante", sobre la playa de arena gris de Navia, el espectáculo esconde un peligro. "Un temporal rompió hace tiempo parte del espigón y el mar cada vez avanza más". El final de la ría cobra forma de "lago" peculiar, La Poza, "que es una zona de valor ecológico excepcional, paso de aves migratorias y uno de los grandes pulmones de Navia".

Entre el Cantábrico y La Poza se levanta un pequeño mar verde de pinares cuyo sotobosque es hoy de arena. Las aguas lo inundan y la salinidad envenena los pinos. "Hay que poner coto al mar y recuperar para siempre este espacio único", reclama Servando Fernández, que nació en Puerto de Vega en 1955, de donde salió, entre otros, Juan Pérez de Villaamil, el ideólogo del bando de los alcaldes que desde Móstoles inició la Guerra de la Independencia. Personaje fascinante.

Puerto de Vega fue de siempre el puerto ballenero por excelencia del municipio, donde se refugiaba la "armaxa", con sus pinazas y lanchones "y una torre de señales y ahumadas para convocar a ballenar". Navia y Puerto de Vega son dos piezas que encajan a la perfección, salvadas las rivalidades folklóricas que tampoco molestan en exceso. Nada más épico que la caza de ballenas a bordo de traineras, con arpones de mano y en medio de mareas imposibles. Un arte que se llevó por delante decenas de vidas.

"Además de mucha valentía, la pieza cobrada era repartida con una política social que se explica en la documentación de las ordenanzas de marinería ya en el siglo XVI. La aleta de la ballena se la quedaba la Iglesia, otra parte era para viudas y huérfanos del gremio. Y en aquel reparto también se veían beneficiados los marineros de las embarcaciones que habían salido a la mar y no habían pescado nada". De la ballena, como del gochu, se aprovecha todo. En la playa de Coedo, al lado de Andés, hubo bodega ballenera y en Puerto de Vega se descuartizaban los animales.

En el monumento mirador a la emigración, con su monolito de piedra y metal apuntando al cielo, Servando Fernández, cuenta una historia personal: "Mi padre se fue a América. En Cuba estuvo treinta años y volvió para Asturias a buscar esposa y con unos dos millones y medio de pesetas de los de principios de la década de los cincuenta. Era mucho dinero, construyó una casa en Puerto de Vega e invirtió en la educación de sus hijos. Dejó todos sus negocios en Cuba a un hermano suyo, pero llegó la Revolución y la familia se tuvo que ir a los Estados Unidos. En Cuba quedó todo. Y en España aquella pequeña fortuna que se trajo mi padre, con el correr de los tiempos se quedó en nada. Cuando él murió aún no sé cómo se las arregló mi madre para estirar el dinero".

El escenario sobre la costa, con el faro de Ortiguera al fondo, invita a filosofar.

¿Qué es Navia? "Navia es una vida, la tierra que añoras cuando estás fuera. Como aquí, en ningún lado. Esta es una sociedad abierta, hospitalaria, sencilla y humana. Yo soy comarcalista, nada de mirarse el ombligo. Estamos obligados a ser dinamizadores del Occidente para oponerse a la tremenda fuerza centrípeta de la Asturias central".

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